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Los estudios en pañales de Layra | Cap. 7

 



7

 


Una noche en el dormitorio de Samuel

 

 


Al día siguiente…



Layra se levantó como siempre, cuidadosa de no despertar mucho a sus tres compañeras de dormitorio. Caminó casi en puntitas hacia el baño, llevando la bolsa de plástico y sus cambios de ropa. El pañal que ella se había fabricado le había protegido bien en la noche, no tuvo molestias como las primeras veces, su cuerpo se iba acostumbrando a la comodidad que le brindaba, sobre todo, a sentirlo como un complemento de su ropa.

Así que la preciosa chica, en el baño, se atendió como siempre lo hacía. Se cambió todo el pijama. Lavó bien las prendas con que fabricaba el pañal para dormir y luego, dentro del área de la regadera, con la fresca agua lavó bien su primitivo cuerpo de bailarina.

Samuel también se iba levantando en esa mañana. Con el pijama que usaba no se le apreciaba su buen cuerpo de niño bailarín, tenía que ponerse sus prendas para las clases, con el que cualquier persona en el mundo reconociera que él era un chico lleno de cultura en su vida. Como todos los estudiantes de primer grado, se fue al baño para lavarse su rostro. Sus cabellos que tenían la forma de honguito estaban todos despeinados, también esponjados. Samuel se lavó bien el rostro, con mucha agua, jabón; al final de eso, se roció un poco de aceite en su piel, la que le dio un rico aroma. Con la toalla secó bien la piel de su rostro, logrando despertar en mayor parte. Para que no se le hiciera tarde, el niño comenzó a cambiarse con el uniforme escolar, sus mallas blancas y su leotardo blanco. Se deshizo bien de lo que usaba para dormir al igual que layra, echando el producto usado en el bote de la basura. Para Samuel era cómico eso, el tener que protegerse de ese estilo, cuando ningún otro niño de su edad lo hacía.

 

En poco tiempo, dispuestos a llegar a tiempo, todos los chicos de la academia de danza estuvieron listos para la clase.

Layra llegó con sus amigas, caminando como siempre, con sus leotardos bajo la ropa. Antes de ingresar al salón, en el pasillo, se despojaron la ropa y se quedaron con el leotardo. Por último pasaron a colocarse las zapatillas dentro de salón.

Los varones de la clase se encontraban calentando su cuerpo para tener buena aplicación, pues si no lo hacían, al final del día quedarían como si los hubiera aplastado una roca gigante.

Mientras layra se ponía sus zapatillas y ajustaba su cabello en un nudo de estilo cebolla, vio llegar a su amado amiguito, a Samuel, vestido como todos los varones de la clase, reconociéndolo como alguien angelical.

─Buenos días, amiga layra.  Dijo Samuel, con su hermosa voz de niño, provocando que la chica se emocionara, latiéndole mucho el corazón.

─Hola, lindura de niño.  Saludó layra a Samuel.

Los dos se sonrieron mucho, luego iniciaron con su calentamiento, estirando sus brazos y sus piernas en el suelo de madera del salón.

Todos los chicos bailarines hacían lo mismo.

Con el paso del tiempo, llegó la profesora. Layra y todos los compañeros estaban listos para el inicio de los ejercicios. La clase sería de baile rítmico, tenían que coordinar sus movimientos con la música.

Así que sin las barras, todos en el grupo, guardaron sus distancias para tener espacio. Layra tenía delante suyo a Samuel, quien se veía bonito con su uniforme, bien se lo podía imaginar usando pañal bajo su leotardo y mallas blancas.

Luego, la profesora fue dando los inicios de movimientos. Los estudiantes brincaban un poco, luego movían la cintura, abrían las piernas y hacían movimientos sensuales. Todo eso lo percibía la profesora y les iba calificando. Lo bueno de esos ejercicios, era que con poco de haber iniciado, layra y todos estaban sudando.

De esa forma, se llevaron cuarenta minutos de las primeras dos horas.

Al final de esa dinámica, todos habían bailado en sus lugares, estirado sus piernas y brazos sentados y acostados en el suelo.

Luego llegó la dinámica de los gestos. Todos tenían que demostrar la capacidad para hacer ver cosas en sus bailes. No tenían que esforzarse mucho, pero tenían que hacerlo aunque sea un poco. Cuando la profesora preguntó quién sería primero, nadie quiso pasar, ni siquiera layra; segundos después, Samuel se ofreció.

Layra se sintió maravillada de ver cómo hacía las cosas su amado amiguito. Le gustó verlo ponerse de pie ante ella; ver a Samuel de espaldas era bonito, tenía un cuerpo bien formado y trabajado por muchas profesoras en distintas ocasiones. Ver la ligereza de su cuerpo con el uniforme blanco era como ver un ser mágico al que le faltaban las hadas.

Samuel llegó al frente de la clase; para sentirse más cómodo, de forma rápida, con sus manos acomodó un poco la tela de su leotardo a su piel, con tantos movimientos de ejercicios se perdían los lugares que debían tener los tirantes en sus hombros y entre sus piernas.  

Todos sus compañeros le hicieron espacio para que demostrara lo que iba a hacer.

No pusieron música, las mímicas tendrían que verse sin sonido. Antes que Samuel iniciara, le preguntó a la profesora:

─Maestra, ¿Puedo hacerlo con layra? 

Los chicos del grupo voltearon a ver a la profesora, y ella afirmó con la cabeza.

Layra se sintió feliz de participar con su amado amiguito. Era un honor hacer un poco de baile con alguien que tenía detalles misteriosos hacia los pañales. Así que la chica se puso de pie, caminando hasta el niño.

Luego, iniciaron. Samuel empezó a hacer mímicas, mezclando pasos de baile, dando a entender que estaba hablando con alguien. Layra daba a entender que era una chica que cuidaba de alguien a su cargo…

Cuando terminaron, todos les aplaudieron. Los dos se fueron a sentar.

Los demás chicos fueron pasando con breve tiempo, para que todos mostraran lo suyo.

 

Al final de todas las participaciones, la profesora marcó el final de la clase y todos salieron del salón con cinco minutos de tiempo para poder relajarse esos escasos momentos. Para todos los estudiantes de la academia de danza, esos tiempos de reposo eran buenos para beber agua y soplarse sentados.

Samuel se sentó con layra en las bancas de las jardineras, bebiendo agua. Layra veía que su amado amiguito tenía grandes manchas de sudor en la tela de sus mallas, las que permitían que se transparentara todo el color de su caucásica piel. A ella le pasaba igual, donde más sudor tenia era en su espalda y en sus piernas.

Cuando terminaron de reposar esos cinco minutos, se fueron hacia la clase de ballet. Muchos chicos no quisieron perder el calentamiento en sus piernas, por lo que al ingresar al salón, colocaron sus barras y con ellas se mantuvieron en estiramiento.

Layra veía que Samuel acomodaba sus zapatillas de ballet, al igual que se subía más las mallas en sus piernas. Se le hacía muy tierno ese niño, era tan coqueto y misterioso. En ese instante, layra pensaba porqué era tan complicado tocar el tema de los pañales con él.

Seguido, llegó la profesora de ballet. Como siempre, todos se formaron delante de sus barras. Llevando el ritmo de sus conteos, comenzaron a ponerse de puntas y estirarse poco a poco. A layra le gustaba mucho cuando se estiraban y quedaban un poco inclinados, pues de esa forma, se podía imaginar a su amado amiguito usando pañales bajo su leotardo blanco. Le parecía tan cómico y relajante pensar en eso, pero como no quería perderse en los conteos de su profesora, prefería imaginar todo eso después.

Por ese día la clase de ballet no fue tan fuerte, por lo que sin sentirla, terminó rápido.

Luego tuvieron una clase teórica. Ahí tenían que profundizar sobre los temas que veían en baile, por lo que no podían darse el lujo de dormirse en los escritorios.

 

Al final de todo el conocimiento para el día, layra se fue con sus amigas hacia la cafetería para comer.

Las cuatro amigas ya no estaban usando el uniforme de danza, lo habían dejado en el dormitorio sobre sus camas. Después lo lavarían, ahora querían deshacerse del hambre, el que le hacía sonar el estómago a layra como si tuviera dentro una bolsa de pañales.

Después de comer, se fueron a repasar sus lecciones teóricas y repasar en el dormitorio los movimientos más precisos que vieron en ballet.

En la noche, layra recibió el mensaje de Samuel, donde el niño le decía que se fuera a pasar la noche con él. Layra estaba totalmente llena de emoción. Dormir con su amado amiguito sería estupendo y estaría a solas como para preguntarle algo sobre el tema. Así que se cambió como una bella chica, llevó sus prendas que transformaba en un pañal y se fue a la hora citada con el niño.

A las ocho de la noche, layra llegó a donde estaba el dormitorio de la tía de Samuel, la profesora, a lo que ella les indicó que se irían a un dormitorio privado.

Samuel estaba contento, pues así podría dormir con mucha privacidad y no tener que ocultar mucho su remedio nocturno.

La profesora llevó a su sobrino y lo instaló en el dormitorio. Le puso todos sus cambios de ropa y le dijo que si requería algo, le llamara. Luego se fue, dejando al niño con layra.

El dormitorio de Samuel tenía todo lo necesario, lo mismo que los demás estudiantes.

Pronto layra y Samuel se acomodaron en la cama para conversar. Layra movía sus ojos hacia todas partes en el lugar, esperando ver los pañales ubicados al alcance de ellos, pero no vio nada de eso. Samuel estaba tranquilo, sintiéndose bien porque tendría compañía por esa noche.

Luego de unos minutos, comenzaron a conversar sobre el día, las clases, todos los movimientos que aprendieron.

Al final de eso, layra aprovechó a pedirle a Samuel que contara su historia, todo su camino en el mundo de la danza y cosas más curiosas de su vida. A lo que el niño, feliz, comenzó a decir:

─Bien, ya sabes que vine a esta academia como visitante, llevo las clases avanzadas como premio, para aprender un poco más. Hace tiempo gane una competencia de baile y por eso me dieron este semestre con ustedes. Me gustan mucho las películas de acción, las de amor. No sé qué más te deba contar.

Layra quedó maravillada con esos gustos de su amado amiguito. Por más que se presionaba a sí misma de no enamorarse del niño, no podía evitar sentir un amor raro hacia él, era el mismo nivel de atracción que con los chicos de su edad. Layra tenía miedo de eso, no quería verse como alguien mal por afirmar amar tanto a su amiguito, pero al cerrar los ojos, ahí cerca de él, no podía negarlo.

Layra también deseaba que Samuel fuese un poco mayor, o mejor aún, de su edad, para echársele encima y llenarlo de besos por todas partes. No podía entender por qué le había tocado esa locura de sentirse atraída hacia un amiguito que bailaba tan hermoso.

Hubo un momento entre los dos en el que no conversaron nada más. Estaban tan tranquilos que lo que les hizo pasar el tiempo, fue el enviar mensajes a sus padres.

Luego llegó la hora de dormir en la que los dos estuvieron de acuerdo. Samuel se fue a lavar sus dientes y layra le hizo compañía en ese momento. Jugaron con la pasta dental y mostraron sus técnicas de cepillado.

Al terminar, Samuel sacó una maleta grande donde iban sus utensilios más personales al momento de dormir. A lo que viendo a su amiga tomar lugar en la cama, le dijo a layra:

─Layra, te quería comentar que uso pañales para dormir, sé que ya soy grande para esto, pero no quiero provocarte incomodidades, así que para dormir bien contigo, usaré uno esta noche.   

Layra estaba creyendo que soñaba, había escuchado decir por la boca de su amado amiguito que se pondría pañal para dormir en ese momento, a lo que siendo muy gentil, le dijo con mucha ternura:

─Claro que sí, Samuelito, no te preocupes, no tengo problemas con eso.

Entonces, Samuel se fue hacia el baño del dormitorio, llevando el pañal.

Justo antes que Samuel cerrara la puerta del baño, layra le dijo:

─Samuelito, si quieres te puedo ayudar.

Samuel encontró buena esa idea, por lo que regresó con su amiga.

Entonces los dos se coordinaron bien para ese momento. Samuel permitió que layra hiciera todo el trabajo.

Así como parecía que durarían mucho con el proceso, así fue de rápido.

Ese momento era tan maravilloso. Layra había visto a su amiguito Samuel en mallas y leotardo de ballet, y ahora, con su protector nocturno.

Como layra quería probarse unos con ella, no perdió la oportunidad de sincerarse con su amiguito y contarle su historia, junto con los motivos por los que quería obtener unos pañales para ella.

Samuel no reprobó la idea que layra usara algo como eso en ese instante, a lo que accedió a compartir.

Cuando layra se logró ver a sí misma con un pañal, todo se volvió tan bonito para ella, todo le daba sentido. Así de fácil fue que llegara el tema con su amado amiguito.

Samuel estaba feliz, tendría una amiga que sabía su secreto nocturno y una amiga que también los necesitaba. Quien diría que esos dos chicos, que estudiaban danza como cualquier otro alumno usando leotardos, tenían muchas cosas en común…

Layra y Samuel se durmieron tranquilos.

Layra tenía que seguirse aprendiendo los movimientos para que le salieran bien sus bailes.

Samuel tenía que mostrar ser el mejor, el mejor niño bailarín de toda la clase de layra…




Capítulo 8 ↠




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