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Una noche en
el dormitorio de Samuel
Al día siguiente…
Layra se levantó como siempre, cuidadosa de no
despertar mucho a sus tres compañeras de dormitorio. Caminó casi en puntitas
hacia el baño, llevando la bolsa de plástico y sus cambios de ropa. El pañal
que ella se había fabricado le había protegido bien en la noche, no tuvo
molestias como las primeras veces, su cuerpo se iba acostumbrando a la
comodidad que le brindaba, sobre todo, a sentirlo como un complemento de su
ropa.
Así que la preciosa chica, en el baño, se atendió
como siempre lo hacía. Se cambió todo el pijama. Lavó bien las prendas con que
fabricaba el pañal para dormir y luego, dentro del área de la regadera, con la
fresca agua lavó bien su primitivo cuerpo de bailarina.
Samuel también se iba levantando en esa mañana.
Con el pijama que usaba no se le apreciaba su buen cuerpo de niño bailarín,
tenía que ponerse sus prendas para las clases, con el que cualquier persona en
el mundo reconociera que él era un chico lleno de cultura en su vida. Como
todos los estudiantes de primer grado, se fue al baño para lavarse su rostro.
Sus cabellos que tenían la forma de honguito estaban todos despeinados, también
esponjados. Samuel se lavó bien el rostro, con mucha agua, jabón; al final de
eso, se roció un poco de aceite en su piel, la que le dio un rico aroma. Con la
toalla secó bien la piel de su rostro, logrando despertar en mayor parte. Para
que no se le hiciera tarde, el niño comenzó a cambiarse con el uniforme
escolar, sus mallas blancas y su leotardo blanco. Se deshizo bien de lo que
usaba para dormir al igual que layra, echando el producto usado en el bote de
la basura. Para Samuel era cómico eso, el tener que protegerse de ese estilo,
cuando ningún otro niño de su edad lo hacía.
En poco tiempo, dispuestos a llegar a tiempo,
todos los chicos de la academia de danza estuvieron listos para la clase.
Layra llegó con sus amigas, caminando como
siempre, con sus leotardos bajo la ropa. Antes de ingresar al salón, en el
pasillo, se despojaron la ropa y se quedaron con el leotardo. Por último
pasaron a colocarse las zapatillas dentro de salón.
Los varones de la clase se encontraban calentando
su cuerpo para tener buena aplicación, pues si no lo hacían, al final del día
quedarían como si los hubiera aplastado una roca gigante.
Mientras layra se ponía sus zapatillas y ajustaba
su cabello en un nudo de estilo cebolla, vio llegar a su amado amiguito, a
Samuel, vestido como todos los varones de la clase, reconociéndolo como alguien
angelical.
─Buenos días, amiga layra. Dijo Samuel, con su hermosa voz de niño,
provocando que la chica se emocionara, latiéndole mucho el corazón.
─Hola, lindura de niño. Saludó layra a Samuel.
Los dos se sonrieron mucho, luego iniciaron con su
calentamiento, estirando sus brazos y sus piernas en el suelo de madera del
salón.
Todos los chicos bailarines hacían lo mismo.
Con el paso del tiempo, llegó la profesora. Layra
y todos los compañeros estaban listos para el inicio de los ejercicios. La
clase sería de baile rítmico, tenían que coordinar sus movimientos con la
música.
Así que sin las barras, todos en el grupo,
guardaron sus distancias para tener espacio. Layra tenía delante suyo a Samuel,
quien se veía bonito con su uniforme, bien se lo podía imaginar usando pañal
bajo su leotardo y mallas blancas.
Luego, la profesora fue dando los inicios de
movimientos. Los estudiantes brincaban un poco, luego movían la cintura, abrían
las piernas y hacían movimientos sensuales. Todo eso lo percibía la profesora y
les iba calificando. Lo bueno de esos ejercicios, era que con poco de haber
iniciado, layra y todos estaban sudando.
De esa forma, se llevaron cuarenta minutos de las
primeras dos horas.
Al final de esa dinámica, todos habían bailado en
sus lugares, estirado sus piernas y brazos sentados y acostados en el suelo.
Luego llegó la dinámica de los gestos. Todos
tenían que demostrar la capacidad para hacer ver cosas en sus bailes. No tenían
que esforzarse mucho, pero tenían que hacerlo aunque sea un poco. Cuando la
profesora preguntó quién sería primero, nadie quiso pasar, ni siquiera layra;
segundos después, Samuel se ofreció.
Layra se sintió maravillada de ver cómo hacía las
cosas su amado amiguito. Le gustó verlo ponerse de pie ante ella; ver a Samuel
de espaldas era bonito, tenía un cuerpo bien formado y trabajado por muchas
profesoras en distintas ocasiones. Ver la ligereza de su cuerpo con el uniforme
blanco era como ver un ser mágico al que le faltaban las hadas.
Samuel llegó al frente de la clase; para sentirse más
cómodo, de forma rápida, con sus manos acomodó un poco la tela de su leotardo a
su piel, con tantos movimientos de ejercicios se perdían los lugares que debían
tener los tirantes en sus hombros y entre sus piernas.
Todos sus compañeros le hicieron espacio para que
demostrara lo que iba a hacer.
No pusieron música, las mímicas tendrían que verse
sin sonido. Antes que Samuel iniciara, le preguntó a la profesora:
─Maestra, ¿Puedo hacerlo con layra?
Los chicos del grupo voltearon a ver a la
profesora, y ella afirmó con la cabeza.
Layra se sintió feliz de participar con su amado
amiguito. Era un honor hacer un poco de baile con alguien que tenía detalles
misteriosos hacia los pañales. Así que la chica se puso de pie, caminando hasta
el niño.
Luego, iniciaron. Samuel empezó a hacer mímicas,
mezclando pasos de baile, dando a entender que estaba hablando con alguien.
Layra daba a entender que era una chica que cuidaba de alguien a su cargo…
Cuando terminaron, todos les aplaudieron. Los dos
se fueron a sentar.
Los demás chicos fueron pasando con breve tiempo,
para que todos mostraran lo suyo.
Al final de todas las participaciones, la
profesora marcó el final de la clase y todos salieron del salón con cinco
minutos de tiempo para poder relajarse esos escasos momentos. Para todos los
estudiantes de la academia de danza, esos tiempos de reposo eran buenos para
beber agua y soplarse sentados.
Samuel se sentó con layra en las bancas de las
jardineras, bebiendo agua. Layra veía que su amado amiguito tenía grandes
manchas de sudor en la tela de sus mallas, las que permitían que se
transparentara todo el color de su caucásica piel. A ella le pasaba igual,
donde más sudor tenia era en su espalda y en sus piernas.
Cuando terminaron de reposar esos cinco minutos,
se fueron hacia la clase de ballet. Muchos chicos no quisieron perder el
calentamiento en sus piernas, por lo que al ingresar al salón, colocaron sus
barras y con ellas se mantuvieron en estiramiento.
Layra veía que Samuel acomodaba sus zapatillas de
ballet, al igual que se subía más las mallas en sus piernas. Se le hacía muy
tierno ese niño, era tan coqueto y misterioso. En ese instante, layra pensaba
porqué era tan complicado tocar el tema de los pañales con él.
Seguido, llegó la profesora de ballet. Como siempre,
todos se formaron delante de sus barras. Llevando el ritmo de sus conteos,
comenzaron a ponerse de puntas y estirarse poco a poco. A layra le gustaba
mucho cuando se estiraban y quedaban un poco inclinados, pues de esa forma, se
podía imaginar a su amado amiguito usando pañales bajo su leotardo blanco. Le
parecía tan cómico y relajante pensar en eso, pero como no quería perderse en
los conteos de su profesora, prefería imaginar todo eso después.
Por ese día la clase de ballet no fue tan fuerte,
por lo que sin sentirla, terminó rápido.
Luego tuvieron una clase teórica. Ahí tenían que
profundizar sobre los temas que veían en baile, por lo que no podían darse el
lujo de dormirse en los escritorios.
Al final de todo el conocimiento para el día,
layra se fue con sus amigas hacia la cafetería para comer.
Las cuatro amigas ya no estaban usando el uniforme
de danza, lo habían dejado en el dormitorio sobre sus camas. Después lo
lavarían, ahora querían deshacerse del hambre, el que le hacía sonar el estómago
a layra como si tuviera dentro una bolsa de pañales.
Después de comer, se fueron a repasar sus
lecciones teóricas y repasar en el dormitorio los movimientos más precisos que
vieron en ballet.
En la noche, layra recibió el mensaje de Samuel,
donde el niño le decía que se fuera a pasar la noche con él. Layra estaba
totalmente llena de emoción. Dormir con su amado amiguito sería estupendo y
estaría a solas como para preguntarle algo sobre el tema. Así que se cambió
como una bella chica, llevó sus prendas que transformaba en un pañal y se fue a
la hora citada con el niño.
A las ocho de la noche, layra llegó a donde estaba
el dormitorio de la tía de Samuel, la profesora, a lo que ella les indicó que
se irían a un dormitorio privado.
Samuel estaba contento, pues así podría dormir con
mucha privacidad y no tener que ocultar mucho su remedio nocturno.
La profesora llevó a su sobrino y lo instaló en el
dormitorio. Le puso todos sus cambios de ropa y le dijo que si requería algo,
le llamara. Luego se fue, dejando al niño con layra.
El dormitorio de Samuel tenía todo lo necesario,
lo mismo que los demás estudiantes.
Pronto layra y Samuel se acomodaron en la cama
para conversar. Layra movía sus ojos hacia todas partes en el lugar, esperando
ver los pañales ubicados al alcance de ellos, pero no vio nada de eso. Samuel
estaba tranquilo, sintiéndose bien porque tendría compañía por esa noche.
Luego de unos minutos, comenzaron a conversar
sobre el día, las clases, todos los movimientos que aprendieron.
Al final de eso, layra aprovechó a pedirle a
Samuel que contara su historia, todo su camino en el mundo de la danza y cosas
más curiosas de su vida. A lo que el niño, feliz, comenzó a decir:
─Bien, ya sabes que vine a esta academia como
visitante, llevo las clases avanzadas como premio, para aprender un poco más.
Hace tiempo gane una competencia de baile y por eso me dieron este semestre con
ustedes. Me gustan mucho las películas de acción, las de amor. No sé qué más te
deba contar.
Layra quedó maravillada con esos gustos de su
amado amiguito. Por más que se presionaba a sí misma de no enamorarse del niño,
no podía evitar sentir un amor raro hacia él, era el mismo nivel de atracción
que con los chicos de su edad. Layra tenía miedo de eso, no quería verse como
alguien mal por afirmar amar tanto a su amiguito, pero al cerrar los ojos, ahí
cerca de él, no podía negarlo.
Layra también deseaba que Samuel fuese un poco
mayor, o mejor aún, de su edad, para echársele encima y llenarlo de besos por
todas partes. No podía entender por qué le había tocado esa locura de sentirse
atraída hacia un amiguito que bailaba tan hermoso.
Hubo un momento entre los dos en el que no
conversaron nada más. Estaban tan tranquilos que lo que les hizo pasar el
tiempo, fue el enviar mensajes a sus padres.
Luego llegó la hora de dormir en la que los dos
estuvieron de acuerdo. Samuel se fue a lavar sus dientes y layra le hizo
compañía en ese momento. Jugaron con la pasta dental y mostraron sus técnicas
de cepillado.
Al terminar, Samuel sacó una maleta grande donde
iban sus utensilios más personales al momento de dormir. A lo que viendo a su
amiga tomar lugar en la cama, le dijo a layra:
─Layra, te quería comentar que uso pañales para
dormir, sé que ya soy grande para esto, pero no quiero provocarte
incomodidades, así que para dormir bien contigo, usaré uno esta noche.
Layra estaba creyendo que soñaba, había escuchado
decir por la boca de su amado amiguito que se pondría pañal para dormir en ese
momento, a lo que siendo muy gentil, le dijo con mucha ternura:
─Claro que sí, Samuelito, no te preocupes, no
tengo problemas con eso.
Entonces, Samuel se fue hacia el baño del
dormitorio, llevando el pañal.
Justo antes que Samuel cerrara la puerta del baño,
layra le dijo:
─Samuelito, si quieres te puedo ayudar.
Samuel encontró buena esa idea, por lo que regresó
con su amiga.
Entonces los dos se coordinaron bien para ese
momento. Samuel permitió que layra hiciera todo el trabajo.
Así como parecía que durarían mucho con el
proceso, así fue de rápido.
Ese momento era tan maravilloso. Layra había visto
a su amiguito Samuel en mallas y leotardo de ballet, y ahora, con su protector
nocturno.
Como layra quería probarse unos con ella, no
perdió la oportunidad de sincerarse con su amiguito y contarle su historia,
junto con los motivos por los que quería obtener unos pañales para ella.
Samuel no reprobó la idea que layra usara algo
como eso en ese instante, a lo que accedió a compartir.
Cuando layra se logró ver a sí misma con un pañal,
todo se volvió tan bonito para ella, todo le daba sentido. Así de fácil fue que
llegara el tema con su amado amiguito.
Samuel estaba feliz, tendría una amiga que sabía
su secreto nocturno y una amiga que también los necesitaba. Quien diría que
esos dos chicos, que estudiaban danza como cualquier otro alumno usando
leotardos, tenían muchas cosas en común…
Layra y Samuel se durmieron tranquilos.
Layra tenía que seguirse aprendiendo los
movimientos para que le salieran bien sus bailes.
Samuel tenía que mostrar ser el mejor, el mejor
niño bailarín de toda la clase de layra…
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