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Instituto Benforth - Capítulo 3






3


Todos por igual


|Primer día |







El inicio de clases en todos los niveles escolares se produjo. En todo el tiempo que los alumnos de las primarias usaban para prepararse, algunos chicos y chicas se encontraban colocándose un elemento extra a sus uniformes diarios, siendo ayudados por sus padres, encontrándose recostados en sus camas, siendo espolvoreados con talco para bebés y crema blanca anti rozaduras.
Seguido desayunaron, se terminaron de cambiar y salieron en ruta hacia su escuela…


Faltaba poco para que la directora del instituto Benforth llegara a su plantel. Por lo que ya había unas cuantas madres con sus hijos esperando que se abrieran las puertas. Era usual que los alumnos de todos los grados se conocieran un poquito, y en esos momentos en que se encontraban llegando poco a poco más padres, dejando a sus hijos en el lugar, ellos se miraban entre todos, sabiendo una sola cosa, como si se leyeran las mentes unos con otros con solo conectar miradas, pero ninguno comentaba nada ni con sus mejores amigos. Algunos niños y niñas de los sextos grados podían ver que los padres presentes, tenían en sus manos las mismas cartas que llegaron a sus domicilios días antes, un preciso motivo de lo que ellos y ellas sentían entre las piernas, lo cual era como tener ropa interior normal, pero con cintas sujetando por la cintura y mucho algodón, decorado con muchas figuritas infantiles en tonos pastel, de blanco, azul o rosa.
Era raro, demasiado raro, eso por primera vez se estaba dando en la vida.
Las personas que pasaban caminando, que no tenían hijos inscritos ahí, con solo acercarse, sentían aromas a talco para bebés en todo el aire, como si todos por igual estuviesen perfumados con lo mismo. Pero no sabían la razón.
Una mujer de un par de madres que aguardaban la apertura del colegio, quien tenía a su hijo en el tercer grado, le dijo a una:
Ya falta poco para que abran. Que rara esta medida explicada en la carta.
La otra mujer quién tenía a su hija en nivel de cuarto grado, le sonrió un poco, seguido hizo un gesto por la segunda opinión mencionada. Luego añadió:
Sí, raro, pero dijeron que estarán reparando los baños. Esperemos no dure mucho la reparación. Yo traje a mi pequeña en pañales, por si es cierto, pero en caso de que no, le indiqué que se lo quite, pues ya sabe usar bien los sanitarios en cualquier lugar.
Su receptora sonrió, y también añadió:
Es cierto, según en la carta dice que durarán pocos días. Al menos pienso yo, que así no pierden tiempo en esperar que regresen los que van al baño, y luego tener que repetir la parte perdida, retrasándose. Yo igual traje al mío en pañales. Se le nota con su pantalón por atrás.
Los dos niños que escuchaban a sus madres hablar, se vieron, pues se conocían un poco por frecuentar en las horas de recreo caminando o corriendo, teniendo en sus mentes la imagen de ellos el uno al otro usando pañales; a quien no se le notaba en nada era a la niña, por su falda. Lo mismo hacían con los demás que estaban un poco alrededor, y con los que iban llegando con sus mochilas y loncheras.
Conforme llegaban padres, habían algunos que al quedarse ya parados en la espera de la apertura, al entregarles la mochila y el dinero para el día a sus hijos, les daban un pañal blanco en la mano, como si fuese su almuerzo o complemento más para las clases, y no iba a ser tan errado de ahora en adelante.
Ningún niño ni niña decía algo a pesar de conocerse un poco de grupo a grupo o ir en un solo salón, pues en sus mentes todos sabían lo mismo, la misma idea era que todos portaban un pañal a su talla esa mañana, o se lo pondrían al ingresar así como habían indicado en la carta. Lo único que se escuchaba eran las conversaciones de los padres, por teléfono y los que se conocían por frecuentar por las mañanas.
Siete minutos después, el personal que mantenía limpia la escuela llegó al plantel, abriendo las puertas, permitiendo el acceso al colegio, el cual yacía limpio desde la tarde anterior.
Los niños se echaron sus mochilas al hombro, les dijeron adiós a sus padres y familiares, comenzando a ingresar sin decir nada, viendo los rayos del sol iluminar el pasto del gran campo de fútbol, la gran pista de baloncesto recién pintada con sus canastas nuevas, botes de basura vacíos por doquier y leyendo una lona plástica en el techado de la pista de baloncesto que decía BIENVENIDOS ALUMNOS. A pesar de ya conocer su colegio, de haber crecido un poco ahí para los que ingresaron desde primer grado, con solo verlo como nuevo por el mantenimiento y el olor a madera con el de pintura, no era lo mismo, todos coincidían en eso en sus mentes, ¡No era lo mismo!
Los chicos que eran del sexto grado, cuando se reunieron un poco para irse formando como grupo, se saludaron instintivamente, haciéndose gestos y golpecitos con los puños, dirigieron sus miradas hacia los sanitarios, corroborando lo que habían leído en la carta.
Ni modos, tendrán que usar lo que pidieron. Comentó uno de ellos con risas.
Es cierto, lo de los pañales es cierto. Añadió otro.
Cuando todos los niños dirigían sus miradas hacia las puertas de los sanitarios, viendo las figuritas de niños y niñas animadas, se percataban que las cerraduras tenían candados y alambres, teniendo algunos materiales de reparación como herramientas y cemento en sus bolsas. Eso les hacía sentir resignación para cuando les diesen ganas de ir al baño; había algunos que para nada les agradaba tener que usar el pañal que traían puesto por la fuerza, y ya pensaban en una oportunidad para quitárselo, el problema era dónde.
Para esa mañana ya parecía estar todo preparado. Pues los chicos que bien se percataban de lo que pasaba, vieron que la mujer que era la directora llegó a donde se hallaba un micrófono y una bocina, encendiendo el aparato para iniciar a hablar. La directora del Instituto Benforth llamada Margarita, una mujer alta y robusta bien vestida como ejecutiva, llegó ante la gran masa de niños y niñas mezclados que portaban el mismo uniforme, y les habló:
¡Buenos días, caballeritos y caballeritas!.
Su saludo provocó que todos sonrieran, pues a pesar de ser estricta como persona y por tener un cargo como ese, era bastante alegre, bromista y accesible. Todos los alumnos en coro le respondieron: ¡¡Buenos días!! Ella continuó:
¡Vean qué bonita está la escuela… luce estupenda en esta fresca mañana los niños le seguían escuchando en silencio, observando que sus profesores iban llegando a pararse a un lado de la directora. Espero hayan tenido bonitas vacaciones, breves, pero bonitas. Como verán, a su escuela, está estrenando nuevos elementos en los salones, hay cajas de tiza nuevas, borradores nuevos, pupitres pintados y barnizados, sus maestros tienen nuevos instrumentos en general, en eso… ya podemos iniciar a continuar siendo los mejores. Ahora bien, hace días, ustedes recibieron una carta, una cartita bonita de parte de esta escuela, una que decía que estamos teniendo un severo problema temporal, el cual es que los baños están en reparación, por hora no sirven para nada, están completamente inútiles, pero ya nuestros técnicos están en eso, y es seguro que en menos de diez días ya estén disponibles para todos. Seguro se preguntarán, ¿cómo voy a ir al baño? Para eso ya les hicimos saber, y en total sentido, usar. Creo que todos ustedes por igual en este día, traen pañal desechable bajo el uniforme, lo cual es bueno, pues ese será su baño momentáneo mientras todo se soluciona. Pediré esto en este momento, quiero que por favor, levanten la mano los que sí traen pañal puestoLos niños se miraron por completo unos a otros. Los de primer grado, como eran juguetones y curiosos, levantaron la mano sin problemas, siendo animados por su maestra; los de segundo, lo hicieron algunos; tercer grado levantaron la mano completamente; cuarto grado, no muchos; quinto y sexto, entre risitas la levantaron y bajaron rápido. Bien, pero ahora, quiero que por favor, levanten la mano, los que no traen, porque serán puestos en estos momentos en uno, solo si lo requieren y no pudieron ponérselo antes de salir de casa, porque como ya ven, los baños no sirven y no podrán usar las jardineras ni las esquinas del campo de fútbol, ya hemos puesto a personal que vigile esos ángulos de la escuela seguido con más confianza, los que no traían, que eran pocos, alzaron la mano. Bien, no se preocupen. Los que no traen pañal, por favor, vayan a que se los pongan, entregando sus cartas con la firma de autorización por sus padres. Los que sí lo tienen, pueden subir a sus salones, les deseo un buen inicio de clases, estudien mucho, obtengan las mejores calificaciones, y serán bien recompensados como ya saben, en los finales de periodo escolar. Gracias por su atención, y cualquier asunto, pueden ingresar a buscarme en la dirección.
La maestra margarita cedió el micrófono para que fuese guardado. Enseguida las otras maestras y maestros, comenzaron a llevarse formados a sus grupos, subiendo las escaleras con todos ellos en filas para no provocar una gran estampida de niños.
Y así fue, hasta que poco a poco la plaza central se quedó vacía, lográndose escuchar los murmullos desde ese piso.
Los que no traían pañal, se fueron hacia el aula destinada a los cambios, donde todos esos pocos alumnos vieron que se hallaban tres cortinas que atravesaban los anchos, formando divisiones, como si fuesen camillas de hospitales. Bajaron sus mochilas, y la maestra Maritza, les dijo:
Haber pequeñitos, los que ya me conocen, y quieran que yo les ponga su pañal pero súper rápido, vengan conmigo aquí en la primer mesa.
Los chicos mezclados de varios grupos se rieron poniéndose rojos, y los que sí quisieron, que fueron ocho, formaron una fila rápido ante ella. Las niñas que se mostraron reservadas, se apartaron hacia la siguiente mesa cubierta por la cortina, en la que otra mujer contratada para eso, llegó para lo suyo.
Después de minutos en los que se perdió la vergüenza, los chicos de la maestra Maritza comenzaron a desvestirse poco a poco, y cuando se encontraron en calzoncillos, el primero del grado de tercero, se subió a la mesa, acostándose, y la maestra le terminó de desvestir con cuidado. La maestra Maritza le subió la playera del uniforme hasta su pecho; los demás compañeros del solicitante de un pañal no se reían mucho de él, pues ya les tocaría estar igual; Maritza sacó un pañal de la caja, al igual que una gran botella de talco, que parecía un botellón de agua. El chico permitió que le rociaran talco en su pene y sus pompas, llenándose de una sensación de frescura, gustándole el que su maestra favorita que le llegaba a dar clases por turnos le espolvoreara talco. Continuamente, ella le puso el pañal bajo las pompas y terminó por cerrárselo en su cintura en la mejor comodidad, llenándose de grandes recuerdos. Al bajarse el chico, alejándose del gran escritorio que usaban para eso, sintió sus piernas separadas, algo que le cubría similar a un calzón pero bastante grueso forrado de plástico; seguido se volvió a subir su uniforme, fajándose la playera.
La maestra Maritza hizo lo mismo con los demás.
Las niñas que también no lo traían fueron puestas en uno. Al mismo ritmo que los niños, ellas se bajaban del escritorio teniendo el blanco pañal, especial para ellas en sus colores rosa con blanco pastel.
Sintiéndose raros, se fueron hacia sus salones, oliendo infantil por los talcos, llevando un sonido que provenía de un lugar al momento de dar pasos continuos. Cuando subían las escaleras, cada uno de ellos pensaba, ¿quién de todo el alumnado sería el primero en ser cambiado?












5 comentarios:

  1. porfavor escribe que los maestros les cambien los pañales con mucha popó, en las clases enfrente de todos y les enseñen a como deben de ser cambiados los pañales
    me gusta eso de que sean cambiados de pañales en la escuela y en el salon de clases

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    1. Claro que asi será. Muchas gracias por tus valoraciones y comentarios.. :D :D :D

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  2. Hola.
    Bonitos trabajos.
    Saludos desde Guadalajara.

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    1. Hola, saludos allá, gracias por venir a visitar, me alegra inmensamente que te guste. :D :D :D :D

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  3. hola chabalote cuando actualisaras esta historias

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