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Todos por igual
|Primer día |
El inicio de clases en todos los niveles
escolares se produjo. En todo el tiempo que los alumnos de las primarias usaban
para prepararse, algunos chicos y chicas se encontraban colocándose un elemento
extra a sus uniformes diarios, siendo ayudados por sus padres, encontrándose
recostados en sus camas, siendo espolvoreados con talco para bebés y crema
blanca anti rozaduras.
Seguido desayunaron, se terminaron de
cambiar y salieron en ruta hacia su escuela…
Faltaba poco para que la directora del
instituto Benforth llegara a su plantel. Por lo que ya había unas cuantas
madres con sus hijos esperando que se abrieran las puertas. Era usual que los
alumnos de todos los grados se conocieran un poquito, y en esos momentos en que
se encontraban llegando poco a poco más padres, dejando a sus hijos en el
lugar, ellos se miraban entre todos, sabiendo una sola cosa, como si se leyeran
las mentes unos con otros con solo conectar miradas, pero ninguno comentaba
nada ni con sus mejores amigos. Algunos niños y niñas de los sextos grados
podían ver que los padres presentes, tenían en sus manos las mismas cartas que
llegaron a sus domicilios días antes, un preciso motivo de lo que ellos y ellas
sentían entre las piernas, lo cual era como tener ropa interior normal, pero
con cintas sujetando por la cintura y mucho algodón, decorado con muchas
figuritas infantiles en tonos pastel, de blanco, azul o rosa.
Era raro, demasiado raro, eso por primera
vez se estaba dando en la vida.
Las personas que pasaban caminando, que
no tenían hijos inscritos ahí, con solo acercarse, sentían aromas a talco para
bebés en todo el aire, como si todos por igual estuviesen perfumados con lo
mismo. Pero no sabían la razón.
Una mujer de un par de madres que
aguardaban la apertura del colegio, quien tenía a su hijo en el tercer grado,
le dijo a una:
─Ya
falta poco para que abran. Que rara esta medida explicada en la carta─.
La otra mujer quién tenía a su hija en nivel
de cuarto grado, le sonrió un poco, seguido hizo un gesto por la segunda
opinión mencionada. Luego añadió:
─Sí,
raro, pero dijeron que estarán reparando los baños. Esperemos no dure mucho la
reparación. Yo traje a mi pequeña en pañales, por si es cierto, pero en caso de
que no, le indiqué que se lo quite, pues ya sabe usar bien los sanitarios en
cualquier lugar─.
Su receptora sonrió, y también añadió:
─Es
cierto, según en la carta dice que durarán pocos días. Al menos pienso yo, que
así no pierden tiempo en esperar que regresen los que van al baño, y luego
tener que repetir la parte perdida, retrasándose. Yo igual traje al mío en
pañales. Se le nota con su pantalón por atrás─.
Los dos niños que escuchaban a sus
madres hablar, se vieron, pues se conocían un poco por frecuentar en las horas
de recreo caminando o corriendo, teniendo en sus mentes la imagen de ellos el
uno al otro usando pañales; a quien no se le notaba en nada era a la niña, por
su falda. Lo mismo hacían con los demás que estaban un poco alrededor, y con
los que iban llegando con sus mochilas y loncheras.
Conforme llegaban padres, habían algunos
que al quedarse ya parados en la espera de la apertura, al entregarles la
mochila y el dinero para el día a sus hijos, les daban un pañal blanco en la
mano, como si fuese su almuerzo o complemento más para las clases, y no iba a
ser tan errado de ahora en adelante.
Ningún niño ni niña decía algo a pesar
de conocerse un poco de grupo a grupo o ir en un solo salón, pues en sus mentes
todos sabían lo mismo, la misma idea era que todos portaban un pañal a su talla
esa mañana, o se lo pondrían al ingresar así como habían indicado en la carta.
Lo único que se escuchaba eran las conversaciones de los padres, por teléfono y
los que se conocían por frecuentar por las mañanas.
Siete minutos después, el personal que mantenía
limpia la escuela llegó al plantel, abriendo las puertas, permitiendo el acceso
al colegio, el cual yacía limpio desde la tarde anterior.
Los niños se echaron sus mochilas al
hombro, les dijeron adiós a sus padres y familiares, comenzando a ingresar sin
decir nada, viendo los rayos del sol iluminar el pasto del gran campo de
fútbol, la gran pista de baloncesto recién pintada con sus canastas nuevas,
botes de basura vacíos por doquier y leyendo una lona plástica en el techado de
la pista de baloncesto que decía BIENVENIDOS ALUMNOS. A pesar de ya conocer su
colegio, de haber crecido un poco ahí para los que ingresaron desde primer
grado, con solo verlo como nuevo por el mantenimiento y el olor a madera con el
de pintura, no era lo mismo, todos coincidían en eso en sus mentes, ¡No era lo
mismo!
Los chicos que eran del sexto grado,
cuando se reunieron un poco para irse formando como grupo, se saludaron
instintivamente, haciéndose gestos y golpecitos con los puños, dirigieron sus
miradas hacia los sanitarios, corroborando lo que habían leído en la carta.
─Ni
modos, tendrán que usar lo que pidieron─. Comentó uno de ellos con risas.
─Es
cierto, lo de los pañales es cierto─. Añadió otro.
Cuando todos los niños dirigían sus
miradas hacia las puertas de los sanitarios, viendo las figuritas de niños y
niñas animadas, se percataban que las cerraduras tenían candados y alambres, teniendo
algunos materiales de reparación como herramientas y cemento en sus bolsas. Eso
les hacía sentir resignación para cuando les diesen ganas de ir al baño; había
algunos que para nada les agradaba tener que usar el pañal que traían puesto
por la fuerza, y ya pensaban en una oportunidad para quitárselo, el problema
era dónde.
Para esa mañana ya parecía estar todo
preparado. Pues los chicos que bien se percataban de lo que pasaba, vieron que
la mujer que era la directora llegó a donde se hallaba un micrófono y una
bocina, encendiendo el aparato para iniciar a hablar. La directora del
Instituto Benforth llamada Margarita, una mujer alta y robusta bien vestida
como ejecutiva, llegó ante la gran masa de niños y niñas mezclados que portaban
el mismo uniforme, y les habló:
─¡Buenos
días, caballeritos y caballeritas!─.
Su saludo provocó que todos sonrieran,
pues a pesar de ser estricta como persona y por tener un cargo como ese, era
bastante alegre, bromista y accesible. Todos los alumnos en coro le respondieron:
¡¡Buenos días!! Ella continuó:
─¡Vean
qué bonita está la escuela… luce estupenda en esta fresca mañana ─los niños le
seguían escuchando en silencio, observando que sus profesores iban llegando a
pararse a un lado de la directora─. Espero hayan tenido bonitas vacaciones, breves,
pero bonitas. Como verán, a su escuela, está estrenando nuevos elementos en los
salones, hay cajas de tiza nuevas, borradores nuevos, pupitres pintados y
barnizados, sus maestros tienen nuevos instrumentos en general, en eso… ya
podemos iniciar a continuar siendo los mejores. Ahora bien, hace días, ustedes
recibieron una carta, una cartita bonita de parte de esta escuela, una que
decía que estamos teniendo un severo problema temporal, el cual es que los baños
están en reparación, por hora no sirven para nada, están completamente
inútiles, pero ya nuestros técnicos están en eso, y es seguro que en menos de
diez días ya estén disponibles para todos. Seguro se preguntarán, ¿cómo voy a
ir al baño? Para eso ya les hicimos saber, y en total sentido, usar. Creo que
todos ustedes por igual en este día, traen pañal desechable bajo el uniforme,
lo cual es bueno, pues ese será su baño momentáneo mientras todo se soluciona.
Pediré esto en este momento, quiero que por favor, levanten la mano los que sí
traen pañal puesto─ Los niños se miraron por completo unos a otros. Los
de primer grado, como eran juguetones y curiosos, levantaron la mano sin
problemas, siendo animados por su maestra; los de segundo, lo hicieron algunos;
tercer grado levantaron la mano completamente; cuarto grado, no muchos; quinto
y sexto, entre risitas la levantaron y bajaron rápido─. Bien, pero
ahora, quiero que por favor, levanten la mano, los que no traen, porque serán
puestos en estos momentos en uno, solo si lo requieren y no pudieron ponérselo
antes de salir de casa, porque como ya ven, los baños no sirven y no podrán
usar las jardineras ni las esquinas del campo de fútbol, ya hemos puesto a
personal que vigile esos ángulos de la escuela─ seguido con más confianza, los que no traían, que
eran pocos, alzaron la mano─. Bien, no se preocupen. Los que no traen pañal, por
favor, vayan a que se los pongan, entregando sus cartas con la firma de
autorización por sus padres. Los que sí lo tienen, pueden subir a sus salones,
les deseo un buen inicio de clases, estudien mucho, obtengan las mejores
calificaciones, y serán bien recompensados como ya saben, en los finales de
periodo escolar. Gracias por su atención, y cualquier asunto, pueden ingresar a
buscarme en la dirección.
La maestra margarita cedió el micrófono
para que fuese guardado. Enseguida las otras maestras y maestros, comenzaron a
llevarse formados a sus grupos, subiendo las escaleras con todos ellos en filas
para no provocar una gran estampida de niños.
Y así fue, hasta que poco a poco la
plaza central se quedó vacía, lográndose escuchar los murmullos desde ese piso.
Los que no traían pañal, se fueron hacia
el aula destinada a los cambios, donde todos esos pocos alumnos vieron que se
hallaban tres cortinas que atravesaban los anchos, formando divisiones, como si
fuesen camillas de hospitales. Bajaron sus mochilas, y la maestra Maritza, les
dijo:
─Haber
pequeñitos, los que ya me conocen, y quieran que yo les ponga su pañal pero
súper rápido, vengan conmigo aquí en la primer mesa─.
Los chicos mezclados de varios grupos se
rieron poniéndose rojos, y los que sí quisieron, que fueron ocho, formaron una
fila rápido ante ella. Las niñas que se mostraron reservadas, se apartaron
hacia la siguiente mesa cubierta por la cortina, en la que otra mujer
contratada para eso, llegó para lo suyo.
Después de minutos en los que se perdió
la vergüenza, los chicos de la maestra Maritza comenzaron a desvestirse poco a
poco, y cuando se encontraron en calzoncillos, el primero del grado de tercero,
se subió a la mesa, acostándose, y la maestra le terminó de desvestir con
cuidado. La maestra Maritza le subió la playera del uniforme hasta su pecho;
los demás compañeros del solicitante de un pañal no se reían mucho de él, pues
ya les tocaría estar igual; Maritza sacó un pañal de la caja, al igual que una
gran botella de talco, que parecía un botellón de agua. El chico permitió que
le rociaran talco en su pene y sus pompas, llenándose de una sensación de
frescura, gustándole el que su maestra favorita que le llegaba a dar clases por
turnos le espolvoreara talco. Continuamente, ella le puso el pañal bajo las
pompas y terminó por cerrárselo en su cintura en la mejor comodidad, llenándose
de grandes recuerdos. Al bajarse el chico, alejándose del gran escritorio que
usaban para eso, sintió sus piernas separadas, algo que le cubría similar a un
calzón pero bastante grueso forrado de plástico; seguido se volvió a subir su
uniforme, fajándose la playera.
La maestra Maritza hizo lo mismo con los
demás.
Las niñas que también no lo traían
fueron puestas en uno. Al mismo ritmo que los niños, ellas se bajaban del
escritorio teniendo el blanco pañal, especial para ellas en sus colores rosa
con blanco pastel.
Sintiéndose raros, se fueron hacia sus
salones, oliendo infantil por los talcos, llevando un sonido que provenía de un
lugar al momento de dar pasos continuos. Cuando subían las escaleras, cada uno
de ellos pensaba, ¿quién de todo el alumnado sería el primero en ser cambiado?
porfavor escribe que los maestros les cambien los pañales con mucha popó, en las clases enfrente de todos y les enseñen a como deben de ser cambiados los pañales
ResponderBorrarme gusta eso de que sean cambiados de pañales en la escuela y en el salon de clases
Claro que asi será. Muchas gracias por tus valoraciones y comentarios.. :D :D :D
BorrarHola.
ResponderBorrarBonitos trabajos.
Saludos desde Guadalajara.
Hola, saludos allá, gracias por venir a visitar, me alegra inmensamente que te guste. :D :D :D :D
Borrarhola chabalote cuando actualisaras esta historias
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