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Instituto Benforth - Capítulo 2




La llegada de todas las cartas





A
l día siguiente, los maestros y la directora tenían todas las cartas impresas en hojas blancas. Ellos mismos se encontraban depositando los papeles blancos dentro de sobres amarillos de tamaño regular, a los cuales después iban sellando con las insignias del Instituto Benforth. Por último, la directora las firmaba con su mano, para que todas tuvieran validez; acción que le había cansado mucho, pues llevaba en eso más de hora y media haciendo su misma firma.

Al término, un solo maestro llevó las cartas hasta la entrada, donde llegó poco tiempo después un personal de la mensajería postal de la ciudad a llevarse el gran paquete y empezar la repartición.
Así los profesores se mantuvieron ese mismo día acomodando las sillas en sus respectivos salones. No solo para reponer los mobiliarios donde hacían falta, sino para vaciar un salón lleno de cosas viejas que no se habían usado en largo periodo, como libros rotos, trozos de sillas y mesas, papeles y cartulinas hechos rollo, tizas, paños y otros utensilios manejados en las horas de educación física, por lo que todo eso lo estaban llevando en bolsas negras hacia la entrada principal para tirarlos a la basura.
Dos maestras limpiaban el suelo del nuevo salón vacío, retirando las viejas láminas de las paredes, colocando ilustraciones alegres sobre chicos estudiando, sentados leyendo, animaciones que comían, personajes de los libros de estudio, letras pintadas a mano, pero sobre todo, dejaron en el muro más amplio de todo ese salón viejo, un recorte grande de un bebé que jugaba con sus sonajas, portando un pañal del que parecían emerger nubes de talco.
Hallándose totalmente vacío, llevaron dos escritorios viejos que decidieron no tirar, para limpiarlos y darles color, colocándole encima de la tabla plana una capa de plástico movible, que se adhería fácilmente a la madera, material idéntico con el que se forraban los libros.
Cuando estuvieron pintadas, les dejaron por último cajas alrededor, para guardar en ellas los materiales más próximos; situando a un lado de los dos escritorios, una pequeña silla, y ésta sirviese de apoyo para los que no alcanzaran a subirse.
Por ese periodo breve en el que tendrían distintas maneras de hacer las cosas, en el salón donde habían colocado los dos escritorios, quedaron tres maestras a cargo del cuidado de que todo funcionara bien, una de ellas era la maestra Maritza, quien se moría por que todo comenzara; teniendo la tarea de hacer el inventario diario de elementos que se agotaran por los días de reparación, al igual que el ver que los personales contratados hicieran bien la labor ante alguna necesidad.
Al estar todo listo en el Instituto Benforth, por la tarde, antes de que cayera la noche, los personales de la limpieza empezaron a romper las secciones dañadas de los sanitarios, sellando la puerta con cinta y alambres, para que los alumnos no tuvieran acceso al lugar de trabajo que se llenaría de escombro.


El paquete con cartas empezaba a ser repartido.

El mismo cartero que se había llevado la gran caja, la había puesto en la rejilla de su bicicleta para dedicarse esa misma tarde fresca a dejarlas en los buzones de las casas.
De manera rápida, viajando de colonias en colonias, primero por las más cercanas al instituto, seguido por las más lejanas, las fue dejando, corriendo de los perros guardianes que había en algunas viviendas… hasta que poco a poco se fueron acabando.



Un chico estudiante del instituto, quien iba en sexto grado, recogió de su buzón la carta proveniente de su escuela, caminando con sus padres para entregársela…
Una niña del primer grado, recibió la misma carta de sobre amarillo que había recogido su perrito al caer ésta en el suelo, abriéndola…


Esa misma noche, varios alumnos del mismo colegio recogieron el sobre, leyéndola antes de entregársela a sus padres, llenándose de gran alivio, pues habían creído que se trataba de la boleta con calificaciones o un reporte sorpresa sobre sus conductas en todo momento. Pero lo que los dejó perplejos, con un gran signo de interrogación en la cabeza, fue lo que iba en el mensaje.

Al otro día, los padres que atendieron sus correos, obtuvieron la misma carta color amarilla en sus buzones, empezando a tener muchas dudas al respecto. Otros creían que era una rotunda broma, pero al leer bien las descripciones de la fuente del problema, y ver la firma de la autoridad escolar, empezaron a asimilar el hecho de que ese remedio sí duraría por unos pocos días.

La carta decía:


«Estimado padre de familia.

Le doy un cordial saludo.  

Por este medio, me tomo la oportunidad de comunicarle que estos días a clases serán con normalidad. Esperaremos a sus hijos con las puertas abiertas a las 7: 30 de la mañana, con sus debidos uniformes, el cual es el normal de siempre: para los varones, pantalón y playera de polo con el logotipo de la escuela, zapatos negros bien lustrados; vestido y playera de polo, zapatos negros, para las niñas. El cierre de la puerta sin prórroga será como ha venido siendo a las 8: 00 am. 
A pie de esta notificación, aprovecho para notificarle que por nuestros inicios, tendremos evaluaciones por parte de las academias de alto prestigio, a lo que rogamos no hagan estar ausentes a sus hijos.

Ligado a esto, por motivos ajenos a nosotros, valorando que usted entiende que los problemas técnicos de nuestras instalaciones no podemos predecirlos, le informo que nuestro plantel está teniendo reparaciones en los sanitarios, pues hace un poco de tiempo nos percatamos que las tuberías se encuentran rotas, ahora están totalmente dañadas y nuestros sanitarios estarán fuera de servicio por casi once días. Quiero notificarle que el primer día, con la intención de no perder labores por el motivo de las evaluaciones que le darán reconocimiento a nivel estado a nuestro plantel, todos los alumnos del primero al sexto grado, deberán volver usando pañales desechables, de la talla que mejor les vengan. Éstos serán dados por nosotros, el Instituto Benforth Lawrence cubrirá los gastos en pañales para sus hijos, y podrán usar cuantos quieran para estar en las horas de clases. Hemos contratado personal calificado para los momentos de cambios, y colocamos un área grande para su aseo, llena con todo lo indispensable, el cual no será en los sanitarios por estos días. Si gusta enviar a sus hijos sin pañales, puede hacerlo, no es una fuerte imposición el uso de estos elementos, pero será cómodo que esté protegido en las horas que requiera salir, pues definitivamente no habrá lugar y nuestras jardineras no pueden ser usadas para esos fines. De igual manera, si usted desea enviarlos con sus pañales puestos, pueden asistir así, solo en la entrada deberán demostrar que los llevan puestos.
Esperamos esta medida sea comprensiva para usted, la cual no durará mucho, únicamente estará vigente por once días, o mucho menos, dependiendo de nuestra efectiva reparación en los sanitarios.
Si tiene dudas respecto a la medida y gusta tener aclaraciones mejores, siéntase en confianza llamando al número de nuestro instituto, la trabajadora social los atenderá con todo el gusto para cotejar.

Sin más por el momento, reciba un cordial saludo»

Mtra. Margarita Brizuela Pinto.
INSTITUTO BENFORTH
Directora.





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