3
El nuevo orden de la vida
Eduardo
y Jimena no podían evitar la mirada hacia el pañal que llevaba su hermano bajo
la ropa. El bulto frontal entre sus piernas era bastante evidente. Luego
Eduardo dejó salir su risa un poco. Jimena le dijo a su hermano mayor:
─¿Pero por qué hiciste eso? Es raro. Mamá y papá
siempre comentaban esas cosas que sospechaban de ti, hasta ahora se ve que
tenían razón─.
René no dijo nada, solo estaba observando
detenidamente la televisión.
─¿Te hiciste popó en tu pañal?─. Le dijo Eduardo,
conservando sus risas.
─¡Mira mejor cállate!─. Le gritó René.
─¡Es cierto, ahorita lo vi que mamá le estaba
cambiando como bebé, así acostado con las piernas arriba y tenía todo el
trasero sucio…
─¡YA!
En el momento en que Rene quiso levantarse para
darle un pequeño golpe a Eduardo, apareció Casandra y les dijo:
─¡Para ustedes dos, no molesten a su hermano así,
porqué los pondré en pañales a los dos y estarán como él y así de castigados.
Así que cuídense con lo que le hacen o le dicen. Además, quiero que le hablen
bien, le mimen mucho, porque ya no tiene edad de joven, ahora es un pequeñito
que no sabe nada de la vida─.
Jimena y Eduardo ya no dijeron nada, solo se
quedaron en silencio. René se sentía incómodo, quería salirse de su casa
corriendo por la puerta pero las personas le podrían divisar el pañal bajo su
ropa así de fácil por lo mucho que se le marcaba. A lo que solo se puso de pie
para irse a la mesa de afuera, la que tenían al lado de la piscina. Sus
hermanos le quedaron viendo de nuevo los grandes bultos.
Allí se quedó afuera, pensando en las locuras que
había hecho, arrepintiéndose de haber tratado de robar esos pañales en su misma
fábrica. Hasta que dieron las diez de la noche.
Casandra llegó caminando, René no le miraba a los
ojos, y cuando su madre se posó ante él, le extendió lo que llevaba en las
manos. El joven vio que era un biberón con leche y chocolate, calientita y
llena de espuma, que hasta parecía refresco.
─¿Qué es eso?─. Preguntó él, con su tono
irritante.
─Mi Renito, es tu leche, tu breve cena para que te
duermas tranquilo─. Respondió ella, poniéndosela al chico en una de sus
piernas.
─Pero no quiero leche, sabes que me cae pesada y
me aguada el estómago. Menos en biberón─. Repuso René, con el mismo estilo.
─Mmmm, pues si no la quieres ahora, será más al
rato que tengas algo de antojo por la noche, ya ves que siempre sales a beber
algo por la madrugada, por eso te he hecho tu leche─. Le dijo Casandra.
Seguido le tomó la mano a su joven, haciéndole
ponerse de pie. Ella le llevó así hasta su cuarto.
Jimena y Eduardo ya se preparaban para dormir.
Ellos dos se cambiaban allí mismo en su lugar de descanso. Eduardo se desvestía
hasta quedarse en su calzón de un solo color, poniéndose su pijama de tela
fresca.
─Oye, ¿y qué se sentirá traer pañal?─. Preguntó
Eduardo a su hermana. Jimena también se desvestía a un lado de la litera aunque
su hermano le viese, siendo tan sensual a su edad así como su madre, mostrando
sus calzones color rosa al igual que cuando tenía una pijamada con sus amigas.
─No sé, dile a mamá que te ponga uno así como a
Rana, y así lo comprobarás por ti mismo─. Le dijo Jimena, vistiéndose con su
pijama igual a la de su hermanillo, pero color rosa.
Eduardo sonrió por el hecho que Jimena compartía
su gusto cómico por decirle Rana a su hermano mayor. Pero negó la idea en su
mente de pedir un pañal para dormir. Apagaron la luz del cuarto y sus celulares
en sus alarmas y se metieron a la cama.
Casandra llegó con su joven al cuarto, escuchando
que sus dos chicos menores se habían acostado ya de forma ritual, apagando la
luz.
─Acuéstate─. Le indicó a René, señalando a la
cama.
René obedeció, viendo que su madre ponía su
biberón con la leche entre sus almohadas.
Ella le desabrochó su botón de la bermuda y le
retiró la prenda, dejándole el pañal a la vista. Le empujó para que se
acostara. René pensó que le iba a cambiar el pañal aun estando seco, pero luego
sintió las manos de su madre pasar por su pañal, en su entrepierna, luego por
sus pompas.
─Bien, si te dan ganas de hacer pipí, o popó de
nuevo, ya sabes que pare eso está tu hermoso pañal, hijito. Vas a dormir así,
para que no pases calor. Allí quedará tu leche para que la tomes en la
madrugada─. Repuso ella. Luego levantó las sábanas y René entró quedándose boca
arriba. El jovencillo recibió bien el beso en su frente que su madre le dio,
luego ella caminó a apagar la luz.
“Esto es
patético”, pensó René, con esa furia en su interior que no podía revelar
con el más mínimo intento.
Los momentos que se quedó sentado en la cama
pensando en todos sus amigos, lo que estaría por venir, le hizo tomar
diferentes posturas en su cama, agradeciendo que por fuera llegase más aire
fresco a rozar con su piel. Tampoco negaba que la comodidad del pañal fuese
real, le gustaba escuchar cómo tronaba ese plástico colorido cuando cambiaba de
posiciones, pero seguía en lo mismo de que todo eso era una gran exageración.
De tanto pensar y pensar con molestia, se quedó
dormido.
AL DÍA SIGUIENTE…
La hora de las 7 ya iba en curso. Afuera en toda
la colonia hacía frío y no había mucho movimiento, únicamente algunos niños que
iban en camino a las tortillerías y tiendas para comprar las encomiendas para
sus desayunos.
René abrió los ojos de forma lenta, había soñado
con sus temas en la escuela, los que de repente se volvían un poco exagerados,
pero cuando retornó a su realidad con el dilema en su casa, todo se le olvidó
de un tajo. Se sentó lentamente en la cama, observando sus piernas desnudas, y
el pañal que le cubría su intimidad.
De forma habitual las ganas de orinar le
volvieron. Estas se le acumularon y le hicieron erizar la piel por el ardor al
contenerlo. Pensó en arrancarse el pañal y hacerse en otro lado, salir
corriendo al baño en oportunidad que era temprano. La idea se le hizo buena,
sonrió un poco y contuvo las ganas por más minutos. Salió de su cama haciendo a
un lado sus sábanas y se acercó a la puerta. La abrió lentamente, escuchando
que abajo había ruidos de alguien caminando. Se mantuvo mirando por la pequeña
abertura que le daba vista a la sala, donde podía ver los sillones; escuchó la
tenue música instrumental de ambiente y vio a su madre caminando ya lista para
su día domingo, con su ropa normal de estar en casa, lo que no le quitaba nada
de atractiva.
René bailó allí de pie arrugando la cara. Se
desesperó mucho pues su vejiga ya le ardía. No quería empeorar más las cosas,
no con su madre, sino con su cuerpo por resistirlo, y cerró la puerta, para
mojarse en el pañal en su privacidad.
Caminó hacia la cama y se volvió a meter bajo las
sábanas. Estiró las piernas y no dudó en dejarlo salir todo lentamente. Cerró
los ojos para sentir su pipí escurrirle, y así fue.
Enseguida se alivió, dejó salir sus ganas de
mojarse lentamente, y su pipí amarilla fue poniendo en ese color el algodón
blanco que le cruzaba toda su entrepierna, y puso igual la parte que cubría sus
pompas. Por el alivio, no pudo detenerlo, todo salió tan bien que le hizo
sentir cosquillas y un suspiro.
Al término, el chico tocó su pañal, sintiendo que
se había hecho grande y más pesado. Se hincó en la cama para palparlo mejor,
afirmando que sí absorbían bien, eran tan buenos como los que hacían en la
producción regular, solo que con impresiones infantiles y colores pastel.
“debería
quitármelo yo mismo”, pensó él, volviéndose a acostar.
Pasó un ratito más, y dieron las 8 de la mañana,
donde René se dormía por minutos y despertaba. Luego de quedarse pacíficamente
dormido, llegó Casandra abriendo la puerta sin hacer mucho ruido. René escuchó
sus pasos cuando se le aproximaba con las manos en la cintura. Y abrió los ojos
de golpe.
Ambos conectaron mirada. Casandra le sonrió y le
hizo ojitos.
─¿Cómo durmió mi Renito? Espero que muy bien,
vamos a prepararte para tu domingo y primero, a cambiarte ese pañal─. Dijo
ella.
René estaba cubierto con la sábana, y no quiso
moverse. Ella le retiró la sábana, poniendo los ojos en el hinchado pañal.
─Mi Renito se mojó, que bien. Vamos a darte un
baño para que se te vaya ese fuerte olor a pipí, luego a desayunar─. Repuso
ella.
Así que le indicó que se pusiera delante de ella
ahí mismo en la cama. René se acomodó con pena, pues no se acostumbraba a que
le viesen el pañal tan lleno como en ese instante. Su madre le retiró las
cintas y bajó la parte frontal, viendo el algodón amarillo y el pene flácido de
su hijo, el que se veía muy bien sin ningún bello.
─¿No quieres hacer popó por ahora? Porque si es
así, te pongo otro pañal antes de bañarte─. Repuso Casandra. René le negó
moviendo la cabeza y haciendo una mueca por el hecho que le mencionaban todo
eso sin ningún tipo de cuidado.
Seguido Casandra le retiró el pañal. Lo hizo bola
y llevó a su joven desnudo hacia el baño, tomándole de la mano como lo hacía
desde el día anterior. En el lugar, René se quedó de pie en la bañera, y ella
le indicó que se sentara. El joven así lo hizo y ella le abrió a la llave,
llenando la tina hasta que el agua le llegó a su hijo hasta el ombligo.
Teniéndolo libre, le lavó la cabeza con mucho jabón, le talló con la esponja su
espalda, su pecho. Cuando llegó la parte de lavarle su pene, le indicó que se
hincara. Y le retiró su prepucio para tallar con sus manos esa ligera zona,
lavando bien y tarareando sus canciones favoritas que sonaban con piano con la
música de ambiente. Le dejó su pene así abierto, conectándose miradas,
reconociendo en sus ojos que su querido joven no estaba para nada de acuerdo
con que todo eso sucediera.
─Mejor acostúmbrate a esto, porque nos estaremos viendo
con esto seguido, sea yo o tu padre, además no tienes nada que temer ni tener
vergüenza. Ahora sigue tu colita, vamos, acostado, y levanta las piernas sobre
tu pecho lo más que puedas, como para poner pañal─. Dijo Casandra.
René no dijo nada, únicamente conservó su molestia
en la mente, viendo que la espuma se le caía de la cabeza. Esperó a que el agua
se le fuese a la tina y se recostó boca arriba, alzando sus piernas como su
madre indicó, pero ella al ver que no lo hizo bien, con un brazo le levantó más
para indicarle la posición. Aunque René se resbalase por la abundante espuma,
Casandra le lavaba sus pompas con su mano derecha, y con la izquierda le
sostenía sus piernas, esparciendo bien el jabón infantil en líquido que olía a
fresas. Al final de lavar rápido sus pompas, René se hincó y su madre le volvió
a cerrar su pene bajando su prepucio. Le enjuagó abriendo la regadera.
Le secó afuera y retornaron al cuarto.
Casandra sabía bien que su joven querría liberar
sus ganas de ir al baño, ella conocía bien a sus tres hijos y ya podía saber a
qué horas ellos iban al sanitario para despejarse de ambas cosas. A lo que le
pondría otro pañal a su querido joven.
René se acostó en la cama, dejándose llevar, pues
no podía hacer nada ante lo que ocurría. Casandra le destapó y le terminó de
secar en esa posición. Sacó otro pañal del paquete y preparó solo con talco a
su joven, poniéndole mucho en su pene, volviéndoselo blanco; le puso también
mucho en sus pompas, para que estuviese fresco hasta el momento de otro cambio.
Cuando el jovencillo estuvo listo con su pañal, se
puso de pie. Casandra le terminó de vestir con uno de sus calzones de tela, una
playera y sus zapatos para que estuviese en casa.
─¿No te tomaste tu leche? No te voy a dar otra
bebida por todo este día hasta que te acabes esto. Vamos, acábala, sé que te
gusta mucho tu leche chocolatada, siempre te tomas la leche aunque te haga mal,
no quiero que se eche a perder─. Dijo Casandra con tono serio, poniéndosela en
la mano a René.
─¿Voy a estar así por todo el rato del desayuno?─.
Pregunto el chico, mirándose sus piernas desnudas.
─Así es, no quiero que te vayas a hacer en el
calzón. Tú no puedes usar el baño, eso es algo complejo, no sabrías ni cómo
limpiarte. ¿Recuerdas? Eres un pequeñito─. Le respondió Casandra, con tono
tierno.
René respiró hondo de impotencia por no saber que
decirle. Y miró la leche que le costaba beberse. Caminó delante de su madre,
sintiendo el grueso de ese nuevo pañal. Casandra disfrutaba hacerle eso a su
hijo, admitía que se le miraban bien sus pompas al caminar, se le movían mucho
más en una forma graciosa; solo omitió esa pequeña risa y esperó a que René
saliera por la puerta del cuarto, pues él observaba abajo.
─Vamos, no hay nadie, tus hermanos ya saben de
esto y ya te han visto tu pañalito, en cualquier momento te verán más y debes
perder la pena, no hay nada que temer mi Renito─. Dijo Casandra.
Así que René se animó a bajar así, llevando su
biberón en la mano y vestido con su pañal.
Los dos llegaron a la mesa y Casandra ubicó a su
joven en una silla normal.
─Te voy a calentar de nuevo tu leche y si quieres,
para que tú mismo te relajes, enciende la televisión y pon algo bueno. Luego te
prepararé unos huevos con salchichas y unos plátanos con yogurt para que
desayunes─. Repuso Casandra, decidida y poniéndose en acción en su amplia
cocina.
René afirmó con un cerrar de ojos. Se molestaba
porque su madre le indicaba todo lo que tendría que estar por hacer, cuando
antes, él lo hacía todo, incluso sus desayunos.
Así que se mantuvo esperando en la mesa que ella
volviera con el biberón con leche. Cuando Casandra se lo dio en su mano, se
retiró a preparar el desayuno para todos. René caminó hacia la televisión, para
poner algo que le hiciera relajarse.
Y así pasaron treinta minutos. René se distraía
viendo caricaturas, y de repente le acosaba la idea de probar la leche en su
biberón. Al ver que su madre salió hacia los patios, abrió el bote y le dio un
sorbo por el chupón flexible, reconociendo el rico sabor. El aroma de todo el
rico desayuno le hizo sentir hambre, su estómago ya rugía como león por estar
acostumbrado a comer antes de irse a la secundaria por las madrugadas antes que
saliera el sol. Con ver su biberón, no quería beberlo con la real función, y
con el fin de apaciguar su hambre, supo que ese líquido no tendría nada de
malo, era alimento, por lo que abrió la botellita, retirando el chupón flexible
y bebiéndolo como jugo a grandes tragos.
Luego se dio unas palmadas en el pecho para
sacarse el aire, eructando. Se rio un poco y cerró rápido el biberón.
El buen olor de todo había hecho levantarse a
Jimena y Eduardo. Los dos salieron del cuarto. Jimena ingresó al sanitario, y
Eduardo fue a la cocina, bajando las escaleras, poniendo el corazón de René a
latir a prisa.
Eduardo llegó y vio a su hermano sentado, con las
piernas desnudas y con el pañal cubierto por su calzón.
─No digas nada─. Dijo Rene, tratando de sonar
serio y humilde en su petición.
Eduardo solo se rio un poquito, y se recostó en el
sillón largo para también ver televisión.
─¡Eduardo te bañas antes de comer, por favor!─. Le
gritó su madre desde donde estaba.
René se sorprendió por el hecho que su hermano
menor, el tercero, recibía órdenes como las que él recibió hasta hacía unos
días, antes de todo el inicio de su castigo usando pañales.
Eduardo se fue hacia el cuarto donde dormía con
Jimena para prepararse con su nueva ropa y bañarse.
Pasó un rato más, en que Diego había llegado a su
casa en su auto. En cuanto ingresó, le dio su abrazo de buenos días a su hijo
mayor, quien se hallaba en la sala vistiendo sus pañales, como había sido el
acuerdo; después de darle un abrazo como era habitual, no se perdió de darle
una palmada en sus pompas cubiertas de algodón. Y luego se fue a poner una caja
gigante bajo las escaleras, la que llevaba cosas que habían encargado a
distintas tiendas por teléfono; toda esa indumentaria era parte del castigo de
su joven. El cual había sido un servicio veloz.
Llegó el momento en que todos los presentes
estaban listos para comer, se sentaron en la mesa y Casandra puso una silla
ante ella, donde le indicó a René que se sentase.
El joven hizo caso, pues no quería que le llamaran
más la atención. Pero la vida se le llenó de terror cuando vio que su padre
ponía su plato con comida ante él. Luego entendió lo que estaría por pasar.
─Vamos a darle a mi Renito su comida─.
René vio que su plato estaba servido en una forma
distinta en un plato nuevo, el cual era colorido. Sus huevos revueltos iban
acompañados de sus plátanos hechos puré, con mucho queso y crema. Su madre
preparó una porción de alimento con una tortilla, para dárselo en la boca.
Eduardo y Jimena comenzaron a comer lo suyo de
forma normal.
─Como no quieres abrir la boquita, vamos a tomarle
unas fotos a Renito y las vamos a enviar a Jordi ahora mismo, para que las
manden en el grupo escolar─. Dijo Casandra, sosteniendo la ración de comida en
su mano, mirando a los ojos a su joven.
René sabía que sus padres sí eran capaces de
enviar fotos que le tomasen a su grupo escolar, pero lo que no quería, era que
Jordi se enterara de su castigo.
─Hijo, tienes que comer. Te comentamos de las
cosas obvias, así que no rompas esa advertencia─. Le añadió Diego.
René pensó que el hecho que su padre se pusiera
del lado de su madre con ese momento, era que estaba perdido. Luego vio que ni
Eduardo ni Jimena se reían de él, a lo que pensó que no pasaría nada malo si
comía lo suyo al momento que su madre se lo daba en la boca, para poder vivir
el resto de su vida sin ser atacado en otras cosas.
Y abrió grande, sin quitar su gesto serio,
empezando a masticar.
─¡Bravo… bravo!─. Dijeron los dos padres y
aplaudiendo de ver a su Renito comer.
Cuando el desayuno acabó, René se bebió su ración
de leche en su mamila en la misma forma, siguiendo el estilo que le indicaron,
el de usar el chupón flexible, y tampoco hubo burlas.
Todos se quedaron observando la televisión,
enterándose de las condiciones del clima en la ciudad.
Pronto las rutinas habituales llegaron a René, las
que le hicieron sentirse incómodo en la silla al lado de su madre. No dijo nada
pero bien sabía que era hora de darle espacio al desayuno, sacando lo que había
sido de las hamburguesas.
Entonces se puso de pie, diciendo “gracias” como
de costumbre, y llevó sus platos al fregadero.
Casandra le vio irse sabiendo lo que estaría por
pasar, así que solo se quedó con Diego sirviéndose más café, para comer su
último pan tostado con mermelada.
René llegó a la barra de la cocina, conteniendo
las ganas de hacerse popó. Él podía ver a sus familiares sentados en la mesa a
poca distancia, y no quería que en ese lugar percibieran sus resultados en el
aire. Así que se echó una caminata hacia las escaleras y llegar a su cuarto. A
medias de la subida, le gritó a su madre:
─¡Mami… déjame usar el baño… por favor!─. El
estilo con que lo dijo hizo que su frente se arrugase.
─¡Pero mi Renito, tu baño lo traes puesto! ¡Hazte
en tu pañal… yo subo ahorita a cambiarte, solo quédate acostado en la cama!─.
Le dijo ella, con mucha alegría que no pareciera importarle que su joven
flexionara sus piernas y las estirara por las urgencias.
René supo lo inútil que había sido razonar con esa
petición. A lo que se fue a su cuarto.
Cerró sin poner llave y entonces, se puso de cuclillas
allí mismo, liberando su largo segmento de popó en el pañal, el que le borró
las líneas que se le dibujaban en sus pompas. También comenzó a hacerse pipí de
forma rápida. Le costó sacarlo todo, pues la presión que el calzón ejercía
contra el pañal dificultaba la salida de la masa sucia, pero al final, quedando
rojo y con la cara sudada, logró terminar de hacerse encima.
Hacerse popó en el pañal era bastante raro, aún no
lo aceptaba de esa forma. El hecho de sentir su masa sucia apretándose contra la
piel de sus pompas le hacía sentirse bien, por aliviar esas dudas de lo que era
usar pañales, pero también indignado, por ser alguien de quince años brutalmente
dependiente de sus padres.
Caminó a limpiarse el sudor del rostro con una
playera.
Cuando sentía sus olores a sucio, le enojaba,
quería hacer el mayor berrinche para que le regresara su libertad, pero no iba
a pasar, solo empeoraría las cosas. Así que se fue a quedar de pie en la orilla
de su cama. Definitivamente tendría que pensar en cómo él castigar a sus
padres, para que quienes estuviesen en la palma de alguien, fuesen ellos.
Pasó un ratito de minutos y entonces llegó
Casandra, quien sentía el aroma a pañal sucio y a talco.
Ella le señaló la cama para que hiciera lo obvio.
René se sentó, aplastando la popó por todas sus
pompas, sintiendo que ya llegaba hasta sus entrepiernas. Seguido se acostó boca
arriba abriendo un poco sus piernas.
─Bien, vamos a limpiarle la colita a mi Renito,
antes que se roce y se le irrite su pajarito─. Dijo Casandra. Sacando los
utensilios.
Así que le retiró el calzón, le abrió las cintas y
despegó, revelando la suciedad. René supo que para acabar rápido tendría que
cooperar y levantó sus piernas sobre su pecho. Su madre le limpió con la parte
frontal la mayor parte de popó; luego hizo lo mismo con papel higiénico. Por
último con las toallitas húmedas, erizándole la piel a su joven y haciéndole
una considerable erección al pene depilado de su hijo. Casandra bien sabía que
René no disfrutaba del todo ser limpiado por ella de sus partes íntimas, pero
reconocía que el frotarle la zona erógena a su joven, hacía que su bonito pene
tomase esa admirable forma. Lo que en parte ayudó mucho, porque también le
contrajo su prepucio para limpiarlo con una toallita húmeda y retirar los
restos de pipí.
Ella se llevó sus minutos limpiándole las pompas a
René; le untó un poco de crema blanca y puso poco talco, luego, le subió su
calzón de tela, diciéndole que le iba a dejar reposar un poco para cuando
tuviesen que salir en ese día por la tarde.
René se sintió feliz, pero de nuevo enojado por
tener que andar con calzones por su casa. A lo que luego se acordó que ahora él
era un niñito pequeño.
Pasó un tiempo en ese día, y Diego se fue con sus
tres chicos al cine, no sin antes haberle puesto otro pañal a René de forma
ritual. El joven se había amarrado una playera de manga larga por la cintura
para disimular lo grandes de sus pompas, las cuales sin pañales se apreciaban
bonitas y grandes, con pañal, aún más.
En cuanto se fueron, Casandra permitió la llegada
de unos personales de su fábrica de pañales, los que le ayudaron a sacar las cosas
de su hijo mayor. En ese lapso de tiempo que estuvieron fuera, los hombres
vaciaron el cuarto de René, solo dejaron la cama. Sacaron todo lo que no iba a
estar allí y se lo llevaron en un camión de mudanza; los vecinos creyeron que
estaban por irse.
Casandra les ordenó que primero pintaran las
paredes de color blanco, retirándole manchas de lapicero y suciedad que llegó
con el tiempo; seguido, cuando secó la pintura instantánea, pusieran muchos
estampados en las paredes; el suelo fue cambiado a una alfombra de color
naranja, suave como para acostarse en cualquier momento. Cerca de la lámpara
colgaron un globo rotatorio con los personajes de Disney. En una esquina donde
estaba la computadora de Rene dejaron una gran canasta de juguetes nuevos,
incluso limpiaron los viejos guardados en el ático. Al lado de la cama, dejaron
una pequeña mesa larga, muy bajita, parecía un catre, la que acondicionaron con
cojines bajitos y sus cajones integrados, para guardar cosas elementales. En
las esquinas dejaron unas pastillas aromatizantes que liberaban aromas a bebé,
hechas con las mismas sustancias con que aromatizaban los pañales que ellos
producían. Todo fue coordinado por Casandra, quien se aseguraba que todo
quedase a como lo había imaginado para su hermoso Renito. Por último, llegó un
camión grande de su misma fábrica, el cual bajó diez cajas de pañales en
distintos estampados, otros en puro blanco; también sacaron una sola caja
mediana donde iban cinco botellas de talco y toallitas húmedas, los que los
ubicaron en las gavetas de la mesa bajita.
De las doce del día a las cinco de la tarde de ese
domingo, en que René se fue con su padre y hermanos al cine y a comer por la
plaza, pasando nervios de que le viesen su pañal bajo la ropa por llevar sus
pompas grandes, todo su cuarto y algunas otras secciones de la casa, perdieron
ese toque juvenil, y adquirió uno totalmente infantil, así como Casandra había
indicado.
Ella ya no veía las horas de presumirle a su hijo
las remodelaciones, y cambiarle el pañal, que seguro estaría ya pesado por
tanta pipí o pronto a estar sucio de popó…
No sabes cuanto me calienta esta historia jeje ^.^ sigue así y que siga habiendo más pañales sucios por todos tus personajes... saludos :)
ResponderBorrar