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El
corazón entre las piernas
Nicole sabía que sus pañales
se habían acabado, y ya era tiempo de ir a comprar más. Solo que le faltaba una
cosa, reunir mucho dinero para ya no llevar dos, sino todos los que pudiera. La
desesperación que le daba por tenerlos se le hacía fuerte por distintas horas
del día en que aprovechaba a ser una niña todavía, pues de igual manera, de
algunos raros lugares del mundo, le llegaban pensamientos hacia ciertos chicos
de la escuela que antes no miraba pero ahora sí, le era extraño, pero le
gustaba pensar en qué cosas invertían su tiempo, “o se ponían pañales como ella
a escondidas del mundo”, y eso, le hacía sentir cosquillas en su cuerpo.
Por lo que en un momento del día, por la tarde, ya se hacía de noche, y Nicole y una su prima, terminaban de jugar con las muñecas. Acción que a Nicole ya la tenía brutalmente aburrida, pues sus pensamientos fuertes le debilitaban los comportamientos naturales a su edad, solo quería estar sumergida en la seguridad de los pañales. Su desesperación por sus anhelos le hacía estar semi roja de su rostro y con sus mejillas redonditas.
Por lo que en un momento del día, por la tarde, ya se hacía de noche, y Nicole y una su prima, terminaban de jugar con las muñecas. Acción que a Nicole ya la tenía brutalmente aburrida, pues sus pensamientos fuertes le debilitaban los comportamientos naturales a su edad, solo quería estar sumergida en la seguridad de los pañales. Su desesperación por sus anhelos le hacía estar semi roja de su rostro y con sus mejillas redonditas.
Entonces fue que
llegaron sus tíos, y se llevaron a su prima.
La despedida fue de lo
más normal. Al cerrar la puerta escuchando que se iban en el auto, sabiendo que
por fortuna estaba sola una vez más, entonces se le llenó el corazón de
esperanzas. Todo lo redujo a un “por fin”, y se fue corriendo hacia su cuarto
para ver cuánto tenía de dinero.
Al estar allí, entonces
sacó su alcancía con la forma de una hermosa hada. Le sacó el corcho de madera
en la base, poniendo las monedas en la cama para contarlas.
Al hacerlo, entonces
vio que no le alcanzaba para ni para otro paquete de dos. Para no quedarse sin
las ganas, recordó esos lugares estratégicos de su casa donde sobraban monedas
al barrer y todo, corriendo a la velocidad de la luz por ellas. Fue a la
lavadora, sacó más; bajo los sillones, sí habían. Al final, ya tenía para
comprarse otro paquete de dos, como el de la vez anterior.
Se montó en su
bicicleta y pedaleó lo más rápido posible hasta el supermercado.
Estando allí, con la
mirada súper veloz, cuidada que no se encontrase algún conocido de cualquier
parte por los pasillos. Su corazón le latía a mil, pero ella describía bien que
no era por nervios, sino que era algo más que les pasaba a las chicas cuando
querían cosas con la vibración de su ser, solo que no recordaba la palabra.
En el área de bebés,
entonces ubicó los que compró la vez anterior y se llevó uno con dos unidades,
y huyó al pago y al retornó a su casa.
De nuevo en casa,
encerrada con llave, ya no quiso subir hasta su cuarto, por lo que ahí mismo en
la sala, dejó su bolso pequeño y el pequeño paquete sellado, comenzando. Se quitó
los zapatos de botita rosa, quedándose con sus calcetas moradas. Admitía que
bajarse el pantalón era sensual, emocionante, descubriendo que las cosquillas
que le hacían vibraciones en todo su cuerpo venían de su pelvis.
Puso el pantalón
en el sillón, y no tardó en quedarse en su ligero corpiño rosa y en su calzón
blanco. Quiso bajarse el calzón así de pie, pero quería verse como niña súper
pequeña, entonces se acostó sobre la alfombra, llevando los materiales. Así que
ahí si se quitó su calzón blanco, poniéndolo al lado de su cintura. Acostada
con sus piernas desnudas, rompió con fuerza el paquete, sacando un pañal rosa.
Lo
abrió, poniéndolo bajo sus pompas. Lo subió hasta cubrirse su vagina,
cerrándolo con las cintas. Esos ruiditos del plástico le hacía sentirse bien,
no sabía por qué respiraba fuerte, pero le gustaba. Al ponerse de pie, se
acomodó bien el pañal a su pelvis, palpándolo en sus pompas y su entrepierna,
sintiéndose la niña más feliz del mundo. Seguido se llevó su ropa en la mano
hasta su cuarto.
Terminó sus pendientes
con el pañal puesto a la vista, caminando de un lugar a otro en su casa.
Eso le hizo sentir
ganas de hacer pipí, por lo que sentándose en el sillón, separó sus piernas y
permitió que todo fluyera. Toda su entrepierna se ponía húmeda de su pipí
amarilla que inflaba la tela; le gustaba que se iba empapando todo el pañal
hasta llegar a sus pompas. Liberar las ganas de orinar y estar viendo una
imagen de la película de Moana de Disney en un calendario le gustaba
infinitamente.
Y de nuevo sin saber de
dónde ni porqué tanto así, Nicole sintió que toda su piel se empezaba a poner
erizada, como si con una pluma le rozaran las piernas y su ombligo. Sentirse así
le hacía dar brinquitos en el sillón, provocando que el pañal en su cruce por
sus entrepiernas se le pegara y despegara, aumentando esas cosquillas por su
cuerpo. Así que descubrió que ahí estaba de nuevo esa sensación, y al exhalar
aire caliente, entonces supo que ya podía tocar otra vez como siempre.
Viendo las figuritas
del pañal en la parte frontal, introdujo sus primeros tres dedos de la mano
derecha, dándose una caricia en su vagina resbalosa por su pipí; cerró los ojos
pues las cosquillas aumentaron. Se frotó varias veces con la mano resbalosa,
como a una lámpara maravillosa, a la que el genio ya hubiese salido a su labor.
Como el pañal hacía sus
ruidos por el plástico, Nicole quiso entonces volver a frotarse hasta lo más
lejos, y su dedo medio, lo introdujo lentamente
con facilidad, pues todo estaba húmedo y calientito.
─¡¡Mmmm!!─.
Fue su gemido que no
quiso ocultar. Eso le hizo sentir que sus pequeños pechos que ya iban en camino
a ser grandes, se ponían duros, tomando un poquito de forma. Así que puso su
dedo medio tenso, metiéndolo como si quisiese alcanzar algo en su pelvis, ¡¡Y
más calambres como chispas le llegaron al cerebro!! Obligándola a cerrar sus
ojos, exhalando de pasión.
Nicole se apoyaba en su
mano izquierda casi recostada en el sillón, con la otra se masturbaba con gran
intensidad, dando gemidos estruendosos, respirando los olores a pipí que venían
del pañal resistente a no romperse.
Y todo ese movimiento
corporal, hizo que todo el funcionamiento en su cuerpo se activara. Nicole dejó
de frotarse con los dedos hasta el fondo, disminuyendo la velocidad, pero eso
no bajó el calor y su sudoración. Ella sentía otra sensación, la cual hizo que
se emocionara más, y agradecida con su vida, un intenso ¡¡SÍ!!
Con la mirada perdida
sin saber a dónde ver, se hincó en el sillón, sujetándose fuerte, comenzó a dar
pujidos, afirmando que sí lo quería. Quería sentirlo en ese instante, quería
sentirse satisfecha, liberarse, desmayarse con eso, quería estar sucia,
masturbarse siendo la niña más sucia, y así pujó fuertemente, haciéndose toda
la popó en el pañal, un gran volumen que venía por el desayuno bien servido.
La gran bola de popó le
infló más sus pompas, borrando la línea de sus figuras, sintiendo ese calorcito
apretado, el cual no le hizo arrepentirse, le hizo enorgullecerse. El palpitar
en su vagina seguía, y para no perderlo, se sentó en el suelo recostada en el
sillón, empujando toda la bola de suciedad hacia sus entrepiernas, sintiendo
que se deslizaba por toda la figura del pañal amarillo.
El olor a popó y pipí
le obligaron a querer tocarse, así que metió sus dedos de nuevo, sonriendo en
su mente y en su rostro, haciendo volver las cosquillas correr y correr en todo
su cuerpo.
Nicole se tocaba fuerte
con sus dedos, se frotaba, sintiendo un palpitar que le causaba cosquillas y respiraciones
agotadoras pero ricas. Era como tener el corazón entre las piernas.
Siendo consciente del
tiempo, vio el reloj en la pared, sabiendo que ya tenía poco tiempo para
aliviarse y darse una ducha, entonces, sin sacarse la mano del pañal totalmente
sucio, continuando con su frote en esa mezcla mal oliente, se fue hacia el
baño, llevando una bolsa plástica.
Pero antes, quiso
terminar con el último orgasmo intenso. La chiquilla de doce años se recostó en
el suelo y la pared de la regadera. Nicole se frotó como nunca, resistiendo las
ganas de gemir, y evitando que se escapara la corriente de cosquillas. Aguantó
así por seis segundos, frotando a mil por ciento con la mano a su vagina sucia,
y luego explotó recostándose en el suelo, con un gran:
─¡¡Aaaaaa…
Mmmmm!!─.
Su vagina llena de popó
palpitaba y palpitaba como un corazón, ella sentía fuertísimas cosquillas hasta
la punta de sus cabellos que no le dejaban abrir los ojos.
Después de eso, se sacó
la mano llena de suciedad.
Nicole se llevó siete
minutos para recuperar la tranquilidad, ese fuerte orgasmo le hizo recobrar la
consciencia sin remordimiento. Le había más que gustado.
Lentamente se abrió el
pañal, bajándolo, viendo que no había parte del algodón sin estar sucio.
Al fin terminó de
respirar como si hubiese corrido un maratón completo.
Se levantó.
Hizo bolita el pañal y
se quitó las calcetas y el corpiño. Éstos los echó a la bolsa con que
desecharía el pañal, pues ya los había batido mucho de su popó con tocarlos.
Nicole se lavó toda su
intimidad con mucha agua y jabón, en lo que duró más de media hora al completar
su cuerpo.
Al final, se vistió con
otro calzón de florecitas y su corpiño rosa para terminar de agilizarse dentro
de su casa, tirando el pañal cubierto de bolsas plásticas hasta el fondo de la
bolsa de la basura.
súper hot super hot
ResponderBorrarSigue por favor
ResponderBorrarHola, sigue escribiendo más historias, pues son demasiado buenas, ¡
ResponderBorrarfelicidades!