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Un niño muy
sospechoso
Por el día anterior, layra había salido de la
clase de ballet con su leotardo cargado de sudor, parecía que se había metido a
una piscina y nadado por muchas horas, ya que las profesoras que instruían en
ballet se unieron para observar a los de primer grado, poniéndolos a hacer
ejercicios más complicados por cada conteo.
Lo que les daba risa a todos los chicos aprendices
de la danza, era que las profesoras contaban y caminaban con una regla en mano,
dándoles nalgadas a todos para que no sacaran mucho las pompas y no encorvaran
el cuerpo al estar sosteniéndose de las barras, también les daban nalgadas con
la regla cuando al intentar hacer estiramientos de piernas en el suelo de
madera no podían abrirse por tener miedo. Por eso mismo, a muchos varones y
chicas les hicieron sonar la regla de madera en sus piernas. A layra le habían
dado algunos azotes con la regla, ya que al querer desistir de la posición de
abrir las piernas en el suelo antes de tiempo, era romper la resistencia y la
disciplina grupal.
Para los alumnos en general, no eran ejercicios
complicados, sino posiciones metódicas que tenían que lograr a como diera
lugar, y el esfuerzo resistiendo los ponía a escurrir sudor por cada poro de su
cuerpo.
Los varones también terminaron con sus mallas
empapadas de sudor. Cuando los alumnos en el grupo de layra se cambiaron en sus
dormitorios, todos se dieron una ducha lavando bien su cuerpo, refrescándose
con el agua y poniéndose ropa limpia, planificando luego, irse a caminar para
relajar los músculos de sus piernas.
Para el amanecer siguiente, layra abrió sus
hermosos ojos, en los que se reflejó el brillo del sol que penetraba poco por
la ventana. Ella sonrió por estar bien un nuevo día, agradeció poder tener la
oportunidad de ponerse de pie una vez más.
Así que cuando estuvo dispuesta a levantarse antes
que todos, así lo hizo, no solo para ganar el baño a primera hora de la mañana,
sino también para cambiarse el pañal de tela que hizo por sí misma.
Cuando terminó de cambiarse la ropa, guardó las
prendas que había hecho como pañal de tela en una bolsa de plástico, para
lavarlas más tarde. Seguido se metió al área de la regadera, para lavar con
mucho jabón su divino cuerpo, el que
cuidaba mucho en todo aspecto, pues su cuerpo le daba la facilidad de sentir la
comodidad del pañal de tela, y era su instrumento para bailar cuando tocaba
hacer las competencias con sus compañeras de salón.
Al estar viéndose en el espejo, poniendo un poco
de maquillaje a su piel, escuchaba que sus compañeras se iban levantando,
organizándose para ver quien seguía a usar el baño después de ella. Layra ya
llevaba sus mallas y leotardo puesto, pero como siempre, eran cubiertos por su
bermuda de mezclilla. Como último proceso para verse como una divina aprendiz a
bailarina, se ajustó sus largos cabellos en un nudo estilo cebolla. Salió del
baño llevándose las prendas que usó como pañal en la bolsa, como si nada de eso
hubiera ocurrido. A ese segundo día de clases y la llegada a ese internado de
enseñanza en danza, le parecía que tener accidentes nocturnos no fuera tan
malo.
Layra se fue hacia su cama, se sentó y terminó
secándose los pies, poniéndose los zapatos y echándose de su dulce perfume.
Era bueno para todos los alumnos que tuvieran un
tiempo para desayunar antes de tener la primera clase de danza.
Por lo que dentro de poco, layra y sus compañeras
salieron caminando en ruta hacia la cafetería del internado.
Las cuatro amigas caminaban rápido para no perder
el tiempo y que realmente les alcanzara para beberse un yogurt y comer una
barra con fibra. Pero fue en ese caminar apresurado, que layra se adelantó a
pasos rápidos de sus amigas para llegar, y justo al estar a varios pasos de
ellas, se detuvo, pues la vida misma, le había hecho aparecer ante sus pies, un
pañal desechable, seco, color azul y blanco,
con estampas de ositos tiernos, dejado o caído en el camino como por
alguno de los otros chicos y chicas. Los preciosos ojos de layra estaban fijos
hacia el suelo, hacia ese objeto con que se encontró. Le sorprendió mucho, pues
había creído que en toda la academia sería imposible encontrarse con eso, con
pañales, que seguramente, eran de alguien con un bebé.
Para disimular su sorpresa, su emoción, sus ganas
de levantar el pañal y llevárselo, cuando llegaron sus tres compañeras, les
dijo:
─Miren, un pañal está aquí tirado.
Sus tres amigas vieron el objeto en el suelo,
teniendo dudas de eso, pensando lo mismo que layra.
─Se le debió caer a alguien con un bebé.
Comentó Alexa.
─Pero que raro, creí que aquí no entran mujeres
grandes con hijos. Dijo julia.
─Pero no lo levanten, tal vez está sucio de algo,
mejor que ahí se quede. Dijo Viviana.
Layra afirmó eso que dijo su amiga, no podía
levantar el pañal aunque se viera limpio, a lo que simplemente se fue en ruta a
donde iban: la cafetería para apresurarse a desayunar. Pero en su mente, se
llevó el sentimiento y la duda de eso que se apareció en su camino.
Ahora con cada paso que iban dando en ruta al
lugar, la preciosa layra sentía esa misma presión y atracción real hacia los
pañales, así como habían sido en las noches. La chica podía afirmar que era
idéntico a tener mucha hambre, y no tener el dinero suficiente para comprarte
una deliciosa hamburguesa con mucho queso. Pero luego, en su mente, layra le hizo
un honor a su amor por los pañales, con solamente pensarlos.
Las cuatro amigas dieron unos pocos pasos
adelante, dejando al pañal tirado atrás suyo, como cualquier otro objeto o
basura. Entonces, un niño, al que las cuatro chicas le calcularon unos once
años y medio al verlo, salió de casi la
nada, corriendo de haber estado como escondido detrás de un árbol. Layra y sus
amigas no dijeron nada, solo vieron al chiquillo irse en sentido contrario a
ellas.
Layra volteó por un momento y vio claramente que el
niño que iba corriendo, al pasar por donde estaba el pañal tirado, se inclinó y
se lo llevó escondido bajo la playera, como escondiéndolo. Sus otras tres
amigas no se percataron de eso, pero ella se volteó rápido para seguir al mismo
paso.
En todo ese breve camino a la cafetería de la
escuela de danza, layra iba dudando porqué el niño recogería el pañal que nadie
había recogido antes o desechado en la basura, le llamaba la atención la forma
en que se lo llevó: escondido bajo la playera, como queriendo evitar que
alguien lo viera con eso en las manos.
Al estar en el lugar, layra y sus tres amigas
pidieron unos licuados y unas barras de fibra, de igual pidieron un poco de
fruta picada con yogurt. Comieron todo rápido y se fueron a pasos veloces de
nuevo al salón de baile.
Cuando todo estaba por comenzar, los varones y
chicas se desvestían en los pasillos, pero no quedaban sin ropa alguna, sino
con sus mallas y leotardos.
Por ser de primer grado, las chicas tenían su
cuerpo en buena complexión, aún no presentaban rasgos de bailarinas avanzadas,
pero se veían hermosas con esas prendas.
Los varones tampoco tenían el porte de un bailarín
con mucha experiencia, en su cuerpo se podían apreciar los puntos a corregir en
la alimentación para llegar a tener una finura hermosa, también los puntos a
presionar en la zona muscular.
Poco después, ingresaron al aula de clases, dando
pasos cuidadosos para no hacer sonar la madera con su peso y al caminar, pues
desde ahí debían ser minuciosos con su porte, su estilo de representarse; si
hacían mucho ruido con cada paso, los docentes en las asignaturas les decían
que no debían sonar mucho sus pasos al caminar. Layra eso hacía, caminaba como
ocultando en el salón, luciendo hermosa con su leotardo y sus mallas en esos
colores, mucho más aún con la luz del salón, le brillaba como un ser
maravilloso. Lo que tenía layra era que caminaba lento por pensar en lo que
vio, no se sacaba de la mente el pañal que se había cruzado en su camino, mucho
menos al niño que había levantado al objeto. Pensaba y pensaba como siempre, en
la posibilidad de que el niño fuera quien usara los pañales para determinados
fines, pues no podía dejar de ignorar el estilo de ocultamiento con que se
llevó ese niño el pañal tirado. Le parecía muy sospechoso que un niño se lleve
un pañal a escondidas, ella afirmaba que cualquier otro niño se llevaría el
pañal en las manos sin tratar de ocultarlo. Con un voto positivo interior,
afirmó que el niño tenía un misterio con los pañales así como ella.
Por fin la clase dio inicio. La profesora llegó y
les indicó que iniciaran a caminar por el área; haciendo eso estarían
calentando su cuerpo para hacer los demás ejercicios de baile. Layra movía sus
brazos hacia adelante y hacia atrás, todos los demás chicos y chicas lo hacían
coordinándose bien. Luego iniciaron a saltar, corriendo.
Todo eso era agotador, cada chico pensaba y
pensaba en sus cosas para aliviar su mente un poco, layra como siempre, al
hacer ejercicios que la hacían respirar como loca, pensaba en la caricia de un
pañal.
Al final de la clase, las chicas y varones
salieron como siempre, totalmente empapados de sudor, caminando a sus mochilas
donde las dejaron en un pasillo cerca de la puerta, a buscar sus toallitas para
secarse el sudor de la frente y de los brazos.
Algunos se hidrataron un poco, pues dentro de
pocos minutos tocaría la clase de ballet.
Layra ya no quiso vestirse con su ropa, porque
para ballet requeriría su mismo uniforme.
Cuando todos estuvieron listos, layra se fue a
sentar un rato en el salón donde tomaría la clase, viéndose en el espejo, su
hermoso rostro, cuidando que el maquillaje no se le cayera mucho ni su nudo de
cebolla en la cabeza se le deformara.
Se mantuvo sentada, viendo a sus compañeros en
general caminar por el salón, pues nadie quería perder el calentamiento en el
cuerpo.
Unos cinco minutos después, al salón de ballet
llegó la profesora con una joven compañía. Los chicos de todo primer grado
vieron a la profesora y su acompañante. Cuando layra vio la compañía de su
profesora, se llevó la sorpresa más grata de todo ese día, porque la compañía
de su profesora, era el niño, el mismo niño que había levantado el pañal con
que se encontró hacía un poco tiempo en esa misma mañana.
Layra se quedó impresionada por ver que el niño también
practicaba danza, pues usaba el mismo estilo de uniforme que los varones de su
edad, unas mallas blancas que le cubrían sus piernas y un leotardo en estilo de
camiseta, prendas que le dejaban ver a todos la musculatura ya trabajada en su cuerpo.
Como la luz era fuerte y permitía ver el color de la piel de todos en ese salón
escolar de baile, layra pudo ver que el niño con portes de bailarín tenía un
buen color de piel, caucásico, con cabello café oscuro en buen estilo de
honguito, delgado y bien nutrido. Eso le gustó mucho. Se podía poner a
admirarle eso al niño, pues le recordaba bien por lo del pañal.
Seguido, la profesora comenzó a hablar a todos, y
les dijo:
─Hola, clase, este niño que ven aquí se llama
Samuel, estará con nosotros en la academia porque viene de intercambio por todo
un semestre. Además, es mi sobrino, así que con su compañía llevaremos todas
las clases como siempre, espero no le hagan sentir mal y puedan darle buen
lugar entre todos ustedes.
Las chicas de la clase le sonreían a Samuel con
mucha ternura, pues era un chico lindo en todo sentido, se veía hermoso con su
porte de bailarín y con su uniforme de
danza. Layra no podía creer que tenía a pocos metros de sus pies al niño que
levantó el pañal, por lo que pensando, afirmó que tenía que hacerse amiga del
niño nuevo tan rápido como fuera posible.
Luego, mientras layra pensaba en hacerse amiga del
niño Samuel, la profesora dijo nuevamente:
─Bien, ¿Quién quiere tener a Samuel como amigo o
amiga un rato para que no se sienta tan solito?
Layra sintió en lo más profundo de su ser que su
oportunidad buscada ahí estaba, por lo que sin pensarlo nada, le dijo:
─Yo me ofrezco profesora, yo cuido y me hago amiga
fiel de Samuel.
La profesora le sonrió a layra y permitió que
Samuel se quedara con ella a su lado.
Entonces, la clase comenzó. Samuel le sonrió a
layra, incluso el chico, tenía unas raras sensaciones de haber visto a layra
anteriormente, pero su mente, como estaba concentrada en atender la clase, no
podía ver claramente en sus recuerdos dónde fue.
Layra se unió con sus amigas en una sola barra,
frente a ellas tuvieron a Samuel, quien fue haciendo los ejercicios al ritmo
del conteo de la profesora.
Todos los chicos y chicas se estiraban en su
barra, elevando un poco las piernas y los brazos. Las hermosas chicas como
layra podían sentir que su leotardo les apretaba un poco el cuerpo.
Llegó un momento en el que layra y Samuel quedaron
frente a frente en la barra, en la que por segundos se veían, sus
estiramientos, todo lo que al cuerpo respectaba. Hubo uno de esos momentos de
conexión de mirada, en los que layra y Samuel tuvieron lo mismo en la mente,
los dos sabían ese momentito tan fugaz que era la razón de querer reconocerse…
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