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La seducción de los cambios
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en la ciudad donde René vivía seguía su curso normal al aproximarse las 7 de la
noche. Algunas tiendas comenzaban a acomodar para cerrar a las 8 y algunas
seguían con sus servicios.
Diego y sus tres hijos se encontraban comiendo
ricos tacos en la misma plaza donde ingresaron al cine. Ya estaban finalizando
sus platos. René se sentía feliz de que su padre le hallase dejado comer de
forma normal, pues por unos segundos mientras estaban en la barra ordenando,
creyó que él se los daría en la boca como su madre por la mañana.
Al haber reposado un largo rato conversado sobre
asuntos que no eran el castigo que le habían puesto a René, se levantaron. Ya
iban a dar las 8:30 de la noche. René echó un vistazo a las personas alrededor
por si alguna le veía sus pompas grandes, las que llevaba cubiertas con la
playera manga larga que se ató a la cintura, pero no ninguna le vio, todas
seguían en lo suyo.
Ellos se retiraron en dirección al auto. Eduardo y
Jimena caminaban juntos observando las novedades en sus celulares, los puntos
que habían ganado en sus juegos favoritos. René no quería formar parte de esas
diversiones hasta que su mente le otorgara el hecho que ya no sintiera el pañal
grueso entre las piernas. Además, no quería sentir fugas de pipí escurriéndole,
pues por todas las horas que estuvieron en la plaza, había llevado el mismo
pañal puesto, a lo que ya estaba totalmente empapado de la zona frontal y
cubría ya la mayoría de sus pompas, pues la humedad se corrió hacia atrás
cuando se sentaron en las sillas para comer. Le sorprendía mucho el hecho que
los mismos pañales que ellos fabricaban no lograsen evadir los olores a pipí
que él sentía de sus descargas, pues cuando se quedaban de pie viendo algo, el
aroma a pipí llegaba hasta sus narices, no dudaba que su padre y hermanos ya
sabían que requería un cambio. Por eso mismo del pañal lleno, ya se iba
mentalizando que al llegar a casa estaría su madre lista con otro en la mano
para cambiarle.
El retorno se dio de forma normal.
Casandra leía un libro que le gustaba, y cuando
escuchó abrirse la puerta de su estacionamiento, le puso su separador al libro
y fue a esperar que todos llegasen bien.
Cuando Diego dejó apagado el carro, Jimena y
Eduardo bajaron corriendo, llevando sus cosas que compraron en las tiendas, las
que eran un par de zapatos y dos playeras. Ellos se los mostraron a su madre,
quien les sonrió por que habían decidido bien por sus estilos para vestirse.
Seguido salió René con la mirada puesta en su
madre, como si ya supiesen los dos lo que primero tendría que hablarse. El
joven cerró la puerta y caminó con pasos lentos. Cas (Casandra) se puso en la
puerta como buena portera a la que no le meterían ningún gol, y le dijo a su
joven con las manos en la cintura:
─¿Y cómo le fue a mi Renito?─.
René le vio con sus ojos como si tuviesen sueño. Y
afirmó que nada grande ni mejor pasaría a su vida si se enojaba, por lo que
solo le dijo con tono cortante:
─Bien…
Pero al instante en que quiso entrar, su madre le
puso la mano en el pecho, y Cas añadió:
─¿Cómo va ese pañal?─.
René suspiró, y le dijo:
─Supongo que quieres que me baje la ropa…
El joven entonces vio que su idea se volvió seria
cuando su madre esperaba sin decir nada, y entonces, procedió a bajarse el
pantalón y su gran calzón colorido, éste ya iba húmedo y oloroso a pipí por las
costuras de la entrepierna. Mientras hacía eso apareció Eduardo, quien veía a
su hermano bajarse la ropa ante su madre. Cas sentía los olores a pipí que
provenían tanto de la ropa de su joven como del pañal que se llevó puesto al
paseo.
─Bien, acuéstate en el sillón, te voy a cambiar
ahí─. Dijo ella.
René se sorprendió, por la sala y la mesa estaban
pasando sus hermanos y su padre. Peor aún, Eduardo estaba de pie ahí mirándolo.
─¡Mejor en mi cuarto!─. Pidió el joven.
─¡NO… en el sillón! Vamos y no discutas─. Afirmó
Casandra.
Ella entonces le dio paso a la casa, y René caminó
tropezándose con sus prendas hasta el sillón.
Ahí esperó de pie, subiéndose la ropa de nuevo
para evitar que Eduardo le viese el grueso pañal que colgaba sin la ayuda de su
calzón.
Seguido llegó Cas con los utensilios de repuesto
que había pedido para tener en las gavetas de la cocina, y con ellos llevaba el
nuevo pañal, una botella de talco y toallitas.
─Como ya sé que odias los baños públicos y solo
vienes mojado, supongo que tienes ganas de hacer popó─. Repuso Cas.
─Por ahora no─. Dijo René.
─No importa, de todos modos vamos a retirarte ese
feo pañal amarillo y ponerte uno seco─. Dijo su madre. Y así como indicó, hizo
que René se acostara en el sillón vacío, en donde bien cabían cinco personas. Ella
le retiró los zapatos; seguido la ropa que le cubría las piernas; conservó su
pantalón de mezclilla y le dio a Eduardo el calzón húmedo para que se lo llevase
al cesto de la ropa sucia. Eduardo lo hizo a regañadientes.
En lo que Eduardo se iba, René se alivió porque no
le fuese a ver tan desnudo, y entonces Cas le despegó las cintas, bajando la
parte frontal, extendiéndolo bajo sus pompas. Ella vio lo amarillo del algodón,
al igual que vio las partes a limpiar en el pene flácido de su hijo, el que aún
conservaba rastros de talco en sus ingles y testículos. Así que con dos
toallitas le limpió esa zona, levantándole sus piernas como siempre sobre su
pecho.
Eduardo con solo caminar por el pasillo que
llevaba a la esquina de lavado en su casa, se echó una carrera y arrojó el
calzón de su hermano como si encestara en baloncesto, hasta dio el brinco, pues
quería ahorrar tiempo. Todo lo que estaba sucediendo con la consecuencia para
su hermano mayor le estaba causando impacto, unas raras ideas y sensaciones
hacia lo mismo que ellos fabricaban, hasta en ese momento pensó que se le
estaba contagiando el deseo de llevar pañal, como lo que sufría su joven ídolo.
Y llegó de nuevo a la sala para ver la limpieza de su hermano, impresionándose
de ver a su joven ídolo, mucho más con apreciar su pene, el cual era igual al
de él, solo que un poco más grande, y sin bellos negros que algunos de sus
amigos le decían que salían en abundancia a partir de los doce años.
René vio que Eduardo ya estaba de pie en el mismo
lugar, pero no quiso o decir nada, únicamente se dejó limpiar todas sus pompas
y su pene por las manos de su madre, manteniendo las piernas abiertas y
flexionadas.
Al último Cas le roció mucho talco como siempre en
su pene y sus pompas olorosas ahora a toallitas y cremas para bebés. Ella puso
el pañal y lo cerró cómodamente.
René se puso de pie, sintiéndose bien por el hecho
de traer un pañal ligero como una nube.
─Cuando te hagas popó solo me buscas, para que
limpiemos al señor colita─. Dijo Cas, con sonrisas, cerrando la botella de
talco.
René entonces se quedó sentado en el sillón, poniéndose
la almohada para que no se le viera su pañal blanco.
─¡Ah por cierto, vamos a tu cuarto, porque quiero
que veas lo nuevo que te trajimos!─. Repuso Cas, con unos aplausos.
René puso los ojos en blanco, pues sabía que fuese
lo que fuese, todo sería para seguirle acabando la vida.
Su madre le tomó de la mano y se lo llevó a
tirones. En ese momento apareció Jimena, viendo a su hermano; solo sonrió como
siempre, aún le daba morbo verle las piernas desnudas. Eduardo no quiso
perderse la noticia, y se fue siguiéndolos a unos pocos pasos por la escalera.
Al llegar al cuarto de René, Cas abrió lentamente,
para aumentar la duda de su joven. René no quería ver…
─¡Dile hola a tu nuevo cuarto!─. Dijo Cas, y dejó
ver.
Eduardo se asomó entre ellos, casi brincando al
hombro de su hermano.
René arrugó la cara y enseguida, al ver todo lo
nuevo, sintió que habían llegado al tope, pero no quiso decir nada, solo
aguantó la respiración para no explotar como una bomba atómica. Sabía que la guarida
cuando llegase Jordi a su casa ya no sería su cuarto, pues los dos veían
películas en la televisión colgada en la pared, que en sí ya no estaba. Ahora
iba a tener que buscar una nueva guarida para hablar cosas de chicos en sus desvelos
en pijama.
─¡OMG!─. Reaccionó Eduardo con los ojos tan
abiertos, como si le fuesen a salírseles, al ver las pirámides de pañales que
ya cubrían el muro y llegaban hasta el techo. Su impresión era fuerte, tantas cosas
infantiles y juguetes, él nunca llegó a tener todo eso.
─¡Pero me van a devolver todo esto que me quitaron…
me darán todo, hasta mi libertad!─. Gritó René con fuerza a su madre, sintiendo
que lloraba de enojo, por perder todas sus cosas.
─No te preocupes, todo está en la fábrica, en una
sala bajo llave, con el tiempo veremos si vuelven o les damos otro uso, el que
decidirá sobre ellas serás tú. Y sobre tu libertad, no seas tontito Renito, tú
estás en completa libertad, esta es tu vida, mi niño─. Dijo Cas con ternura.
A René le consoló que no hallasen tirado a la
basura los juguetes que le gustaban mucho y que les tenía mucho afecto.
─Si quieres juega ahora mismo en tu cuarto, tienes
todo libre para ti, juguetes, un rico aroma, tus amados pañales que puedes usar
cuantos quieras, y cuando pase, me llamas─. Dijo su madre, retirándose con una
sonrisa tan natural, como si lo que le hubiese dicho fuese que bajase a cenar.
─¿En serio querías todo esto?─. Preguntó Eduardo,
tomando un pañal desde la base donde estaba la gran pirámide, haciendo que se
les viniesen encima.
A René le parecieron fuertes y sin gracia las
dudas de su hermano, y más por el hecho que estaba haciendo sus bromas, metiendo
sus manos arruinando todo como de costumbre, por lo que le tomó de la playera y
le empujó hasta la puerta. Sacándole.
─¡Mira, deja mis cosas en paz con lo que sea que
haya, este sigue siendo mi estúpido cuarto!─.
René cerró de un portazo.
Eduardo se quedó riéndose y triste por querer
seguir viendo lo que le habían dado a su hermano mayor; eso que parecía un gran
tesoro, un botín de oro compuesto por algodón y cintas que olían bien, incluso juguetes
y muchos mimos.
Casandra efectivamente había escuchado que su
joven sacó a su tercer hijo del cuarto, por encontrarse cerca, y eso le enojó
mucho; afirmó castigarle pero sin demostrar enojos para ocultar bien sus
intenciones. Por otra parte, eso le estaba dando señales que su hermoso Lalito
pronto pediría tener algo similar a lo que siempre poseían René o Jimena con
cualquier otra cosa; y ya lo tenía pensado, calculado desde que se puso a
discutir los modos de castigo para su hijo mayor con su esposo, solo faltaban
más indicios. Pero por ahora tenía que hacer ver a su joven que su
comportamiento no estaba siendo el adecuado para el de un niñito al que le
bañaban y se ensuciaba en sus pañales. Y entonces, después de afirmar eso, tomó
su celular y le escribió un mensaje a Jordi, el amigo de escuela y de todo de
René, invitándolo a comer al día siguiente que finalizaran todas las clases. Le
envió bien el mensaje por Whatsaap, pues se tenían agregados.
Una hora
después…
Jimena y Eduardo ya dormían en sus cuartos,
después de haberse dado una fresca ducha juntos en el baño, también cenado café
con pan en compañía de sus padres y ver algo de programas cómicos.
René se había mantenido en su cuarto sin salir y
sin haber levantado todos los pañales caídos, pues con el enojo de haber
perdido todas sus cosas, no podía ni contarlos de uno en uno ni dos en dos,
todo se le hacía complicado. Lo que sí le era simple, era sentir las ganas de
ensuciarse, de hacer popó, estas eran fuertes y eran más que persistentes. Seguía
afirmando que sus padres le estaban dando sus sustancias laxantes en las comidas
o cositas que le invitaban, pues ni estando sentado en su cama podía contener
las ganas, cuando en otras situaciones antes de todo ese castigo, en la calle o
en casa bien lo lograba disminuir. Hallándose sentado, empezó a sentir que la
popó se le iba saliendo, a lo que pensó que ya hasta sufría de incontinencia
fecal. Y para no sufrir con eso, se hincó en la cama, pujando, sacando solo un
poco, y seguido abrieron la puerta.
Cas se acercó a la cama donde estaba su joven,
viendo que por la posición y la cara que dejó de tener para disimular, estaba
haciendo uso de su pañalito. Y luego, bien lo confirmó por los aromas en el
aire.
─Mi Renito se está haciendo popó…
─¡Está bien… sí… pero vete y luego vienes─. Pidió René,
sin dejar de sentir que las ganas eran grandes y fuertes y que no se detenían.
─Pero si mami quiere ver cómo te ensucias, vamos,
tu sigue, yo aquí espero─. Repuso Cas, sentándose en la orilla de la cama,
viendo el desastre de los pañales limpios en el suelo.
René siguió pujando hasta acabar, de sus pompas
grandes salían crujidos por los últimos grumos sólidos, y él se ponía rojo de vergüenza.
Cuando acabó, el olor ya era muy evidente. Casandra entonces tomó uno de los
pañales caídos y le dijo a su joven que se acostase boca arriba, como siempre. René
así lo hizo, evaluando su gran bola de popó al sentirla llegarle hasta sus
testículos por el calorcito grumoso.
Casandra abrió el pañal…
─Bien, vamos a limpiar al señor colita…
Y con la parte frontal llena de pipí le limpió sus
pompas en mayoría; seguido usó todos los utensilios y le limpió a su querido
joven, pasando las manos entre las líneas de a quien siempre le había
sospechado el amor hacia los pañales. René solo meditaba al cambio con sus
mejillas rojizas por la vergüenza de haberse hecho popó a un lado de su madre,
mientras ella observaba cómo se había hecho una gran protuberancia en sus
bonitas pompas. Toda la gran suciedad fue una masa sólida con grumos, que
dilató en irse de la piel del hermoso bebé joven.
Tras usar varias tiras de papel higiénico y
toallitas, René quedó limpio de sus ingles y pompas. Por último Cas, con una toallita
le retiró su prepucio para también limpiarle esa piel.
Al final, René fue puesto en otro pañal, una
camiseta blanca y frotado con crema fresca, la que le llenó la piel de aroma a
bebé.
Casandra acomodó a su joven en la cama,
cubriéndole con las sábanas y dándole un beso en su frente; seguido se fue. René
puso los ojos en blanco con ese gesto. Le era bueno que aún tuviese su celular
con él, y para no dormirse por ahora, se puso a ver vídeos de entretenimiento.
Casandra salió, y al caminar hacia su cuarto para prepararse
y descansar para el siguiente día en llevar a Jimena y Eduardo a la escuela,
sonó su celular con su conversación de amigos. Era Jordi, quien le agradecía la
invitación y que ahí estaría puntual…
Y como Jordi era un chico divino, de muchas
palabras, a Casandra le gustaba platicar con él en presencia y por celular, a
lo que en esa misma noche se quedaron conversando un ratito sobre las notas de
la escuela y varios temas que cambiaban de un ratito a otro…
chale si que le diste un cambio radical a la historia de rene ahora casandra es una loca entrometida este tipo de linea temporal alterna esta buenisima pero te soy sincero me hiciste odiar a la mamá de rene por todo lo que esta haciendo en cuanto a lo demas sigue a si vas muy bien
ResponderBorrarHola, Jeje y a mí me hiciste reír con tu comentario hacia su mamá jajaja :V
BorrarMe agrada que te guste este desenvolvimiento. Muchas gracias igual por comentar. :D
Hola esta muy lindo todas tus historias
ResponderBorrarSigue por favor no te tardes de publicar.