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Un momento de
amor
Pasó un largo rato en el que layra se mantuvo con
su amado Samuelito, sentados los dos en el suelo. Ya habían acabado de comer lo
que compraron, ahora solo veían hacia el horizonte, pensando un millón de
cosas. Samuel sentía la humedad en el pañal que estaba usando, sabía que se
pondría bastante pesado en cualquier momento, así como le pasaba por las noches
cuando reposaba su bonito cuerpo de bailarín.
Layra estaba sensible en ese momento, era una
sensación rara que le producía no parar de mirarlo, el solo hecho de estar con
su querido amiguito que le enseñaba mucho de la danza le provocaba sentirse una
chica rara, pues por un lado, sentía mucho miedo de que le ocasionara problemas
el enamorarse más de Samuel, debido a que Samuel era un niño de once años y
medio, pronto haría los doce, aun podía detectar comportamientos infantiles en
él. Por otro lado, quería comérselo a besos así como con los chicos de su edad
que le cautivaron.
Pasó una media hora en la que los dos no dijeron
nada, se recostaron en el pasto con las manos bajo la cabeza, mirando hacia el
cielo. De pronto, layra vio que Samuel se mantuvo un largo rato con los ojos
cerrados, como si estuviera durmiendo. Se inclinó un poco sin levantarse,
mirándolo, viendo lo hermosa de su piel y la bonita forma humana de ese niño.
Pero como a todas las chicas, a layra no le pudieron hacer resistir las ganas
de intentar eso que quería en ese momento, no quería esperar otro momento ni un
día más, no quería quedarse sin probar la espuma que se producía en los labios
de Samuel. Así que se le acercó lentamente, y al estar casi cerca los dos de la
cara, Samuel abrió los ojos, viendo el hermoso rostro de layra. Aun siendo niño
entendió que eso que se aproximaba sería un beso, a lo que afirmó querer probar
su primer beso, y sin saberlo, solo esperó a que layra hiciera todo el trabajo.
Layra conectó bien sus labios con los de Samuel, y
empezó a hacer profundos sus roces, sintiendo el aliento del niño, el que le
supo a lo que habían comido hacía un rato. Cuando Samuel sintió los húmedos
labios de layra, también le llegó a su cuerpo un largo cosquilleo, hasta pudo
sentirlo en el interior del pañal, era como si le dieran escalofríos, pero tan
placenteros. El niño no pudo negar que el amor era algo tan fuerte, en segundos
reconoció porqué las chicas que conocía y sus primos mayores duraban mucho
besándose con sus novias. Por los minutos y minutos que duraron besándose, a
layra le supieron simples los labios de Samuel, ya que le había absorbido los
sabores de la comida.
Cuando por fin se separaron, Samuel se sentó,
pensando mucho, sin poder creer que se había besado con una chica mayor que él,
ahora comprendía más los acercamientos de layra en todo momento.
Layra estaba feliz, pero su ser estaba llena de
nerviosismo, no podía creer que había besado a un niño que mojaba la cama, que
encima de eso, usaba pañales, pero al ver que Samuel estaba sonriente y con la
mirada de querer más, entonces no dudó en volver a hacerlo. Pero antes de
volver a conectar sus labios, le dijo a Samuel:
─No le vayas a decir nadie de esto, que sea como
nuestro secreto de los pañales.
Samuel le afirmó moviendo la cabeza, y dejando que
layra volviera a ser la coordinadora del beso, volvieron a conectar sus labios…
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