LO QUE DECIDIÓ
EL DESTINO
Layra se quedó llorando la tarde en que Samuel se
fue con su tía en el auto. El sentimiento en su interior era el idéntico al de
una madre despojada de su hijo, de su bebé recién nacido, alguien a quien había
llevado en su vientre por nueve meses; pero en ese caso, el dolor femenino en
su interior era por haber perdido al chiquillo tan hermoso del que se había
enamorado perdidamente. Layra no paraba de secarse las lágrimas y volver a caer
hundida en sus berrinches, parecía una chica despojada brutalmente de su
consciencia, de su ser femenino, ni la idea de pronto vera sus padres podía
consolarla.
La hermosa chica se mantuvo en las afueras de la
academia de danza, algunos chicos que igual habían tenido sus visitas o simplemente
andaban por ahí, veían a Layra llorando, pero no le tomaban importancia, solo
se fueron a sus propios asuntos.
Dos horas después, Layra decidió regresar al
dormitorio, donde sus cosas seguían esperando; en su interior tampoco quería
volver ahí, no quería llegar y encontrarse con ese vacío, con todo ese espacio
para ella, pero lo tuvo que hacer. Al dar la espalda hacia el camino que dejó
el auto de la tía de su amado Samuel, se mantuvo unos segundos terminando de
llorar, secando sus lágrimas; después, se dio la vuelta, observando el horizonte
lleno de árboles y los caminos, por si se aparecía el auto en retorno, pero no
vio nada, solo una inmensa paz en todos esos caminos. Su corazón desgarrado le
dijo que su amado Samuelito ya no volvería nunca.
Layra se fue caminando por los mismos caminos,
observando los sitios que compartió con su amado chiquillo, aquel lindo niño
que se veía hermoso con sus leotardos y mallas blancas, quien bailaba estupendo
canciones con mucho ritmo y saltaba girando por el aire como un trompo. Todos
esos lugares sin su presencia eran como sueños, sueños alegres que se volvieron
tristes. También Layra fue caminando ignorando las miradas de sus compañeras y
los otros estudiantes de la academia de danza, todos los que supieron que ella
y su amado Samuelito usaban pañales.
Y así, Layra se fue tranquila en dirección al
dormitorio, destruida por el hechizo de la tristeza.
Al llegar, la hermosa chica bailarina fue abriendo
la puerta lentamente, con mucho cuidado. En su interior no perdía la esperanza
de que al ingresar, ahí estuviera su amado chiquillo, su hermoso bailarín de
doce años, sentado o acostado en la cama con la sonrisa tan grande, sus ojitos
tan hermosos, con la decisión en el alma para aceptar muchos de sus besos. La
emoción de que pasara le hizo abrir la puerta, por segundos así lo sintió.
Al entrar, vio hacia la cama, los muebles, todo
estaba inerte, no había nadie. Entonces Layra no pudo evitar sentir esa
sensación como de una muerte, sentía claramente la ausencia de Samuel, como si
realmente hubiese muerto. Lo que le hizo volver a llorar, fue respirar el
perfume de su amado niño bailarín, se sentía en el aire todavía, y eso hacía
que pareciera estar ahí a ese hermoso niño.
Layra cerró la puerta con candado y se fue a
acostar a la cama, hundiendo su rostro en la almohada que fue de Samuel,
sintiendo la impregnación del perfume de su amado novio, todo olía a él. Siguió
llorando desconsoladamente, ahora que estaba sola, podía llorar el resto del
día, no iba a ir a comer, no iría al baño, solo se pondría un pañal en honor a
su hermoso chico y se quedaría ahí llorando, hasta que su cuerpo se quedara
deshidratado y sin lágrimas por tanta tristeza. Preguntas como: ¿por qué no me
fui contigo mi amor? ¿Por qué te dejé ir? ¿Me vas a recordar toda la vida?
Esas preguntas no tuvieron respuesta para Layra en
ese momento, lo único que llegó como respuesta fue recordar los momentos de
cambios de pañal a su amado Samuel, cuando le cuidaba como su bebecito, con
todo el amor de uno y el amor real que ya tenía por él. Eso era lo único que le
daba paz a su femenino corazón. También, Layra se propuso pensar en la promesa
fuerte que le hizo a su hermoso chico la noche anterior, la de siempre pensar
en él, no olvidar su amor y seguir en su posición de continuar en sus vidas en
el mundo de la danza, a pesar de seguirse amando a mucha distancia, separados.
Por ese día, Layra se cumplió su misma promesa, la
de no ir a comer, no salir, siguió triste y llorando por ratitos hasta la
noche. Lo único que hizo fue darse un baño, lavar bien su hermoso cuerpo de
bailarina y ponerse su pañal. Al menos con los pañales, podría tener el
recuerdo de su amado Samuel, sentirlo cerca, provocar el amor más fuerte hacia
los pañales.
En la noche, Layra se dormía por ratitos, y
despertaba, observando a su lado de la cama, respirando el perfume de su amado
chico, al igual que oliendo su ausencia.
Al día siguiente, Layra por fin tuvo que salir a
comer algo. Fue a la cafetería de la academia de danza, pidiendo unos ricos
huevos revueltos con jamón y también unas ricas verduras hervidas, para no
perder su equilibrio en la buena alimentación. Comió hambrienta. Eso le dio
energías para poder caminar un poco por los pasillos con más calma, pero al
recordar el bonito cuerpo de bailarín de Samuel, sus bonitos ojos y ese bonito
corte de cabello, le hacían doler el alma, latir muy triste su corazón, pero
debía ser fuerte.
Layra también compartió tiempo con sus tres
amigas, Alexa, Viviana y Julia, sus tres amigas quienes le hicieron felices los
días cuando Samuel estuvo con ella, jugando a ser bebés reales, pasando
momentos muy lindos. Ahí Layra se dio cuenta que había pasado la mayoría del
tiempo con Samuel y no con ellas, por no saber mucho de ellas, pero también le
sirvió de terapia, de relajación para su alma.
Y así se fueron los últimos días de Layra en la
academia.
Pronto fue su turno de empacar sus pertenencias en
el dormitorio. Por fortuna, la hermosa chica se había acabado ya el paquete de
pañales compartido con Samuel, no quería llevarse ninguno a casa, a pesar de
seguir teniendo accidentes nocturnos.
El último día, antes de salir del dormitorio,
Layra se quedó observando la cama donde durmió con Samuel, su amado y hermoso
chico; todas las vivencias pasaron frente a sus ojos, como los cambios de
pañales y lo demás, como los bailes, las diversiones, cuando dormían juntos…
todo eso le provocaron ganas de llorar, pero se las aguantó, logrando quedarse
con los ojos llorosos.
A pesar que nunca jamás fuera a verle, Layra se
juró siempre seguir amándolo y continuar sus estudios de danza, teniendo muy en
el fondo los buenos tiempos dentro del dormitorio.
Y así, Layra le dijo adiós al dormitorio donde
durmió con Samuel, adiós a todo ese primer nivel en la danza lleno de amor con
él. Y se fue caminando con los otros chicos que también eran muy lindos; las
otras chicas, muy hermosas y divinas.
Layra llegó con sus padres, quienes llegaron por
ella, le dieron muchos besos y la cargaron de felicidad, admirando mucho el
cambio en su cuerpo, desde su ingreso hasta ahora, fue mucha la transformación
femenina en ella, y eso los hizo sentirse orgullosos.
Cuando estuvo en su propia casa, Layra se sentía
como la chica de la película del Titanic, sentía haber perdido a su gran amor
por la muerte. Por muchas noches en casa, Layra soñaba con Samuel, que jugaban
mucho y bailaban juntos, así como había sido en sus estudios usando pañales. También
siguió llorando bajo las sábanas y sus almohadas a escondidas de sus padres, a
ellos nunca les dijo de la relación amorosa con aquel hermoso chiquillo
bailarín, no tenía caso, porque quizás en algún momento saldrían a la luz el
tema de los pañales y no quería eso.
Por fortuna, los accidentes nocturnos de Layra
fueron terminando; no obstante, Layra no dejó de usarlos ahora a escondidas de
todo el mundo. A pesar que sus tres amigas y casi la mayoría de la escuela de
danza se enteraron de su secreto, ella prefirió convertirlo en uno real. Al
menos así, sus estudios de danza iban a ser, en pañales.
Layra siguió teniendo un especial cariño hacia
esos productos absorbentes, sobre todo porque le traían el recuerdo de la mejor
obra de arte en la danza con vida: su amado Samuelito, a quien nunca olvidaría.
Y así como cualquier otra historia de amor, los
siguientes tiempos de regreso a la academia, los otros semestres, Layra
continuó con sus amistades principales, sus amigas Alexa, Viviana y Julia. A veces
se enojaban entre ellas, pero al poco tiempo ya estaban felices.
Y como si de un hechizo mágico se tratara, Layra
llegó a sentir que el amor por Samuel se había desvanecido, no en un cien por
ciento, pero sí pudo sentirse más y más tranquila, recordar aquellos momentos
juntos con mucha alegría y paz, sin sentir dolor ni tristeza. Eso le permitió
continuar sus siguientes semestres con éxito, poder bailar muy bien y ser una
de las chicas bailarinas de selección.
También Layra pudo tener muchos más novios, eso no
lo pudo evitar, su femenino corazón se había repuesto bien de todos los sucesos
tristes que bien pudo ir teniendo distintas relaciones amorosas por meses y a
veces, solo un par de años.
Desde que Layra dejó de ver a Samuel, con sus
estudios de danza,
PASARON DIEZ AÑOS…
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