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Los estudios en pañales de Layra - Cap. 20, FINAL. Parte 2.






Layra se había convertido en una preciosísima, preciosísima señorita. Ahora con veinticinco años, era mucho mejor. Su cuerpo dio el cambio más radical, su cuerpo era el de un hada, una ninfa o cualquier criatura fantástica que irradiara preciosura.

Sus estudios ya habían acabado, se había especializado recientemente en la enseñanza de la danza y los idiomas, por lo que podía conocer cualquier parte del mundo.

Layra también había fundado una academia, tenía su propia escuela, sus alumnos no dormían ahí, solo los recibía a diario, viéndolos vestidos con sus hermosas mallas, leotardos color negras o color blanco; a las chicas con sus leotardos, sus tutús, tan hermosas y radiantes igual a la profesora. Todo bien de esa forma para darles las mismas clases que ella recibió, corrigiendo mucho su cuerpo, fueran rectos, no sacaran mucho las pompas y pudieran resistir las posiciones más firmes y ligeras. Ella era perfecta en eso.

 

Una tarde en que Layra finalizó sus clases, todavía había sol, la hermosa mujer iba bajando las escaleras de su salón de baile, caminando ligeramente, como toda una diosa. Su secretaria le había dicho que tenía una cita con una persona, era un joven, quien no dijo su nombre en el momento, la persona visitante prefería ser reconocido a simple vista.

Entonces, Layra fue bajando sus escaleras lentamente, y a llegar a su recepción, su secretaria le dijo que ahí estaba su visita, y al ver hacia los sillones, en la esquina donde estaba el brillo del sol, pudo ver a un joven, no era un adulto, tampoco tenía menos de veinte años.

La hermosa mujer llamada Layra, no podía creer lo que estaba observando, ahí estaban esos hermosos ojos, ese bonito cuerpo de bailarín, mucho más grande, ahora con el cuerpo de todo un hombre. La bonita mirada de aquel joven se conectó con la suya, no dudaba de quién era, ella estaba helada, no podía caminar, parecía que el tiempo se hubiese congelado, y fuera cruel, porque justo ahí sentía tristeza, felicidad, todo en breves segundos. Pero no pudo evitarlo, rápido se fue caminando hacia él.

El hombre joven se quedó de pie ante la hermosa mujer, todo seguía siendo igual, él tres años menor que ella, pero en tamaño, las leyes de la vida, ya tenían todo permitido. Enseguida el joven le dijo a la mujer:

“Hola, mi hermosa Layra”.

Layra se quedó helada de felicidad, ya no quiso resistirlo, no lo besó, pero sí le dio un enorme abrazo, casi lloró por sentir su cuerpo de nuevo, ya no como el de un niño, ahora todo era una presencia de hombre joven, sus manos eran más firmes, más musculosas, su tono de voz ya no era angelical, ahora imponía como el de un gran varón, pero sus hermosos ojos seguían siendo iguales.

Al final de abrazarse, los dos se sentaron a conversar.

El joven Samuel, se quedó conversando con mucha emoción con Layra, hablando de los viejos tiempos, cuando estudiaron un semestre juntos y usaban pañales para dormir. Los dos se reían mucho por eso, sus voces eran de adultos jóvenes, una pareja todavía más que predilecta.

Layra repetía mucho lo feliz de haberle vuelto a ver, decía mucho que si algún día moría, podría ser en paz. Samuel también decía lo mismo, aunado a eso, le contó a Layra todos sus sentimientos desde que se dejaron de ver, le dijo que nunca dejó de pensar en ella, siempre lloraba cada noche y deseaba poder viajar para verle.

 

Después, Layra llevó a Samuel a recorrer su escuela, y al ingresar al salón, Layra le propuso a Samuel bailar así como lo hacían siendo más chicos. El joven aceptó, y los dos se fueron a preparar con un poco de ropa de danza.

El joven Samuel se puso unas mallas y no se puso ninguna playera, dejando ver toda una buena musculatura bien trabajada, por muchos años bailando, haciendo ejercicio y manteniendo la misma humildad, también presunción, a sus doce años. Layra se sentía muy emocionada, y con la música, los dos bailaron juntos, así como en los viejos tiempos usando pañales.

Layra se abrazó a Samuel y moviéndose lentamente, se dieron un nuevo beso, sintiendo sus sabores, era lo mismo, pero en cuerpos mayores.

Eso dio inicio a su nueva relación, una adulta, todavía joven, pero con todos los sabores de la vida, Layra y Samuel pudieron ahora sí, vivir como una pareja normal, porque efectivamente, duraron dos años de novios, y luego se casaron.

 

Gracias a eso, tuvieron cuatro hijos, nombrados: Melissa, Nathaniel, Clarisa y Francis.

Layra y Samuel continuaron usando pañales siendo adultos, igual que como niños, con sus mismos hijos, los dejaron en pañales sin ningún problema. Seguían bailando juntos, amándose. También tenían problemas de cualquier pareja, pero podían resolverlos.

Así, la vida de Layra, fue en pañales, al lado de un hombre muy bueno, educado, bailarín y lleno de amor hacia ella.

Lo que fuera a venir en el futuro, lo afrontarían con los pañales puestos, y bailando como siempre.






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