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Samuel baila su
primera canción
Layra se había mantenido en su barra observando
los movimientos de su nuevo amiguito Samuel, a quien había accedido a cuidar y
hacerse la mejor amiga del mundo. Tenerlo cerca de su barra le provocaba mucha
emoción, sentía que podía aprender de las cosas avanzadas que el niño sabía,
pero la verdad era que Samuel hacía las cosas con la precisión necesaria para
no ser calificado como deficiente en su primer día en un grupo con chicos que
no eran de su edad.
Layra también se lo imaginaba usando pañales, esos
tipos de pensamientos no podían quedarse ausentes en su mente, eran como una
lluvia que tenían que caer sobre un desierto. Aunque eso le generaba mucha duda
a layra, pues nunca en su vida se había interesado por un chico con cuatro años
menos que ella.
Al tener frente suyo a Samuel, viéndolo de
espaldas por breves segundos por imitarle sus movimientos, layra trataba de no
parecer una acosadora.
Como layra se mantuvo perdida en su mundo con los
pañales y en lo que pensaba y pensaba con Samuel, la clase de ballet acabó, las
chicas lograron estirar los músculos de sus piernas y los de sus brazos,
despegando un poco la tela de sus leotardos en sus entrepiernas, de igual forma
en su espalda, porque el sudor abundante les hacía sentir que tenían una
segunda piel más calurosa.
Layra y Samuel se fueron a beber un poco de agua
al pasillo del salón, sintiendo el cambio de aire en el ambiente, pues dentro
del aula había calor concentrado y afuera se sentía fresco. Samuel bebía agua,
disfrutando de la sensación que el líquido le refrescara su garganta, igual sus
oídos volvían a ponerse alertas, destapándose un poco, todo por causa de la
deshidratación. En ese momento, Samuel le dijo a layra:
─Lo haces bastante bien. A diferencia de las otras
chicas, cuando las veía desde mi barra, pude observar que se perdían en los
movimientos, en las flexiones de los brazos y la elevación de piernas.
Layra escuchó ese bonito comentario de su esfuerzo
en clase, le gustó, y le dijo a Samuel:
─Gracias, tú también eres bueno, la verdad es que
me mantuve siguiéndote un poco en tus movimientos, se nota que sabes un poco
más que todo el grupo.
Samuel sonrió, encontrando agradable el tono de
voz de layra. Y le dijo de nuevo:
─Sí, he tomado algunos cursos hace un año, y por
ser constante me he ganado esta beca con ustedes.
Los dos se sonrieron en esa breve pausa,
continuando en beber sorbos pequeños de agua fría en sus botellas. Los ojos de
Samuel se desviaban en algunas ocasiones, observando que los varones más
grandes en el salón de layra, trataban de hacer giros en el suelo de madera,
elevando sus piernas y tratando de mantener el equilibrio. Luego le dijo a su
amiga layra:
─Yo puedo hacer esos movimientos que tus
compañeros quieren hacer. Es un poco complicado al inicio, requiere de mucha
precisión.
Layra vio lo que hacían sus compañeros, tratar de
girar en su eje casi con la punta, detectando sus débiles piernas. Y le dijo a Samuel:
─Me gustaría verte bailando.
Samuel se sintió inspirado a bailar para su amiga
layra, ya quería que alguna profesora diera la orden de una dinámica en la que
alguno mostrara sus habilidades en el baile. Pero para no quedarse con las
ganas, le dijo a layra:
─Si quieres puedo bailar para todos mientras llega
la profesora de la siguiente clase.
Layra abrió sus hermosos ojos tanto que sintió que
se le saldrían, por la impresión de la oferta de su hermoso amiguito bailarín,
a lo que le dijo:
─Bien, aprovechemos ahorita que tenemos solo diez
minutos de reposo. Mientras tomamos aire y descansamos más los músculos, puedes
mostrarnos tu baile a todos.
Samuel se sintió como la estrella del universo en
ese momento, su pasión por el baile aumentó, pues su madre le había dicho que
había nacido para ser el mejor bailarín del mundo. Así que podría impresionar a
su nueva amiga y sus torpes compañeros que intentaban bailar, o hacer algo
cuando apenas eran principiantes.
Layra llegó con todos y les empezó a decir la idea
que tuvo Samuel, la de bailar para todos en ese momento de descanso.
Todos en el grupo aplaudieron por lo genial de la
idea, querían ver bailar al nuevo integrante del grupo, sobre todo, querían ver
las técnicas aprendidas en otras escuelas de danza.
Todos hicieron espacio en el salón, sacaron las
barras de ballet para que Samuel no tuviera interferencias. El niño que daría
su mejor espectáculo fue por su celular para poner su canción favorita.
Cuando Samuel caminaba era tan preciso y sensible,
como si fuera un chico hecho de chocolate frío, al que si le tocabas con mucha
fuerza se rompería. En lo que iba por su mochila donde estaba guardado su
celular, Samuel sentía ganas de ir al baño para aliviarse la hidratación, pero
no podía permitirse perder tiempo, tenía que demostrar su baile, justo ahí
pensaba que si en esa academia de danza permitieran cosas absorbentes como
partes del uniforme, toda esa sensación, no sería algo de qué preocuparse.
Pensando todo eso, sacó su celular, encendiéndolo, buscando la canción que le
llenaba su ser de sensibilidad, expresión y elasticidad. Cuando la tuvo, se fue
en dirección donde estaba layra con el aparato de sonido que usaban las
profesoras para la clase.
Layra le ayudó a Samuel a poner su canción lista
para reproducir. Samuel se fue a su esquina cerca de la puerta donde haría su
entrada. Luego, cuando Samuel dio la señal con la mirada de que iniciaran su
canción, layra pulsó el botón.
Los estudiantes del primer nivel vieron a Samuel
comenzar a moverse con el ritmo de la canción que igual a ellos les gustaba
mucho. Era la canción de Sia, titulada Chandelier.
Con cada entonación de la canción, el ritmo, layra
podía ver que Samuel era idéntico a la niña del vídeo en la canción que todos
cantaban en voz baja, pues no querían perder de vista lo que el niño bailarín
mostraba en sus movimientos. Samuel se veía hermoso, divino, era tan flexible
como una varita de plástico, bailaba sensual y hacía escurrir saliva a todos,
por tener destreza sin igual, una forma de bailar que bien podría ser de las
niñas.
Layra también estaba con la boca abierta, no podía
creer que el niño que había hecho su amiguito, bailara de esa forma, con ese
estilo tan único, su gran habilidad para el baile combinaba bien con su
misterio hacia los pañales. En ese momento de bellos saltos y giros por parte
de Samuel, layra afirmó que al niño solo le faltaba la peluca que usaba la niña
en el vídeo de la canción.
Cuando la canción iba finalizando, Samuel se
despidió de su presentación con la reverencia de un bailarín.
En los segundos de silencio, todos le aplaudieron
y se pusieron de pie para reconocerle su talento. Samuel sonreía victorioso, se
sentía famoso, mejor que todas las chicas y los varones un poco mayores en ese
salón.
Layra le dio unas palmaditas en el hombro a su
amiguito, quien ni parecía estar cansado de haber bailado esos cuatro minutos,
solo tenía gotitas de sudor en su hombro, las que se quedaron en la palma de la
mano de layra, pero eso no le importó a la hermosa chica.
Después que todos le felicitaron a Samuel su
baile, se fueron a preparar para la clase teórica.
Como siempre lo hacían, hubo algunos que ya
estaban preparados con sus prendas normales del día, pues se fueron a los
vestidores a cambiar a la velocidad de la luz, poniéndose una bermuda y una
playera.
Layra y sus amigas se vistieron con sus bermudas
sobre el leotardo, cubrieron sus pies con sus zapatos deportivos y se fueron
hacia la clase, donde tendrían una exposición en vídeo sobre la historia de la
danza, principalmente los nombres básicos delas posiciones en ballet. Por lo
que iban cuidado llevar lápices y libretas.
Layra se despidió de Samuel con un beso en su
mejilla, prometiéndose salir a dar un paseo por los jardines de la academia y
comer algo por ahí en la cafetería cuando la clase teórica finalizara. El niño
aceptó gustoso.
Samuel no tenía que ingresar a las clases
teóricas, por lo que simplemente se fue hacia su dormitorio donde estaba la
profesora que era su tía. El chiquillo estaba planificando pedir un dormitorio
propio, pues no le gustaba tener que usar sus remedios para la noche y que su
tía supiera mucho más de eso, el remedio que le evitaba dejar raros olores en
el colchón, los que podrían sentir los futuros alumnos.
Layra pensaba mucho en Samuel, lo infinito que
podrían compartir juntos, los aprendizajes que se podrían llevar, los secretos
que se podrían revelar. El niño era un amigo con un misterio en la danza y en
los pañales que no podría darse el lujo en perder.
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