Parte 3
El
reemplazo de Casandra ya estaba con el precioso René. Los dos ya habían
terminado de conversar y comer, por lo que el joven se hallaba satisfecho en
ese momento. Ya era casi el medio día, dentro de poco llegarían Jimena y
Eduardo.
Rene se levantó de la mesa y se fue hacia su
cuarto a buscar con que entretenerse. Por un lado extrañaba mucho los temas
escolares, pero por otro, le daba gusto no tener que ir a aprender temas
complicados y quedarse en casa usando muchos pañales, puesto que en la escuela
ya estaba completamente reprobado en todas las asignaturas. Pero justo en ese
momento, como una leona acechando su presa, llegó Valeria detrás suyo con la
botella de talco y el tubito de crema para las rozaduras.
─Renito, creo que ya es hora de ponerte tu
pañalito, nene, porque me dijeron que después de comer te dan muchas ganas de
ensuciarte─. Dijo Valeria.
Era cierto, el joven que aún usaba su pijama a las
doce del día sabía que era verdad, por lo que esas sensaciones de liberar las
ganas de hacer pipí y popó ya le andaban dando señales.
─Pero es que me da pena contigo, es el primer día
y siento raro que me quieras poner eso así como mi madre─. Dijo René, con
risitas, poniéndose rojo de las mejillas y mirando al suelo.
─Claro que no debes tener pena conmigo, tu mami me
contrató para atenderte en todo, e igual me dijo en breve que el más chico de
tus dos hermanos se unirá a esto, así que mi deber es ver que siempre posean lo
que es la finalidad de tu castigo, el pañal─. Dijo Valeria, con tono normal.
René sintió la seriedad de su madre ante él,
aunque fuese otra persona. Pero en ese instante, las ganas de ser puesto en
pañales por esa mujer de la talla de su madre le encendieron fuego en su
interior, a lo que luego le dijo:
─Está bien─.
Valeria sonrió y le indicó que siguiera los mismos
procesos, por lo que René se fue a acostar en su cama sin retirarse la ropa.
Valeria tomó un pañal de los que había en el
cuarto, los que por fortuna eran los del primer día. Puso todo a un lado del
joven y procedió a retirarle el pantalón del pijama.
René sintió bonito ser visto por ella en sus
piernas, unas tan bonitas en forma y grosor. Seguido Valeria le retiró la
playera. Como acto último para pasar a su desnudez, le quitó el calzón de tela,
dejándolo desnudo. Valeria vio que el hijo de su amiga tenía un cuerpo tan
hermoso, algo digno de cuidar.
─Pero que cosita tan linda, sin nada de bellos,
eres tan hermoso en ese estado─. Dijo la mujer, dándole unas caricias al pene
del joven.
René no pudo evitar que su pene se le pusiera
erecto en un momento repentino. Las caricias rápidas de Valeria le hicieron
sentir cosquillas en todo su cuerpo, fueron tan ricas que le dieron ganas de
masturbarse.
Valeria vio las manchas de residuos de talco en el
miembro del joven, a lo que con una toallita húmeda le retiró la mayor
cantidad, sintiendo la fina piel del joven en esa área; y lo mismo hizo con sus
pompas cuando el joven por sí mismo levantó sus piernas sobre su pecho,
exponiendo todo ante la vista de la mujer. Ella puso las toallitas usadas a un
lado y sin más ni más, le puso el nuevo pañal, sin aplicar mucho talco, ya que
el cambio llegaría en menos de cuarenta minutos.
Le cubrió el macizo pene a René con la parte
frontal del pañal lleno de figuritas bonitas, como si fuera un niño pequeño.
─Listo. ¿Ves que no pasa nada malo? Yo te podré
cuidar muy bien todo el tiempo e igual cambiarte. Cuando te ensucies completamente
me dices y te cambiaré─. Dijo Valeria.
Rene se puso de pie, disfrutando de las
sensaciones del pañal pero sobre todo, de haberse mostrado desnudo ante la
amiga de su madre.
Valeria echó las toallitas a la basura y se retiró
un momento del cuarto del joven para continuar con sus siguientes labores
encargadas en la casa de su amiga. René se mantuvo en su cuarto terminado de
pintar el libro que su madre le compró, pues ya faltaban unas pocas hojas para
completarlo. Mientras aplicó los últimos detalles en colores, entonces los
calambres que siempre le daban cuando hacía uso del pañal por la mañana le
llegaron en ese momento, pero más fuertes que las anteriores veces. Se tuvo que
parar de la cama porque parecía que todo le iba
estallar por dentro, como si sus intestinos fuesen un globo saturado de
aire. Sentirse así le hizo recordar cuando se hizo popó en la escuela por
llevar el pañal a escondidas de todo el mundo, motivo por el que le
sorprendieron y castigaron como estaba ahora. En ese momento, afirmó que su
madre y la señora Valeria habían hecho acuerdos para darle cosas en sus
comidas, porque cuando sentía que le dolía el estómago de esa forma era porque
Cas había echado laxantes en sus platillos. Lo malo era tener que esperar a que
las ganas bajaran y tener que mantenerse esperando.
René se mantuvo así por solo dos minutos que le
parecieron eternos, sosteniéndose de su cama con la mirada fija, esperando
sacar toda la gran bola sucia en el pañal.
Cuando al fin todo estuvo listo, entonces respiró
un poco y dejó salir el largo segmento. El joven sintió cómo en sus pompas el
pañal dejó de estar adherido a su piel para apartarse y darle lugar a la masa
que liberó olores apenas saliendo. El olor a popó llegó a sus narices, pero no
se detuvo de pujar, sacando grumos sólidos y aguados cada pocos segundos. Le
agradaba hacérselo encima, era como hacerlo en el retrete, pero en lugar que
todo cayera hacia el agua, se apretujaba con fuerte olor en sus pompas.
─¡Uff!─. Exclamó René ahí de pie, sin moverse
mucho ante su cama, con las manos que apretaban mucho sus sábanas. Terminó de
recuperar el aire, y al hacerlo, entonces tocó con su mano derecha toda la
curva del pañal entre sus piernas, reconociendo que había hecho mucho más de lo
generado en la cena al día anterior. Se sentía bien, pero ahora venía ser
cambiado por Valeria.
Los calambres en su cuerpo cesaron por toda la
estimulación al defecar, entonces, cuando se puso frío, fue a buscar a su
cuidadora. Abrió la puerta y escuchó que ella estaba hablando por teléfono. Por
el estilo de saludos y palabras dedujo que era su madre. Así que se mantuvo en
el cuarto de pie, sin querer sentarse ni recostarse para evitar que todo
saliera por las barreras del pañal en sus entrepiernas.
En breves segundos, se produjo la llegada de
Eduardo y Jimena a casa; los dos hermanillos ya sabían de la presencia de
Valeria en casa con su hermano mayor, por lo que querían conocerla, pues
anteriormente escucharon por su madre las historias de ella cundo fueron
compañeras en la escuela. Los dos chicos se bajaron del auto de Diego, y antes
que Eduardo se bajara, Diego le habló y le dio una bolsa donde iban unos
pañales comprados para él, un encargo de Cas desde la mañana.
─En este mismo día y mañana, haremos los tuyos a
tu talla─. Dijo Diego, guiñándole el ojo a su precioso hijito, feliz, como
siempre se mostraba. Eduardo los recibió sintiendo pena porque sus vecinos
podrían verle con eso en sus manos, pero luego se tranquilizó, pues a eso se
dedicaban, a la fabricación de pañales para el mundo entero y en más de cien
ocasiones antes de volverse usuarios de los pañales, entraron a su casa con
muchas cajas para guardar un rato y llevar a la fábrica.
Los dos hermanos caminaron hacia la entrada con
sus mochilas al hombro. Las personas que les veían no pensaban nada acerca de
lo que ocurría dentro de casa de los dos niños próximos a ser dentro de poco un
par de adolescentes, solamente pensaban que eran una común familia más.
Jimena y Eduardo le dijeron adiós a su padre y se
fueron a instalar a sus cuartos para cambiarse de ropa. Eduardo estaba rojo
como un tomate, pues su deseo se lo habían hecho realidad, le habían otorgado
unos pañales al igual que su hermano mayor. Las mismas emociones de un joven
adolescente se estaban produciendo en el hermoso niño, puesto que al caminar,
unas vibraciones enteras le llenaban el cuerpo de placer.
Jimena se cambió rápido el uniforme escolar,
manteniéndose con su calzón y calcetas, usando para el día un bonito conjunto
de bermuda y blusa color blanco. Eduardo se quedó igual, pues no creía que
tenía un paquete de pañales en sus manos. Se fueron a conocer a Valeria, y
cuando le vieron, le saludaron de beso en su mejilla, reconociendo lo bonita
que era al igual que su madre.
─Son tan lindos ustedes dos, nenes, vamos a ver a
su hermano mayor, pues tenemos el pendiente de cambiarle su pañalito─. Dijo
Valeria a los dos niños.
─Si, te acompañamos─. Dijo Jimena, feliz.
Eduardo afirmó llevando abrazado su paquete de
pañales.
Los dos niños subieron las escaleras para ir con
René y detrás iba Valeria, quien inspeccionaba al nuevo niño a su cargo al
igual que el precioso René.
Valeria llegó al cuarto de René con Jimena y
Eduardo. Entraron e inmediatamente sintieron el aroma invadiendo el cuarto, ya
ni se sentía el aromatizante a bebé, solamente olía a joven sucio.
─Alguien ya se hizo en su pañal. Vamos… acuéstate
en la cama, vamos a limpiar todas esas pompitas tan hermosas que huelen muy
mal─. Dijo Valeria.
René les sonrió a sus enanos favoritos, a Jimena
que esperaba dispuesta a ayudar con el cambio, con sus ojos enormes que
parecían prontos a salírsele y a Eduardo quien sudaba de emoción. Por tanta
ocurrencia con cambios de pañales, parecía que el olor concentrado en el cuarto
de René era indiferente.
─¡Rana… me compraron pañales!─. Dijo Eduardo.
─Que bien─. Le dijo René, sonriente, sin poder
creer el nivel al que había llegado su deseo por usar lo que ellos mismos
fabricaban. Seguido caminó con cuidado, sintiendo la acumulación tibia en las
entrepiernas y en casi todas sus pompas. Se acostó con cuidado en la cama,
afirmando que todo en el interior del pañal parecía estar relleno NO de
algodón, sino de plátano hecho papilla.
Extendió un poco sus piernas hacia los lados.
Valeria puso todo de nuevo cerca para evitar manchas. Jimena sacó varias capas
de toallitas húmedas. Seguido Valeria le abrió las cintas al pañal de René,
bajando la parte frontal, revelando todo lo sucio, observando que la pastilla
laxante sí que había lavado mucho en el interior del joven, pues la popó ya
había sobrepasado hasta sus testículos.
─Vamos a dejar esta preciosura de pene bien limpio
y al señor colita sin malos olores bien rápido─. Dijo Valeria.
Así como indicó, comenzó a recibir los trozos de
papel higiénico que Jimena le daba y pasar limpiando las pompas de René, igual con
sus entrepiernas, pero el joven sentía que el proceso era lento, no era
comparado como lo hacía su madre, pero se estaba dejando llevar. Tampoco le era
vergonzoso estar desnudo ante sus dos hermanos con todo su pene y pompas
sucios, por la rutina desde el inicio de los tiempos con los pañales.
Jimena veía la erección del pene de su hermano
mayor, a quien decían por cariño “Rana”, afirmando en su mente: qué grande se les pone a los hombres.
Pasaron las limpiezas en toda la piel sucia de
René y por fin, toda la popó estuvo limpia de su cuerpo. Así que el joven fue
puesto en crema blanca para las rozaduras en toda la línea de sus pompas,
cubriéndole bien su ano; por último, Valeria le puso mucho talco en su pene.
Igual el siguiente pañal.
─Gracias─. Dijo René, sonriente, y recibió un beso
en la mejilla por Valeria.
─Bien, sigamos con el turno de Lalito, mi amiga me
dijo que también vas a usar pañales como Renito─. Dijo Valeria, sonriente.
─Si─. Dijo Eduardo, un poco nervioso.
─Bien, permíteme sacar este pañal de Renito y
luego te lo pongo─. Dijo Valeria.
Así como lo dijo, hizo bola el gigantesco pañal
que había usado René, dándole la forma que siempre adquirían los de bebés.
Al volver, René se había vestido por sí mismo con
la ropa infantil que su madre le dio para vivir de esa forma. No se fue del
cuarto pues igual quería presenciar el momento de su querido hermanito.
Valeria abrió el paquete y Eduardo se acostó en la
cama. Jimena siguió en su posición de ayudar pasando las cosas, sonriente por
ver a sus dos hermanos varones ser desvestidos y verles lo que soñaba con ver a
sus amigos en el colegio.
Eduardo se despojó los zapatos negros de su
uniforme, y permitió que Valeria le despojara toda la ropa. Al estar con su
calzón de tela, uno infantil, sintió rico ese momento, pues las ganas de
dejarse manipular por manos extrañas le hicieron sentir un calor en su pelvis.
Luego permitió que Valeria le retirara su calzón por las piernas, el que se
arrugó en la forma de un 8. Valeria le devolvió la forma a la prenda que tenía
manchas de sudor, lo apartó pues ya no le pondría el mismo.
Como lo era normal en una colocación de pañal,
primero le limpió un poco sus pompas al chiquillo, retirándole viejas manchas
por no asearse bien. Luego le aromatizó su pene con mucho talco. Con Eduardo no
sabía cuándo se ensuciaría de pipí y popó, de todos modos puso crema en sus
pompas, cubriéndole bien con sus dedos todo el interior de esas curvas bien
carnosas.
Terminó con ponerle el pañal que Jimena sacó de la
bolsa, abriéndolo bien y ajustándolo bien en su cintura, ubicando el pene de
Eduardo hacia abajo para más comodidad al momento de que quisiera orinar. Para
Jimena eran muchas dudas de porqué su hermano mayor tenía su miembro erecto y
Eduardo no.
Eduardo se levantó con el pañal puesto, el que
bien le quedó por ser talla extra jumbo.
─Gracias─. Dijo Eduardo.
─De nada, lindura─. Respondió Valeria.
Jimena se llevó las cosas a su lugar y Valeria le
preguntó:
─¿Tú no quieres uno?─.
Jimena negó sonriente.
─Es que a mí me gusta más: ver cuando se los ponen
y cambian, ayudar en el proceso─. Dijo Jimena, con voz tierna.
Valeria le sonrió y terminaron de guardar las
cosas.
Por todo en ese día, Valeria hizo un poco de
comida para comer con los tres chicos. René no comió mucho porque aún estaba un
poco satisfecho por lo del medio día, pero le indicó a Valeria que cocinaba
delicioso.
Eduardo bien se hizo en el pañal como su ejemplar
hermano. Eso fue después de la comida de la tarde, casi antes que sus padres
volvieran. El chiquillo caminó con el pañal sucio, y era el mismo que le
pusieron.
Valeria le cambió sin la ayuda de Jimena, pues los
dos chicos en casa dormían una siesta en sus camas.
Para Valeria no era molestia ver las manchas de
popó en las pompas de René y Eduardo, puesto que su profesión era Enfermería y
cuidadora, estaba acostumbrada a eso, pero en su interior tenía también una
manía por eso, justamente por querer verlo y sentir esas fragancias había
elegido esa profesión. Le encantaba que fueran esencias de esos dos chicos tan
hermosos… sin duda alguna, era un gran reemplazo para Casandra, quien ya estaba
harta de ensuciarse las manos con manchas de popó al limpiarle las pompas a su
joven con toallitas húmedas.
Para casi las seis de la tarde, Diego y Casandra
llegaron a casa. Bajaron del auto y entraron rápido; reconocieron que había una
persona a cargo de la limpieza por los aromas a jabón de piso y todo
reluciente.
Saludaron a Valeria quien reposaba su jornada en
el sofá, leyendo uno de los libros ahí disponibles.
Le pagaron a Valeria sus horas de trabajo y ella
se fue a su casa.
Los tres chicos en casa llegaron con sus padres.
Les saludaron bien. René seguía con sus pañales a la vista, sin casi usar
pantalón o calzón de tela, pues la vergüenza estaba perdida para sus dos
guardianes de la vida. Eduardo si estaba usando su ropa normal, y cuando llegó
con su madre, le agradeció con muchos besos el pañal que llevaba bajo su calzón
y bermuda de cuadros.
Al final de la instalación, Cas le dio a René una
copia del periódico del día, y le dijo:
─Creo que tu pasión se ha vuelto una pandemia.
Mira lo que está pasando en tu vieja primaria─.
René no supo qué decir, y sintiéndose curioso,
abrió la portada del periódico, y al leer el encabezado y ver las fotos, tuvo
recuerdos de su breve niñez en años reales, cuando los pañales eran un sueño de
otro mundo totalmente inalcanzable. Leyó poniendo los ojos como de verdadera
rana:
“ALUMNOS DEL INSTITUTO BENFORTH HICIERON
HUELGA PARA EXIGIR QUE LOS PAÑALES NO SE ELIMINEN DURANTE LAS CLASES”.
muuuuy buena
ResponderBorrarExcelente Crossover
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