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El retorno de un gran infante
R
|
ené
no sabía si se sentía furioso o lleno de la obviedad: vergüenza.
Le
era difícil reconocer ese estado de ánimo, afirmaba que no era como las
anteriores veces cuando sus padres le castigaban con otras formas y podía
fácilmente gritar, patalear o simplemente quedarse aislado del mundo, con ese
grueso pañal no se podía; era como querer volverse loco pero su mente ni su
cuerpo cedían en lo mínimo.
Al escuchar que su madre caminaba abajo, recordó
que sus hermanos habían salido con su padre, por lo que se apresuró a cerrar la
puerta con seguro para que no ingresaran ellos cuando estuvieran de vuelta. Sus
pasos hacían tronar el pañal al mover sus piernas, le agradaba el ruidito pero
en ese momento inicial no quería reconocerlo.
La paleta que comía ya era la segunda, le gustaba
el sabor, y reconocía que sabía un poco a medicina.
Se mantuvo sentado en su cama, sintiendo lo lleno
de su estómago por la hamburguesa y lo que comieron durante la película. Y no
podía parar de preguntarse “¿cómo rayos acabé así?” Claramente con sus faltas
de cuidado cuando se dispuso a hacer todo para probar sus mismos productos lo
reconoció todo.
Media hora después…
Diego volvió con Eduardo y Jimena en el auto.
René se había mantenido sentado en la cama, con
sus piernas flexionadas, sin poderlas juntar a como siempre le gustaba
sentarse. Pero no se movió por nada, únicamente se quedó en esa posición.
Jimena y Eduardo entraron llevando a la mesa unas
cosas que su padre había traído de la empresa.
Diego ya sabía lo que había ocurrido en casa
durante su ausencia, por lo que se encaminó hacia el cuarto de su hijo mayor.
Subió las escaleras emocionado por ver.
René escuchó que le tocaron la puerta con tres
suaves golpes. Diego le dijo que era él. Y le pidió abrirle.
El joven no quiso levantarse para hacerlo, no
quería dejar que le viese. Justo cuando se decidió a dejar a su padre afuera,
escuchó que los seguros de la puerta se liberaron, y su padre asomó su mirada
con mucho sigilo. Diego sentía el aroma a artículos infantiles en toda la
habitación. René dudaba en cómo fue posible que abriesen su puerta, y tuvo su
respuesta cuando vio que su padre jugaba con las llaves que habían duplicado.
Rápidamente se cubrió el pañal con una almohada.
─¡Veo que sí te quedaron bien! ─Se admiró Diego. Su
joven no dijo nada. Solo dirigió la mirada seria hacia otro ángulo del cuarto─.
Con esto creo que hasta tú mismo sabías lo que iba a terminar, así como un
castigo.
René únicamente negó con la cabeza en silencio,
luego dijo:
─Están locos. Los dos─.
─Es un castigo a la medida de lo que con lógica se
veía. ¿No crees? Tu madre y yo siempre tuvimos ese presentimiento… cuando
íbamos a la fábrica los tres, siempre llegaba un momento en el que te nos
apartabas, y te ibas a mirar los pañales ya empacados y te dilatabas en ese
lugar, en esa área, siempre, no faltaba la ocasión; hasta ya sabíamos, te nos
desaparecías, y… ¿dónde está René? ¡Obvio… en el área de empacado! Allí… de
pie, mirando cada paquete como si fuese una golosina, un glorioso juguete tan
ansiado, y ni hasta los juguetes los mirabas así como a los paquetes de
pañales. Hasta hace poco se reveló el misterio, tu acto en la escuela y ese
dibujo que me mostró tu madre, todo es cuerdo. Y aquí estás, el resultado de
todo eso. Es algo bueno, ¿no crees?─. Relataba diego, dándole un piquete en el
abdomen a su joven, para hacerlo reír y alegrarlo.
René volvió a decir negando:
─Están locos. Le dije a mamá que no es para este
extremo, los que han volado la barda con todo esto, son ustedes. Me hubieran
castigado y ya─. Dijo el chico.
─¡Eso es esto, tu castigo!─. Respondió Diego, con
risas.
─¡Pero no así, me refería a algo como barrer la
casa, limpiar el carro, sin gasto escolar, o…
─¡Sh… Sh…!
no digas nada más, esto es lo que se aprobó entre ella y yo, así que más te
vale que te adaptes. Creo que ella ya te dijo que ya no tienes quince años.
Debes cambiar la mentalidad, traer de vuelta aquella que siempre has tenido. Ni
yo quiero que me hables con un estilo tan juvenil. Quiero que vivas tu vida con
esto, y no te preocupes por nada, tu madre y yo nos haremos cargo de ti al cien
por ciento, para todo ─Dijo Diego, poniéndose de pie, tomando de la mano a su
joven, tirándole para que se levantase─. Anda, muéstrale a papi tu pañal, quiero ver
cómo te quedó… anda…
René se forcejeaba, jalaba su mano para que no se
la pudiese tomar. Luego Diego añadió:
─Bien hijo, como no quieres cooperar, entonces
llamaré a tu madre para que te diga lo siguiente, ella hará más incómodo esto,
te lo juro, ya sabes cómo es ella cuando se enoja. Anda, no pasará nada─.
René sabía que su madre llegaría a gritar como una
loca por no darle gusto a su padre, entonces aceptó. Lentamente se despegó la
almohada de encima de sus piernas, mostrando el pañal que le cubría su
intimidad, el cual brillaba y lanzaba crujidos por la cubierta plástica. Se
puso de pie ante su padre, a quien poco le llegaba a su altura. Diego le puso
la mano en el hombro y con ella le indicó que se diese vuelta, admirando que le
quedó a la perfección.
─¡Genial, te ves bien. Eres todo un bebé
adolescente! ─Se admiró. Seguido le dio una palmada en sus pompas cubiertas por
una gruesa capa de algodón─. Bien, me retiro. No quiero hacerte más grande
esto, sabes que no soy bueno castigando, pero en esto con tu madre, estoy unido
al mil por ciento, así que te recomiendo que cooperes para que no sientas tan
pesado este ajuste a tu vida, ¿Esta bien?
Seguido Diego se dio la vuelta, caminando a la
puerta.
René entonces le preguntó:
─Oye, ¿por cuánto tiempo estaré así?─. Poniendo
una mirada que esperaba que fuese por unos días.
Diego entonces le dijo:
─La que el tiempo señale. Tú no te preocupes por
eso, hijo, tu enfócate en usar tus pañales, y no te resistas las ganas. Pañales
tendrás hasta de colchón─.
Tras responder así con una risa, le guiñó el ojo y
cerró la puerta.
René se volvió a sentar, terminando de masticar su
segunda paleta que rápido se desintegraba en su boca, volviéndole dulce su
saliva, dejándole ese sabor a medicina, que sabía rica.
Una hora
después…
Por todo ese día ya reinaba la oscuridad.
Los cuatro integrantes que se encontraban abajo se
hallaban moviendo algunos muebles, con la intención de hacer espacio para
establecer las remodelaciones que vendrían. Casandra les daba órdenes a Jimena
y Eduardo para que desocuparan una esquina de la sala y se llevasen las cosas
al garaje. Eduardo lo hacía a regañadientes, sin saber por qué tendría que
ayudar en favorecer al castigo de su hermano mayor. Los dos chiquillos se
imaginaban a René en la forma en que su padre les había dicho que se vería,
“usando pañales a su talla con estilo infantil”. A pesar que ya había ocurrido
no le habían visto, pues el joven se mantenía encerrado en su cuarto.
René escuchaba todo el movimiento de cosas abajo,
pero no quería salir. Por momentos abría la puerta y veía que sus hermanos
caminaban llevando cosas al garaje, a su madre limpiar el suelo con
aromatizantes que olían bien y su padre también acomodando otras zonas de la
casa. Toda la organización dirigida por Casandra tenía un ambiente similar a
una fiesta. Quería bajar a ayudar, pero no quería que le viesen el pañal ni
usando pantalón. Se le hacía raro que su madre no hubiese llegado a hablarle
para que bajase a formar parte de la limpieza. Pero eso era bueno. Seguido
cerró la puerta.
Se fue caminando hacia su cama con pasos lentos, y
justo a la mitad del camino, una tormentosa sensación ya vivida y sentida, no
solo en esos momentos de cambios de vida, sino en cualquier otro allá afuera,
le hizo erizar la piel.
“¡¡Oh no!!!”…
Pensó él. Eran ganas de ir al baño, unas efectivas
ganas de hacer pipí y popó. Cuando le pasaba eso, siempre acostumbraba a hacer
una retentiva de las veces en que iba al baño, y se acordó que desde el día
jueves por la noche había sido la última vez, por el hecho que no las había
sentido tan fuertes como ahora. Era la misma intensidad de cuando le hacía mal
alguno de los ricos batidos con sabor a frutas que su madre preparaba por las
mañanas y se los daba con sustancias ocultas.
Así que se sentó en la orilla de la cama para
mover las piernas y disipar las sensaciones que le erizaban hasta la piel de
sus dedos de los pies, pero no se iban. Se estaban haciendo más fuertes, por lo
que mejor se quedó quieto. No quería hacerles caso a sus padres con usar el
pañal que llevaba puesto, pero temía si se salía corriendo al baño para usarlo,
ellos le diesen algo peor para aumentar el castigo. Así que luego pensó en sus
cosas favoritas, sus películas que tanto veía, sus libros pendientes por
comprar, pero no pudo, las ganas seguían empujando esa sustancia sólida hacia
el exterior. Recordó que si liberaba un poco las ganas de orinar, las
sustancias sólidas se disiparían un poco, para poder negociar el usar el baño
de forma habitual. Así que como sentía que su vejiga le ardía por retener las
ganas, decidió mojarse lentamente. Y dejó salir los chorritos de pipí
lentamente…
Le gustó ver que el algodón blanco del pañal se
iba poniendo amarillo poco a poco. Una mancha amarilla se expandía por todo el
ángulo de sus entrepiernas. Ese calorcito lo sintió cómodo, por liberar las
ganas contenidas desde que habían comido. Pero luego las ganas de lo otro
volvieron. Cerró los ojos poniendo las manos en su estómago, poniendo una mano
en sus pompas haciendo presión, por sentir que ya estaba por salirse. En esos
segundos de lucha contra sus esfínteres, recordaba las palabras de su madre
hacía rato de cuando le dijo que era malo resistirse las ganas, y seguido sonó
su celular con una llamada de Jordi. El dirigir la mirada al lugar donde estaba
su celular en su buró, aplastado por el paquete de pañales y los otros
utensilios, hizo que sus músculos en sus esfínteres de retención se
debilitaran. René se hincó a orillas de su cama, reconociendo que tendría que
liberarlo todo en el pañal. Otra vez ya no podría dar un paso más lejos de
donde estaba.
El jovencillo hundió el rostro en el colchón,
respirando los aromas a limpio de sus sábanas. Sin dejar de liberar sus ganas
de hacer pipí que fluían lento como una manguera pequeñita, empezó a dejar
salir sus ganas de hacer popó. Una pequeña porción emergió, empezando a borrar
las líneas que se formaban en sus pompas a pesar del grosor del algodón. El
chico se detuvo tomando energías, pues sentía que el efecto de lo que le
hubiese hecho sacarlo todo, aún preparaba más. Tomó un poco de aire y esa
presión con escalofríos en su cuerpo le permitió pujar más, expulsando ahora un
gran segmento que se acumulaba en sus pompas y en el caminito de sus ingles,
por donde cruzaba el pañal, quedándose redondo, como inflado. El obvio olor de
lo que hacía le llegó a sus narices, pero no le importaba, eso tendría que oler
de alguna manera, le aliviaba porque los calambres y escalofríos incómodos iban
cesando. El chico pujaba y pujaba por cada dos minutos sin retirar la cara
hundida de las sábanas de su cama, terminando de sacar lo último que se
dilataba, breves grumos aguados. Si el sentir que una diarrea le estaba
posiblemente iniciando, recordó como causa todo lo que comió el día anterior
por la escuela durante el receso: los dos hotdog´s, una rebanada de pizza; en
casa, la comida normal que hizo su madre: pollo con arroz y verduras; su cena:
dos pequeños burritos con leche. Lo que había comido por ese día en la mañana y
en la tarde, suponía aún estaría por salir… (Donde no iba a ser demasiado) pensaba él.
Cuando por fin terminó de hacerse popó en su pañal
ahí hincado, empezó a sacar el rostro, abriendo los ojos, palpando el pañal,
sintiendo que todo había sido bien retenido, no había manchas ni fugas. Palpó
sus pompas bastante redondas, las cuales de las barreras que se apreciaban se
les podía ver la mancha marrón por una cantidad de suciedad pronta a derramarse
si el jovencillo se movía mucho sentándose.
Se puso de pie lentamente, sintiendo el peso del
pañal, que no colgaba, sino se mantenía en su lugar, solo un poco más grueso,
amarillo, tiñéndose poco a poco de marrón y liberando lo sucedido a gritos.
“estoy
acabado, espero no me tomen fotos y se las envíen a nadie”. Pensaba René,
acercándose a la cama, pensando en sentarse, pero sabía que todo lo contenido
en sus pompas se regaría y desbordaría provocando un caos más sucio.
Por pensar en que se había hecho en el pañal y que
sus padres llegarían en cualquier momento cuando terminasen de limpiar abajo,
se le había olvidado que Jordi le llamó. Revisó su celular atendiendo al
mensaje por Whatsaap que le había enviado su mismo amigo, el cual decía:
Hey, debemos
vernos,
tengo
que darte unos apuntes
sobre
las clases para el lunes
y además debemos planear
las salidas para este fin de semana
responde…
⇃⇃
René sí recordó todo lo que era la escuela, las
clases y pendientes por entregar con sus profesores con los miembros de los
equipos, pero lo olvidó rápido cuando escuchó que la puerta de su cuarto se
abría. Se fue caminando al rincón de su cama, tomando la misma almohada, pues
no quería que le vieran el pañal con el desorden.
Era su madre.
─¿Cómo estas hijo? Abajo ya acomodamos unas cosas
y… ─Se quedó Casandra al llegar con pasos lentos solo a medio cuarto, sintiendo
un olor familiar─. Creo que mi Renito se ha hecho popó en su pañalito, ¿no es
cierto?
René no dijo nada, únicamente veía a su madre a
los ojos y apartaba la mirada con pena. Ella podía ver que las mejillas de su
jovencillo se ponían rojas por la vergüenza. “Qué bueno que sí sirven esas medicinas laxantes en estilo de dulces”,
pensaba ella.
Casandra se acercó a René, llegando ante él. El
chico quiso huir pero la esquina del área y la cama se lo impedían.
─Haber voltéate, vamos a revisar qué tanto se
llenó ese pañalito─.
René se opuso a los impulsos del brazo de su
madre, pero ella le dio un pellizco poniéndose seria.
─¿Qué dije de la lógica de los actos? Vamos
Renito, te vamos a cambiar ahora mismo─.
Entonces el chico le dio la espalda, mostrando el
pañal lleno de suciedad, al que poco le había llegado por la zona de sus
pompas. Casandra le despegó un poco por la cintura los elásticos, echando un
vistazo.
─¡Oh… si… te hiciste mucho… definitivamente hay
que limpiar todo eso. Ahora acuéstate en tu cama─. Al terminar de comentarlo
con ternura burlona, sacó su celular y puso un tono de cuna sobre las almohadas
para amenizar el momento como si fuese un completo bebé.
René se sentó en la cama de forma lenta, pero eso
no impidió que la gran bola de popó calientita esparcida en sus pompas se
batiese un poco más. Se inclinó totalmente, y Casandra le separó un poco las
piernas.
Casandra tomó del buró donde dejó todo, un rollo
de papel higiénico y las toallitas húmedas.
─Vamos a abrir el sucio… sucio pañalito de mi
Renito. ─Así como decía Casandra, despegó las cintas frontales de forma lenta,
conectando miradas con su joven, dándole sonrisas para que se sintiera más en
confianza. Entonces abrió la parte frontal llena de pipí, bajándola; revelando
toda la suciedad que tenía cubiertas las pompas del chico, sus entrepiernas con
algunas manchas prolongadas.
René se mantuvo así y sin decir nada, únicamente
cerraba los ojos lleno y muerto de vergüenza, recordando el momento de la
escuela. Casandra tomó un poco de papel higiénico y empezó a limpiar primero
las entrepiernas de su joven, retirando las manchas de popó que se habían
esparcido hasta esa zona, sintiéndolo difícil por los bellos abundantes que
cubrían todo el pene de su hijo, pero le confortaba que ese mismo día iban a
hacerlos desaparecer.
René era consciente del mal olor que había en todo
su cuarto, pero tenía que esperar a que todo terminase. Sentía que su madre no
se apresuraba a pesar que ella le limpiaba bien sus entrepiernas y testículos
de una forma lenta, cuidadosa, y veía que iba poniendo los trozos de papel
blanco con suciedad en una capa de papel que ella hizo con una larga tira. Él
se sentía raro y mal, pues a esa edad se suponía que ya no debería estar en esa
situación, siendo limpiado como bebé por su madre. Ninguno de sus amigos vivía
algo así a esa edad. Había leído en el grupo de celular que por esa tarde de
buen sábado, algunos se hallaban en el cine.
Seguido Casandra le hizo indicaciones que
levantase sus piernas sobre su pecho, y René las abrazó, logando incluso tocar
sus tobillos. Casandra le levantó un poco más, apartando el pañal sucio a un
costado. Con su mano izquierda le sostenía para que no las bajase, y con la
derecha iba retirando los grumos de popó a la piel de las pompas de su
jovencillo, limpiando bien, haciéndolo mucho más rápido que con sus
entrepiernas. René afirmaba que se sentían cosquillas cuando le pasaban la mano
por la zona de sus líneas. Con esa emoción no pudo evitar que su pene dejase de
estar flácido, a su miembro se le apreciaba una evidente erección.
Casandra se llevó unos cuatro minutos limpiando
las pompas de su hijo, poniendo todos los paños de papel y toallitas sobre el
pañal abierto. Por la puerta del cuarto se asomó Eduardo, quien abrió sin hacer
ruido y sintiendo el olor a pañal sucio aunado con el aroma de las toallitas
húmedas, reconociendo que no era tan agradable por no estar acostumbrado a él;
seguido vio a unos cinco metros sobre la cama, a su hermano mayor con las
piernas levantadas, con sus pompas expuestas con restos de popó, siendo
limpiado por su madre. Inmediatamente se fue dejando abierto, afirmando que
todo eso ¡Era raro! ¡Rarísimo! todo lo que había explicado su padre en la
salida que tuvo con su hermana hacía un rato estaba sucediendo, pero afirmó con
su sabio conocimiento de chiquillo, que necesitaría tiempo para acostumbrarse a
ver y oler todo aquello.
Eduardo se fue a la sala donde se encontraba
Jimena bebiendo agua, refrescándose de haber sudado un poco por mover las cosas
que su madre les había dicho.
─No vayas a subir al cuarto de René, mamá lo está
cambiando como un bebé en su cama, es cierto lo de los pañales, no lo creía,
pero sí, Rana está usando pañal y se hizo, huele feo, está desnudo y mamá lo ve
así…
Jimena se rio por el hecho que Eduardo le decía
“Rana” a René, por el personaje rana de los Muppet
Babies, los que fueron los favoritos en la infancia del jovencillo
castigado, la razón de su nombre. Luego reconoció que era raro que su querido
hermano usara pañal y se hallase ensuciado como decía Eduardo; le causaba
curiosidad ir a ver, pero prefirió esperar a una oportunidad, y por el hecho de
vivir en la misma casa, ésta no tardaría.
Minutos después, Casandra permitió que René bajase
las piernas, a lo que el chico lo hizo aliviado. Ya había sido mucho de
permitir ver a su madre los detalles de su cuerpo e intimidad que creía poseer
en secreto. Se quedó ahí acostado, esperando le diesen algo de ropa para
cubrirse. Pero luego se quedó sentado en su cama, tratando de pensar en otra
cosa para bajar su erección.
Casandra introdujo todos los papeles usados en la
limpieza e igual las toallitas húmedas dentro del pañal, haciéndolo bola. Se lo
llevó y antes de salir, le indicó a su joven que se quedase allí.
René aguardó ahí por unos pocos minutos, empezando
a palparse sus pompas y entrepiernas para ver si le quedaron manchas de popó,
pero por más que se tocaba no veía nada, ya empezaba a confiar en su madre para
esas situaciones si en todo caso su castigo se prolongase por años.
Seguido entró su padre. René se volvió a cubrir
con sus manos.
─¡Miren quién es… es Renito sin ropa… perfecto,
vamos a darte un baño para que huelas mejor!─. Dijo Diego, mostrando la toalla
en sus manos y unos utensilios nuevos que compraron en un momento desconocido
para el joven.
─¿Pero me puedo bañar yo solo?─. Preguntó René,
cubriéndose con la almohada, sin despegar una mano.
─Claro que no, tú te puedes caer o resbalar, no
puedo dejar que te pase algo allí, además no sabes bañarte bien, tiene que
estar un adulto bajo tu supervisión─. Respondió Diego, abriendo la toalla para
que el chico se pusiese de pie.
─Pero quiero bañarme yo solo. Al menos déjenme
hacer eso a mí. Lo de que me vean con pañales ya es mucho─. Suplicó René.
─¡Pero que locuras dices, Renito, no tienes nada
que esconder ni tener pena. Vamos que el agua se va a enfriar. Yo te daré tu
baño!─. Dijo Diego, acercándose.
René se quiso alejar de su padre, quien le jalaba
de sus pies, y él seguía cubriéndose con la almohada. Pero en un descuido,
Diego le sostuvo de sus piernas y de su espalda, por ser alto, fornido y hacer
buen ejercicio con su juventud, le cargó de frente como un héroe que se lleva a
su princesa.
─¡Ya suelta la almohada! ─Repuso, llevándole a su
jovencillo en dirección al baño. Salieron del cuarto y llegaron. Diego puso
dentro de la tina a René─. Siéntate. Ponte cómodo porque aquí vamos a durar un
poco más tu madre y yo.
Para relajarse, Diego puso música en su celular,
solo que él no activó música instrumental, sino una de su cantante favorito. La
canción que puso, el vecino la podía escuchar por las paredes en un bajo volumen,
imaginándose esa persona que en aquella casa se encontraban limpiando o algo…
Entonces René se inclinó, sintiéndose muerto de
vergüenza por estar desnudo ante su padre. Estar así ante su madre era difícil
de aceptar para pasar el momento, ahora su amigo de todo buen momento con quien
conversaba sobre películas, temas de tareas escolares cuando tenía muchas dudas…
viéndole así, no era nada cómodo.
Diego abrió más a la llave para mezclar las aguas
frías y calientes. Inició con echarle agua a René, humedeciéndole el cabello,
la espalda. Después le echó jabón en el cabello, el cual olía a bebé. Seguido
con la fibra para el cuerpo, la llenó de jabón corporal y le frotó toda su
piel, su pecho, espalda, piernas, y cuando llegó el momento de lavarle su pene,
con mucho forcejeo le logró inclinar en la tina, teniéndolo boca arriba con sus
piernas flexionadas.
Casandra llegó para inspeccionar el momento, viendo
la abundante espuma en el cuerpo de su hijo. René sentía frío por el agua y la
vergüenza al sentir las rudas manos de su padre lavarle su pene, quien le
retrajo su prepucio hacia atrás y frotaba para esparcir bien el jabón. Con
todos esos cuidados que duraron tres minutos, René no pudo evitar hacer más
evidente su erección.
Al término de la higiene corporal hecha una
tortura, Casandra dijo:
─Ahorita mismo vamos a afeitarte todo ese bello,
porque cuando se te cambia el pañal eso estorba. Es mejor que no haya ninguno─.
Diego lavó el cuerpo de René con agua fresca, para
despejar la espuma. Y sin dejar que se secase, los dos se acercaron a él y con
sus manos frotaron mucho jabón en sus axilas, en sus ingles, comenzando a
afeitarle su pene con mucho cuidado, dejando caer los grumos de bello que
poblaban toda esa zona. Rene quería llorar, pero sabía que debía aguantar.
Después recostaron a su joven en la tina,
levantando sus piernas sobre su pecho, como cuando ponían el pañal bajo sus
pompas, para que sus padres pudiesen afeitar estas mismas con el pequeño
rastrillo. Casandra puso mucho jabón en toda su piel, y Diego pasaba la hoja de
afeitar con cuidado, liberando los largos bellos púbicos que crecieron en esa
zona.
Al final, enjuagaron a su joven, el que ahora
lucía divino, sin ningún bello en su pene, pompas, nada, le dejaron los que
iban de sus rodillas a los tobillos, pero en las partes vitales para el pañal,
todo estaba perfecto.
Diego terminó de secar a su hijo, y después lo
llevó cargado de igual forma hasta la cama donde esperaba Casandra con un pañal
nuevo.
René ya estaba vencido, brutalmente vendido, todo
su ser estaba en manos de sus padres, así como lo habían dicho y jurado, lo
era. Sabía que si se negaba con algo, le iría peor o le hablarían a Jordi para
que llegase corriendo para ver ese momento. Mejor se venció y se dejó domar.
Se sentó en la cama envuelto en toalla. Casandra
le empujó hacia atrás para exponerlo.
─Que bonito se ve nuestro bebito, vamos a ponerle
lo suyo─. Dijo Casandra.
Y para comenzar, puso a René mucho aceite corporal,
frotándolo en su piel teniéndolo boca arriba. Luego le dio la vuelta,
aplicándolo en su espalda, sus piernas. Luego le roció talco en su pene que
poco a poco iba bajando de su erección, pero se mantenía firme. Eso a ella no
le dio importancia, y le roció mucho en su miembro, hasta ponerlo blanco; lo
regó más con sus manos, recordando todo como cuando René realmente estaba
chico, afirmando que era igual. Continuamente le volvió a levantar sus piernas
para ponerle crema en sus pompas, y con firmeza esparció la crema en sus
líneas, cubriendo bien, provocando que la piel de su jovencillo se pusiese como
de gallina por esas caricias en esa zona. Finalmente, sin bajarle las piernas,
puso el pañal abierto bajo sus pompas, acomodándolo, y al tenerlas bien,
entonces acomodó su pene que se llegó a quedar flácido con la puntita hacia
abajo y cerró el pañal con las cintas, las que tronaban como cinta adhesiva.
Con el pañal puesto, René se puso de pie, viendo
que su madre iba por ropa normal. Casandra sacó una pequeña bermuda juvenil y
una camiseta, para que no estuviese tan formal para la hora de dormir que ya no
tardaba por ese día. Vistió con eso a su joven.
Dejó a René con sus calcetines y sus pantuflas.
─Vamos a la sala, donde están Jimena y Eduardo,
supongo que ya fue mucho y quieres ver un poco de televisión para antes de
dormir─. Dijo ella. Llevando a su joven abrazado de los hombros, feliz de
hacerle realidad su deseo y sabiendo aplicar bien el castigo.
René no dijo nada, únicamente caminó con su madre
hacia la sala, y cuando estuvieron allí, se sentó ante Jimena y Eduardo, los
que con sus miradas evidentes, se clavaron en el bulto frontal que su hermano
mayor tenía entre las piernas y bajo su ropa…
Quisiera un capitulo 3.
ResponderBorrarClaro que sí lo habrá amigo y vienen más. :D
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