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Siguiendo con secretos...
René
se había mantenido usando sus pañales para ese momento del día. Su madre
Casandra había pegado el dibujo que hizo su joven en el refrigerador y Diego,
Eduardo y Jimena lo vieron, encontrando divertido que el jovencillo mayor de la
casa había vuelto a pintar ilustraciones en grandes folios.
Fue al día siguiente, que de forma normal, como algo
rutinario, Eduardo y Jimena se fueron a la escuela siendo llevados por Diego en
el auto.
Cuando Cas estuvo lista con sus pantalones de
trabajo y una playera normal, fue a ver a su joven dormir en su cuarto para cambiarle
el pañal como lo hacía siempre.
René estaba medio dormido, había soñado puras cosas
incoherentes que casi no daban a lo preciso que era su castigo en su vida, como
el hecho que en sus sueños se vio a sí mismo usando los pañales y en otra
escena, se vio usando ropa interior, le daban ganas de mojarse creyendo que era
pañales pero luego resultaron pantalones. Eso le hizo abrir los ojos llenos de incomodidad
puesto que reconocía que los pañales ya formaban parte de sus complementos de
vestimenta y no tendrían que faltarle.
Se quedó sentado en la cama, observando todo su
cuarto medio oscuro, al igual que el lugar en su clóset donde debería estar su
ropa para la escuela, pero como ya no estaba en posición de ir a la secundaria
de forma normal, su madre ya no lo estaba despertando desde el inicio del
castigo. A la escuela ahora se iba Jimena y Eduardo. Sintió sed y se puso de
pie, sin dejar de llevar el pañal que le habían puesto para la noche, éste
mismo estaba seco, aún olía rico, a talcos, a la crema que le tallaron en la
piel de sus pompas. Caminó descalzo hacia donde ahora tenía una mesita con una
jarra con agua, su madre se la había puesto por si le daba sed en la noche; era
algo bueno, puesto que la ventaja de ser castigado teniendo que vivir como un
niño era tener otras cosas que antes ni le daban de broma. Se sirvió un poco,
empezando a beber casi toda el agua.
Eso le activó las ganas de orinar y de liberar los
intestinos, a lo que sintiéndose con las energías de ser limpiado por su madre
como todo un niñito, sonrió un poco y comenzó a pujar poco a poco.
Puso el vaso en el mueble y retornó caminando a la
cama, para mantenerse recostado con las piernas. Se quedó quieto por unos
segundos y al sentir que la gran masa calientita bajaba por sus canales hacia
su libertad, entonces cedió a que saliera. Como siempre, las pequeñas líneas
que se dibujaban en sus pompas se borraron, quedándose en esa área seca y
blanca del pañal una carga sólida, que rápido liberó olores y le llegaron a su
nariz. El jovencillo se sintió el más afortunado de hacerlo en sus pañales, era
algo hermoso hacerse popó ahí de pie, poniéndolo todo en el pañal como si
cayera en el inodoro, pero no, se quedaba casi presionada contra la piel de sus
hermosas pompas.
Al terminar de hacerse, tomó un poco de aire, y eso
le permitió sentir el clima fresco de su ciudad a esas horas de la mañana, las
que penetraban hasta su cuarto. Pensaba en sus amigos, en sus compañeras del salón,
ya iban días que no iba a la escuela, eran tareas que no había entregado y por supuesto,
ya estaba reprobado en todas las materias. Se sentó un poco en su cama,
apreciando que la bola de popó se hacía plana en sus pompas, como una
plastilina presionada con las manos. Justo allí entró su madre, llena de acción
y la vista hacia todos lados:
─¿Cómo durmió mi
Renito? ¿Hay algún pañalito sucio que cambiar? ─La alta mujer caminó hacia su joven, quien le veía
con los ojos llenos de pena, puesto que cuando se encontraba sucio de las dos cosas,
al joven le era difícil verla a los ojos─. ¡Sí! Huele a pañal sucio, mi Renito se ha hecho
como todo un niñito en el pañal al despertarse. Bien, vamos a limpiar al señor
colita.
René se llenó de emoción por ser limpiado. A pesar
que le molestaban los mimos de su madre al tratarse de ser limpiado, no negaba
que estar sucio de ambas cosas era algo excitante. Así que se recostó más en su
cama, con el pañal un poco manchado de pipi por la parte frontal, pues no se
había mojado mucho.
Cas reunió los elementos y luego, abrió las cintas,
bajándolas hacia los lados; luego hizo lo mismo con la parte frontal, viendo
que el pene de su joven se mostró como siempre, un poco húmedo, con las manchas
de talco que parecían harina revuelta, flácido-macizo en su tamaño y la mancha
sucia batiendo sus pompas.
Con ir sacando trozos de papel higiénico y varias
toallitas húmedas para el aseo de su joven, ella afirmaba que no tenía que
estar haciendo esas cosas con su hijo a esa edad, por momentos se sentía “fastidiada”
de tener que estar limpiándole las partes íntimas a su jovencillo y terminar
con algunas manchitas de popó en sus manos, puesto que era algo que ninguna de
sus amigas hacía con sus hijos; pero se aferraba a que lo que buscaron como
remedio rindiera sus efectos en corregirlo. Así que luego, inició a limpiarle
las entrepiernas, liberando esas manchas que no eran tan abundantes por ahora,
a pesar de verse una masa casi plana bajo las pompas y los testículos del
chico.
René levantó sus pompas sobre su pecho lo más que
pudo, exponiendo la suciedad con mayoría, mientras su madre retiraba los restos
más grandes. Al final, las bajó, y sentía las manos de su adulta madre
limpiarle sus testículos los que movía como si cortara cabello, con firmeza y
cuidado.
Al terminar de dejar a su chico limpio, le dejó
vestido con un calzón de tela normal, el que era bastante infantil, con muchas
figuritas. Igual le dejó con una bermuda de cuadros y una camiseta.
─Bien, ya sabes
tus rutinas del día, mientras te hago tu desayuno, tú toma tus útiles de casa y
quédate pintando. Quiero muchos dibujos iluminados por esta mañana─. Dijo Cas.
─Si, mami─. Dijo René.
Casandra le vio caminar a su chico, afirmando que se
veía bien en ese estilo de ropa, mucho mejor que sus prendas de un solo color
que lo que hacía era solo darle aspecto de chico de barrio.
Ella se fue sonriente a preparar la comida de su
joven, llevándose el pañal hecho bola. Igual seguía viendo la remodelación del
lugar que ocuparía como la nueva escuela privada de su hijo, aquella sede que
estaban limpiando.
HORAS
MÁS TARDE…
René se había sentido más que aburrido. Su madre ya
le había puesto el pañal cuando se encontraba en la sala, puesto que igual ahí
habían dejado elementos para cambios. El joven se encontraba con el pañal a la
vista y vestido con su playera.
Ya era la hora de llegada de sus hermanos y lo supo
bien por el ruido del auto de Diego, quien se aproximaba a casa.
Cuando se estacionaron, Eduardo bajó del auto siendo
perseguido por su hermana Jimena, quien le estaba diciendo:
─¡Ya deja mi
paleta, no te la comas toda!─.
La niña le dio un pequeño golpe con su garrafón, y
el chiquillo de su estatura y similar a su físico terminó por comerse la paleta
helada. Por último le dio el palito de madera a la niña.
─¡Eres un tarado!─. Gruñó Jimena,
pateando el palito, empujando a su hermanillo.
─¡Ya solo era una
bolita de nieve, no era nada, no seas llorona!─. Dijo Eduardo al ver que su padre se acercaba con
las llaves de la casa.
Los tres ingresaron a la casa, los dos niños
caminaron con sus mochilas, observando a su hermano mayor sentado en la mesa,
ocupado en un libro que su madre le había dado a leer.
Eduardo y Jimena vieron que René llevaba su pañal
como siempre, pero no dijeron nada y se fueron a cambiar el uniforme.
Diego saludó a su joven primer hijo y luego se fue
con su esposa.
HORAS
DESPUÉS…
Todos en casa de René comieron. Apenas habían
terminado y se hallaban viendo la televisión.
Eduardo no se había reído de su hermano mayor por
ver que su madre le seguía dando en la boca, a lo que René respondía con
facilidad y ya no se oponía como en los primeros días. Ahora se sentía raro,
algo en su interior le causaba una furia que no podía explicar, o simplemente
le hacía pensar que debería ser él quien debía estar siendo alimentado de esa
forma, pero no quería profundizar en eso.
La vida para Jimena y Eduardo era la misma de siempre,
todos los días llegaban y se cambiaban, hacían sus tareas, se daban una ducha y
luego hacían sus tareas. También conversaban con su hermano mayor sobre otras
cosas, como películas, algunos libros que estaban de moda y que planificaban
comprar. A pesar de tenerlo enfrente de él con el pañal puesto, Eduardo siempre
trataba de distraer su mente profundizando en lo que decía quien hablase, no
quería dirigir la mirada hacia el pañal de su hermano ni al momento en que se
iba a bañar. Eduardo sentía que el ver que su madre le daba un baño a su
hermano y a él no le provocaban grandes enojos, como si el valor hacia él se
estuviera perdiendo. Pero aún más, las sensaciones y dudas hacia los pañales ya
le estaban invadiendo la mente, cada noche, día, momento en familia y todo le
provocaba un tormento y lluvia interminable de sensaciones que le decían que
era mejor usar pañal que un calzón de tela de un solo color. Y así bien se lo
aguantó por varios días.
UN MES DESPUÉS…
René siguió siendo atendido por su madre en
cualquier momento, siendo cambiado de pañales con pipí cuando estaba llenos que
casi le mojaban la ropa o con popó, en dos veces al día diarios.
Cas ya sentía el peso de la rutina, pero los hechos
que hizo realidad eran tan grandes para ella misma que sentía en su interior
que no podía ponerle fin. ¿Qué haría con todos los accesorios que puso en el
cuarto de su hijo mayor?
En uno de esos días habituales, a la una y media del
día, Diego y Casandra dejaron a sus dos chicos en casa, ellos tenían que
atender unas reuniones en la empresa, al igual hablar con una persona que
sustituyera las labores de Cas para que pudiese descansar de todo lo que ya no
podía ponerle fin; Diego solo se reía de ella.
René no había salido por ese día para nada, esperó a
sus padres en casa jugando con algunos juguetes a los que ya se había
habituado, igual había pintado mucho y hecho algunas formas con plastilina. Seguido
vio que sus hermanos entraron a casa, Jimena tomó ruta hacia su cuarto con su
mochila al hombro y Eduardo llegó ante él con la mirada decidida. Entonces Eduardo
llegó y le dijo desesperado a su hermano mayor, como sediento:
─¡¡Rana, Rana, ya
no resisto más, por favor, ahora que ya no están papá y mamá, antes que vengan,
ponme un pañal!!─.
René se echó una risa, puso las plastilinas con
formas de pelotitas al lado de una que parecía ser el hombre araña, y le dijo a
su hermanillo:
─¿Qué cosa? ¿Qué
has dicho? ¿Quieres usar pañales como yo?─.
─¡¡Sí… si… quiero
usar pañales como tú… pero no quisiera decírselo a mamá, pues ya ves como es,
cómo se puso cuando supo lo que hiciste. Todos estos días no he sabido cómo
pedirle que me ponga uno!!─. Respondió Eduardo.
─Pues si quieres…
pero a ver cómo te va. Pero mis pañales te quedarán súper grandes, son talla
mediano y tú eres talla menor─. Dijo René.
─Pues entonces
uno de bebés, pero de talla extra jumbo─. Dijo el joven.
─Si, ¿tienes uno?─. Repuso Eduardo.
─Esa es tu mala
suerte, al menos tengo muchos medianos, pero talla bebés en etapas superiores,
no─.
Dijo René.
En ese momento llegó Jimena, mirando a su hermano
cuate con ojos de duda:
─¿Escuché bien? …
¿quieres usar pañales como René?─. Preguntó ella.
Eduardo por
todas las ganas contenidas, sus deseos y fantasías tan grandes que le
provocaban cosquillas en las entrepiernas, le respondió sin tapujos:
─¡¡Sí… pero no
hay a mi talla!!─.
─Hey pero ahora
que me acuerdo, una de mis muñecas tiene un pañal talla grande, uno de los que
mamá me dio para ellas cuando se los pedí hace tiempo. Si quieres te lo doy─. Dijo Jimena,
sonriente, sin pena alguna, dispuesta a ayudar a su chiquillo que se comió su
paleta.
Eduardo sintió que el corazón se le salía. Entonces los
tres se fueron hacia el cuarto de Jimena, el que igual era de Eduardo.
La niña tomó una de sus muñecas grandes, la que parecía
una niña de cinco años. Le alzó la falda y reveló el pañal que traía puesto.
─El pañal es reciente,
pero no sé si las cintas aún pegan bien─. Comentó ella.
Le dio el juguete a su hermanillo y Eduardo le
despojó con cuidado el pañal, el que era grande y ya estaba un poco estirado de
los elásticos en la entrepierna.
─Rana… ¿me lo
pones?─. Preguntó a René.
─Sí… acuéstate─.
Ese momento fue tan lleno de emoción para Eduardo,
que únicamente lleno de felicidad y con el instante resuelto, como algo de vida
o muerte, se sentó en la cama y se acostó, permitiendo que su hermano mayor
quien ya usaba pañales desde hacía un mes y días, le pusiera el suyo.
René le abrió el cinturón a su hermanillo; seguido
del botón del pantalón escolar, el que era color negro. Luego le bajó el
cierre, deslizando hasta los tobillos toda esa prenda.
Eduardo usaba calzón igual que su hermano, ninguno
de los dos usaba bóxer, esas prendas las odiaban. Seguido, René le despojó el
calzón ajustado a su hermano, el que en sí le quedaba ya un poco pequeño.
Eduardo se quedó desnudo de la cintura para abajo,
con su pene que aún no podía tomar consistencias macizas.
René le levantó las pompas y le puso el pañal
abierto bajo de ellas, el que antes había usado la muñeca. Le bajó las piernas
y antes de subir, llegó Jimena con el talco. Ella alcanzó a ver la desnudez de
su hermano, lo cual no le sorprendió mucho, puesto que a diario se cambiaban en
el cuarto. René le echó talco al pene de Eduardo. El chiquillo sentía grandes
cosquillas, eran ricas y afirmaba que se sentía como un pescado en la harina. René
le subió el pañal y le pegó con las cintas, las que por suerte, tenían buen
pegamento.
─Listo─. Dijo René.
Eduardo se puso de pie, observándose el frente entre
sus piernas, lo que antes cubría su calzón de tela, ahora lo cubría un seco
pañal de los que ellos fabricaban para bebés.
─Gracias… gracias…
a los dos… es que ya era un maldito tormento y trauma esto… desde que
comenzaste tú a usarlos y que mamá te cambiaba y eso, esas ganas igual me
llegaron, me estaba volviendo loco─. Agradeció Eduardo, mientras se palpaba entre las
piernas y sus pompas.
─¿Y qué vas a
hacer cuando se dé cuenta?─. Repuso René.
─No lo sé, pero
trataré que no pase. No quiero acabar tanto así como tú, solo quiero ir
intentando hacerme pipí y luego, pues… popó, igual ya me había hartado de ir al
baño─.
Respondió Eduardo. Seguido se subió solamente su calzón. El pantalón escolar igual
se lo quitó para llevarlo a la ropa sucia.
─A ver qué tal te
va, yo ya me di por vencido, traté de esconderlo lo más que pude de ustedes y
mira como acabé─. Comentó René.
El joven se sentía feliz de tener un aliado más
en su vida con pañales, le había gustado ponerle el pañal a Eduardo, era como
algo igual soñado en sus momentos de descanso y sus fantasías. Tanto así que
sus ganas de mojarse en el pañal se dieron, Jimena vio eso, ahora ella dudaba
de qué se sentía el calor de la pipí acumulada en la parte frontal del pañal…
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ResponderBorrarMe gusta tu historia
ResponderBorrarMuchas gracias por venir y leer las continuaciones. Pronto actualizaré el contenido y posiblemente el diseño del blog. Gracias por tus comentarios y espero tengas un gran inicio de año con los pañales. :D Saludos. :)
BorrarExcelente, espero mas. Lo que no se es por que no pude verlo en la página inicial, encontré ésta continuación de casualidad en facebook.
ResponderBorrarCuando saldra otro capitulo
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