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LA ANGUSTIA DE
LAYRA
Y EL RIVAL DE
SAMUEL
Las clases de layra y Samuel continuaban de forma
normal. Samuel hacía los pasos que ya se sabía por ser un niño adelantado en
las escuelas que ya había conocido. Sus otros compañeros en la clase también ya
bailaban bien, podían brincar alto haciendo pasos ligeros, caer con
sensibilidad, mover sus brazos como si volaran por el aire; con eso provocaban
a las chicas de la escuela de danza con sentir cosquillas en el interior. Layra
podía sentir esas emociones por los chicos de su edad, pero no era lo mismo,
porque quien le derretía el alma entera era su amado Samuel, quien a pesar de
hacerle sentir cosas bonitas en el amor, también fue él quien logró que
sintiera amor hacia los pañales.
Layra se había pintado su cabello, había dejado de
tenerlo color amarillo para lucirlo color marrón oscuro, eso le recordaba mucho
a su amado Samuel, el color de todo lo que le limpiaba cuando le cambiaba de
pañal.
Lo que le estaba haciendo sentir preocupación a
layra, mucho insomnio por las noches cuando se había puesto el pañal con su
amado Samuel, era que su hermoso niño estaba próximo a irse, los días
continuaban sin detenerse y eso hacía disminuir el tiempo de Samuel en esa
escuela.
Layra sabía que cuando el tiempo de Samuel llegara
a su final, se acabaría su relación de amor y también el uso de pañales con él
en todo momento como lo iban haciendo hasta ahora. Por toda esa angustia, layra
terminaba llorando a veces en la almohada, sin hacer mucho ruido para que su
amorcito no se despertara, definitivamente no quería perder a Samuel por nada,
no quería dejar de amarlo, protegerlo, besarlo, abrazarlo, olerlo en cada
cambio de pañales.
En un día de clases normal, Samuel se encontraba
en los baños de hombres. Había usado el sanitario para deshacerse de sus
necesidades humanas, tenía que hacerlo así por ahora porque no tenía puesto un
pañal, en las clases no los usaba ni tampoco layra. Cuando el niño lavó bien
sus manos, rápido se metió a otro cubículo más grande, para ponerse su uniforme
de danza. Sacó sus prendas de la mochila y se apresuró a quitarse los zapatos,
las calcetas. Luego hizo lo mismo con su playera. Siguió con su bermuda y ropa
íntima. Siguiendo los pasos para ponerse su ropa de danza, primero se puso el
leotardo blanco, el cual debía quedar como si fuera un calzoncillo de tela. Al
tenerlo de forma cómoda, procedió con sus mallas blancas, deslizándolas por sus
pies, como si fueran calcetas, llevándose su tiempo, porque la ropa de licra
era algo complicado de poner; luego las subió por sus piernas como un pantalón,
hasta que se las ajustó en todo su cuerpo.
Cuando tuvo su ropa de danza color blanca bien
colocada, salió del cubículo para verse en el espejo del baño, encontrando que
su bonito cuerpo de bailarín seguía en forma, todo gracias a una buena
alimentación, rutina de ejercicio en clase y los cuidados que layra le daba
cuando le cambiaba sus pañales.
Samuel se fue caminando por los pasillos de la escuela
de danza hasta llegar a su salón de clases. Un poco antes de la puerta, se dio
cuenta que sus compañeros varones se encontraban reunidos, alguien estaba
hablando con ellos. Sin preocuparse mucho, se aproximó para ingresar y calentar
en las barras de metal. Pero le sorprendió que quien mantenía cautivadas a las
chicas de su clase y a los varones, como si estuvieran viendo a un león, era un
chico no tan mayor que él, quien vestía las mismas prendas de danza, pero la
diferencia con aquel varoncito era que su leotardo tenía mangas.
Samuel ingresó al salón de clases sin dejar de ver
al otro chico. Por conocer el sistema de becas que permitían aprender en otras
escuelas, pudo entender que ese chico nuevo, era alguien con las mismas
ventajas que él. Justo ahí pudo sentir que su fama se estaba apagando, a diario
los jóvenes de la clase le escuchaban y le sonreían, ahora todo estaba hacia
ese nuevo integrante. Si de tener escapes líquidos se trataba, un pañal le
vendría bien ese momento. Pero no le tomó importancia, le gustó que rápido sus
compañeros de la clase se fueron a sus barras para calentar, dejando solo al
curioso visitante.
Samuel se mantuvo calentando sus piernas en las
barras, sintiendo rico que sus músculos se preparaban para bailar estupendo.
Poco después, layra llegó a la clase, vestida con
su leotardo blanco, sus mallas limpias, lo que la hacía verse muy hermosa,
igual que todas las mujeres del mundo.
Samuel se dio cuenta que layra no pudo evitar ver
al joven nuevo en la clase. Layra dejó de caminar hacia Samuel para saludar
cordialmente al invitado, así como había hecho con el niño que se convirtió en
su fuerte amor y su confidente con los pañales.
Layra conversó con el joven por unos seis minutos,
conociéndolo por su nombre y su edad, siendo Kevin, de catorce años. Ella le
dio la bienvenida a Kevin con un beso en su mejilla, sonriente, como si
estuviera con su familiar. Eso puso a echar humo a Samuel, incluso cambió el
color de su rostro, poniéndose rojo, como si toda la clase estuviera sabiendo
que usaba pañales para dormir. Samuel estaba apretando los tubos de su barra
con la mano, si fuera un mutante poderoso lo hubiese roto. Los celos que Samuel
sentía le ayudaron a dejar de sentir el dolor en los músculos de sus piernas,
haciendo que abriese un poco más.
Cuando layra llegó con Samuel para trabajar la
clase, ella le dio un saludo de beso en su mejilla, no lo hizo en su boca como
en su relación secreta, pero Samuel no hizo mucha reacción, ahora no tenía tantas
ganas de conectar la mirada con layra, a pesar que habían dormido juntos y
tenido sus vivencias con los hermosos pañales.
La clase de danza comenzó cuando la profesora
llegó, haciendo los calentamientos de siempre, abriendo las piernas hacia los
lados, estirando los brazos, corriendo, brincando, haciendo salir todo el sudor
del cuerpo.
La música sonaba fuerte, los chicos y las chicas
hacían bien sus movimientos. Layra veía a su amado amorcito hacer sus pasos
como siempre, lo pensaba en todo sentido de buena forma, se lo seguía comiendo
vivo como un bombón con chocolate. Pero también se ponía a pensar en el recién
chico conocido, en Kevin, sintiendo las mismas cosquillas en el cuerpo, iguales
a cuando conoció a Samuel el primer día que llegó. La música ayudaba a
generarse ese deseo de pensar y pensar en esos dos chicos hermosos, pero su
corazón no quería tener dos, quería solo a uno. Bailando al ritmo de todos los
varones y las otras chicas, layra pensaba mucho en Samuel, pero no podía evitar
mirar el sensual cuerpo de Kevin por el espejo en el salón. Pero se aclaró su
mente cuando se dijo a sí misma que no quería dejar a Samuel por nada, aunque
tuviera doce años, ni tampoco dejar los pañales…
Es la primera vez que entro en esta página y la verdad me esta empezando a gustar cada vez mas por lo bueno de las historias que publicas
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